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¿Quiénes son los nuevos sospechosos?

Personas defensoras de derechos humanos analizan qué te convierte en sospechoso. Ser pobre continúa siendo un crimen en El Salvador, advierten.

Penalito- Entrega-Reos- Familias- Salida
Fragmento de «Poema de Amor» de Roque Dalton

¿Qué te convierte en sospechoso?¿Vivir en una colonia populosa?¿El color de tu piel?¿La ropa que llevás puesta? Preguntamos a cuatro personas defensoras de derechos humanos quiénes son los «siempre sospechosos» de la actualidad. Hay coincidencias en las respuestas: los sospechosos son los mismos de siempre: jornaleros, vendedores, obreros, migrantes, jóvenes; pero con una variante: también se han vuelto sospechosos quienes se atreven a cuestionar al poder y a exigir rendición de cuentas.

El Gobierno salvadoreño ha reconocido «el margen de error» en las capturas masivas del régimen de excepción: personas que fueron apresadas por parecerle sospechoso a alguien. El último dato oficial indica que de cada 100 capturados, nueve fueron esposados por error. Muchos de ellos fueron capturados por ponerse nerviosos frente a los policías, por vivir en colonias estigmatizadas, por su apariencia. Por ser pobres.

Tatiana Alemán, una joven que en 2017 fundó el colectivo Los Siempre Sospechosos, para denunciar abusos policiales, respondió: «Con la llegada de Nayib Bukele, el perfil de las personas consideradas sospechosas no cambió, al contrario, se amplió. Tras la aprobación del régimen de excepción, además de juventudes racializadas, se sumaron mujeres y hombres adultos racializados y precarizados, provenientes del comercio informal, jornaleros, obreros», dijo.

Pero añade un grupo que en los últimos meses ha estado en la mira: las personas activistas y defensoras de derechos humanos, que son perseguidas por denunciar las vulneraciones a garantías fundamentales y defender a grupos marginados.

En 2025 empezaron a ser capturadas personas del movimiento social o críticas del Gobierno, como el ambientalista Alejandro Henríquez; el pastor José Ángel Pérez, y los abogados Ruth López y Enrique Anaya.

«Y, para rematar, los periodistas también pasaron a ser sospechosos en el régimen de Bukele. Toda persona que se oponga a la dictadura, y que no encaje en los estándares de la blanquitud, como las personas pobres, son sospechosas en El Salvador», señaló Alemán.

Verónica Reyna, defensora de derechos del Servicio Social Pasionista, cree que por años las juventudes han servido como chivo expiatorio para los gobiernos de turno. Los hombres jóvenes, dice, siempre fueron el blanco perfecto para estigmatizar, para castigar, para criminalizar.

«Tenemos un par de décadas de estar tratando de denunciar y visibilizar cómo las juventudes, y en particular los hombres que viven en situaciones de pobreza, se ven en esas condiciones de estigmatización, de exclusión, de falta de oportunidades y de persecución policial y militar», comentó.

Para ella, además de jóvenes, son perfiladas como sospechosas las personas que viven en comunidades empobrecidas, comunidades que históricamente han sido marginadas.

Reyna, al igual que Alemán, considera que además de la juventud y la pobreza, hay un nuevo elemento bajo sospecha: «El nuevo perfil de las personas que son criminalizadas en El Salvador, y pareciera que va a ser la tendencia de ahora en adelante, son las personas que luchan por los derechos humanos. Son las personas que tratan de señalar los actos de corrupción, señalar el robo descarado de quienes están en el poder», dijo.

El Salvador tiene la tasa más alta de encarcelamiento del mundo. Está arriba de países como Cuba, Ruanda, Estados Unidos o Turquía. Hay 1,659 personas privadas de libertad por cada 100 mil habitantes, según los datos más recientes del Informe Mundial sobre Prisiones. El hacinamiento carcelario creció desde la aprobación del régimen de excepción, en marzo de 2022. Disminuyó la violencia, pero también incrementaron las denuncias por crueldad dentro de las cárceles.

Samuel Ramírez, vocero del Movimiento Víctimas del Régimen (MOVIR), una organización que denuncia capturas arbitrarias, coincide con Alemán y Reyna en que la sospecha siempre apunta a las personas más pobres: «Antes se acusaba a la gente de ser agitador social, comunista. Y ahora son los pobres: se les acusa de extorsionistas, de pandilleros, de vender ilegalmente, se les acusa de usurpadores, se les acusa de todo. Son los pobres las víctimas del gobierno de turno», declaró.

Celia Medrano, periodista y defensora de derechos humanos, mencionó que las personas que migran siguen siendo tratadas como sospechosas, tanto en Estados Unidos, principal destino de la emigración salvadoreña, como en el mismo país que dejaron.

«Expulsados de su país, arrancados de sus arraigos, trabajadores baratos y perseguidos como criminales en el país de destino, señalados como fracasados o delincuentes al ser deportados…A ellas y ellos sigue vigente el retrato de Roque Dalton de un salvadoreño en el extranjero», afirmó Medrano, quien en los últimos años se ha especializado en estudiar la migración centroamericana.

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