La nueva guerra es más compleja, más tecnológica, pero no por ello menos brutal.
La nueva guerra es más compleja, más tecnológica, pero no por ello menos brutal.
Antes de que Rusia empezara la guerra de Ucrania en el 2022, la población ucraniana rondaba los 41 millones de personas, y su territorio más de 600,000 km cuadrados. Tras 3 años y medio de guerra, dicho país ha perdido el 19% de su territorio, más de medio millón de personas en los campos de batalla entre muertos y heridos, entre 5 y 6 millones por migración huyendo de la guerra, y otros 5 millones que han quedado tras las líneas rusas.
Esta guerra está siendo muy costosa para Ucrania, pero considerando que están enfrentando a nada más y nada menos que Rusia, que sigan en pie hoy en día es tanto admirable como llamativo. La presente columna busca acercar la lupa a la complejidad del conflicto y dar sentido a estos hechos.
2022
Rusia empezó la invasión con poco más de 200,000 soldados (el grueso de su ejército profesional), y Ucrania debió enfrentarlos con la poca ayuda que había llegado previamente, la asistencia de inteligencia de sus aliados, y coraje, nada más. Es uno de los períodos más difusos en cuanto a la mortalidad ucraniana, pero es sabido que fue especialmente alta. No quedó más remedio que detener a Rusia con sangre.
El mal planteamiento de la operación llevó al fracaso ruso en la primera fase de la guerra comprendida entre febrero y abril de 2024. Desde ese momento, Ucrania se movilizó superando numéricamente al desgastado ejército invasor, la ayuda extranjera empezó a acumularse, y de pronto quedó claro que Rusia intentó comer más de lo que podía morder.
Esta dinámica llevó a una sensible superioridad ucraniana que permitió las contraofensivas de Jarkov y Jersón, vergonzosas y preocupantes derrotas que hicieron entender a Putin que, si pretendía ganar, debía subir la apuesta. Y así llegamos a la primera movilización de 300,000 soldados en septiembre de 2022 (los primeros de más de 1 millón a fecha de esta columna).
La guerra se intensificó, Rusia recuperó fuerzas, la ventaja, y empezó el largo y lento desgaste que persiste en la actualidad.
El cambio en la naturaleza de la guerra
Pero no solo de número de soldados se trata el pelear una guerra, existen muchísimos factores como el económico e industrial, y por encima de todo, el tecnológico.
Históricamente los conflictos han sido sinónimo de innovación y destrucción. Por ejemplo, la proliferación de las ametralladoras dejó obsoleta la caballería a inicios de la primera de guerra mundial en 1914. Cargar cientos o miles de caballeros contra una línea de armas automáticas era un suicidio. Esta pérdida de movilidad dada por la novedosa potencia de fuego es lo que en última instancia llevó al estancamiento en las infames trincheras de este conflicto, algo que no se vería superado hasta con la invención del tanque 3 años después.
Luego de la segunda guerra mundial, el campo de batalla quedó dominado por lo que en jerga militar se llama “grandes plataformas” o “plataformas monolíticas”. Entiéndase esto por el tanque, los aviones, los helicópteros, los portaaviones, etc., todas esas grandes y emblemáticas máquinas de matar.
En la actualidad esas grandes plataformas no son igual de potentes ni rentables, la creación de nuevas armas más pequeñas y baratas que inutilizan estas máquinas está cambiando la naturaleza de la guerra. Un misil stinger con un valor de aproximadamente 150,000 dólares es capaz de destruir un tanque ruso T90 de 4 millones de dólares al instante.
Por si fuera poco, la necesidad de soldados se ha reducido. Ahora un dron es capaz de soltar un mortero a kilómetros de distancia y eliminar a toda una patrulla enemiga. El dron es capaz de suplir el hueco que deja la falta de soldados sin llegar a sustituirla, claro.
Así pues, la aparición de los drones, los misiles de crucero, las bombas planeadoras, entre otras, ha llevado la guerra a un nuevo cambio de paradigma, otra transformación tecnológica que modifica las reglas de juego. Y Ucrania es la consumación de ello, algo que ha jugado en favor de la supervivencia de este país.
2023 – 2025
Con lo anterior en cuenta, es mucho más fácil entender que Ucrania pasara a la defensiva luego de su fracasada contraofensiva de 2023, y que pudiera hacerlo tan eficazmente. Se usan bombas guiadas ahí donde hay concentración de tropas, artillería de precisión para destruir la logística enemiga, misiles portátiles para destruir tanques, drones para machacar la infantería, y cuando se llega al frente a frente, las fuerzas rusas están muy desgastadas y es fácil repelerlas.
Estos cambios han dado ventaja a la defensa. Y ante eso ¿qué ha hecho Rusia? Pues avanzar con fuerza bruta. Haciendo bombardeos colosales que destruyen ciudades enteras, y lanzando oleada tras oleada de soldados reemplazables que debiliten una y otra vez a los ucranianos, hasta que un ataque finalmente tenga éxito.
La mentalidad de estar dispuestos a sufrir duras bajas con tal de vencer es lo que ha llevado a Rusia a sus triunfos más reciente, así como aprovechar su superioridad numérica para abrumar a los soldados ucranianos.
Esta ha sido la dinámica de al menos los últimos dos años y medio de guerra. Por eso Rusia avanza lento, dejando un reguero de muerte tras de sí, mientras Ucrania si bien se sigue defendiendo en forma gracias a todas estas ventajas, le es imposible poder atacar por las mismas razones y su creciente debilidad.
La nueva guerra es más compleja, más tecnológica, pero no por ello menos brutal.
Especialista en temas internacionales
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