Hasta el momento Trump no ha logrado remontar su fracasada política de coacción a Rusia.
Hasta el momento Trump no ha logrado remontar su fracasada política de coacción a Rusia.
A mediados de mayo de 2025 Rusia lanzó su tan anticipada ofensiva de verano, una que partía de los pequeños éxitos conseguidos a lo largo de unos fríos y costosísimos meses de invierno que le precedieron.
Campo de batalla
Lo que sigue aconteciendo desde entonces son los episodios más oscuros desde que empezara el conflicto. Rusia ha superado en apenas 3 meses el récord de “el ataque aéreo más grande de la guerra” hasta en 6 ocasiones, siendo el más reciente el de la mañana del 28 de agosto con más de 600 misiles y drones contra diferentes ciudades ucranianas causando 21 muertos.
Sobre el campo de batalla, la cantidad de muertos y heridos ha llegado a superar los 1,000 diarios solo en el bando ruso (del cual se posee más información por las grabaciones de drones que divulga Ucrania). Como ya es costumbre, la estrategia rusa de atacar a lo largo de todo el frente, con ataques secundarios que retengan tropas ucranianas que podrían estar en los ataques principales, se ha hecho presente. No han sido especialmente originales, pero no por ello menos implacables.
Es destacable la situación en Pokrovsk, la que se ha convertido ya en la batalla más grande de la guerra tanto en tropas desplegadas como en muertos, superando a Bakhmut (2023). La ciudad está semi cercada, teniendo el ejército ucraniano solo una carretera para abastecer la ciudad mientras se aferran a un clavo ardiendo lanzando pequeños contraataques locales, pero la balanza parece decantada decisivamente para un ejército ruso que conseguiría su primera gran victoria en año y medio.
Por lo demás, Rusia ha finiquitado las batallas de Trotske, Chasiv Yar, y Torestk. Nombres ya inmortalizados en la cruda historia del conflicto, dirigiendo su atención ahora hacia las ciudades de Lyman y Kostiantynivka, en el noreste y este del Donbás respectivamente. Estas últimas y las dos grandes capitales regionales de Kramatorsk y Sloviansk, serían las últimas ciudades del Donbás que le harían falta a Rusia por tomar y así finalizar la tan ansiada conquista de la región, misma que fue la excusa para empezar el conflicto en un primer momento.
Pero esos serán nombres que tomarán más relevancia en una futura campaña de invierno o para el 2026, pues tras 3 meses de infernales enfrentamientos, la ofensiva está perdiendo empuje a medida que se acerca la rasputitsa (período donde el suelo de Ucrania se vuelve lodoso y pegajoso gracias a las lluvias) de otoño, y que ralentizará cualquier intento de ofensiva.
Así pues, Ucrania se encuentra en una situación donde la falta de soldados y equipo suficiente para lanzar ataques les obliga a solo poder aguantar los golpes lo mejor que puedan. En una futura columna abordaremos la estrategia defensiva de Ucrania.
Para finalizar este apartado, es necesario mencionar que Ucrania continúa con su campaña de bombardeo estratégico sobre instalaciones de armamento, petróleo, y químicos al interior de Rusia, la cual no ha cesado desde que empezara el 1 de enero de 2025.
Situación política
El entorno político está caracterizado por la tibieza de los aliados europeos, que si bien están aportando la mayoría del material que sostiene a Ucrania en la guerra, no es toda la que podría ser, a la par que las idas y venidas con la administración de Donald Trump sitúan un ambiente de incertidumbre en la cúpula política de Kiev.
Hasta el momento Trump no ha logrado remontar su fracasada política de coacción a Rusia, sobre todo por su indecisión con un ultimátum que se recorta y se pospone de forma arbitraria perdiendo credibilidad, así como con acercamientos diplomáticos (como la cumbre en Alaska entre Putin y Trump) que terminan en nada, mientras Rusia consigue comprar tiempo una y otra vez para seguir atacando.
Mientras del lado occidental solo se ve indecisión y desunión espoleada por la política rupturista de Estados Unidos, Rusia acumula cada vez más su capacidad industrial gracias a la economía de guerra vigente, y de las ingentes movilizaciones de nuevos reclutas. Pareciera que los bandos enfrentados no están en el mismo tablero de juego.
Y todo esto sí que tiene una gran importancia de cara a una negociación del conflicto que llegará tarde o temprano, ya que es el gobierno de Putin el que consolida la posición de fuerza, no por una gran habilidad diplomática, ni por la capacidad de evadir sanciones, sino por el tonelaje diario que Rusia es capaz de desplegar en los tortuosos campos de batalla en el este de Ucrania.
Gracias a las experiencias de ambas guerras mundiales, se sabe que en última instancia el factor determinante de los conflictos a gran escala es la capacidad industrial, y cuál bando es capaz de poner más motores, balas, y bombas sobre la mesa, en lo que podría comprenderse como una carrera de producción, misma que Ucrania no tiene forma de ganar en el largo plazo, ni siquiera con la ayuda europea. Todo esto los lleva al mismo callejón sin salida de depender de Estados Unidos.
Mientras el gigante norteamericano no demuestre decisión, ya sea golpeando duramente a Rusia en el ámbito militar y económico, es difícil que la situación cambie de forma relevante. Y la posición de Ucrania no hará más que debilitarse lenta pero constantemente.
Por increíble que parezca, el país de Zelensky aún tiene aliento para aguantar mucho tiempo más, pero cada vez le será más difícil en la medida que la guerra siga mermando la capacidad y moral combativa de su sociedad.
Han pasado 3 años y medio de conflicto, y la paz no está a la vista en una pesadilla que solo empeora a cada día que continúa.
Especialista en temas internacionales
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