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Cohetería Sahuayapa, una tradición que explota la alegría en El Salvador

En Apastepeque, la familia Molina preserva un oficio con más de 150 años de historia: la fabricación artesanal de cohetes de vara y “toritos”.

Cohetería de Apastepeque que elabora fuegos artificiales y pólvora. San Vicente, El Salvador.

En el distrito de Apastepeque, San Vicente, la pólvora no es solo un producto, es parte del alma del pueblo. Allí, entre calles empedradas y tradición centenaria, se ubica la cohetería Sahuayapa, propiedad de los hermanos Alcides y María del Rosario Molina, herederos de un legado que inició hace más de siglo y medio con Jesús y María, pioneros del oficio pirotécnico.

La historia pasó de generación en generación; de ellos a su hijo Simón, luego a Rogelio, y finalmente a los actuales custodios de esta tradición, quienes, pese tener problemas de lenguaje y audición, han convertido las chispas de pólvora en auténticas obras de arte festivo..

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En el taller, el silencio no es ausencia de comunicación, sino que se llena de gestos, miradas y manos que se mueven con precisión. Alcides y María dirigen un equipo de varios operarios y la mayoría maneja el lenguaje de señas para coordinar la producción.

Entre los trabajadores se encuentran Daniela y Ángel, hijos de Alcides, quienes con avidez conocen a la perfección este oficio que, aunque es fascinante, no deja de ser un tanto peligroso.

Cohetería de Apastepeque que elabora fuegos artificiales y pólvora. San Vicente, El Salvador.
Cada empleado le pone dedicación a su arriesgado trabajo. Foto: EDH / Emerson del Cid

En el taller la producción es un baile coordinado de manos que moldean, cortan, pegan y cargan, demostrando que la comunicación va más allá de las palabras.

Para sus empleados, el trabajo es más que un ingreso: es una oportunidad de pertenecer a una tradición que forma parte de la identidad de Apastepeque.

La jornada empieza con la preparción de materia prima: clorato y salitre, base de la pólvora que alimentará cohetes de vara, “toritos” y otros productos.

El proceso es meticuloso: preparar mechas, cortar carrizos, artillar toritos y armar candelas para castillos, siempre cuidando que cada pieza tenga el toque artesanal que caracteriza a la cohetería.

Nada se deja al azar

En Sahuayapa, nada es en serie. Los “toritos”, esas estructuras coloridas que bailan, giran y asustan en las fiestas, son únicos. Las caras se elaboran en cartón grueso, dibujando con mano firme el rostro del toro, cada uno diferente al anterior. Los precios varían entre $30 y $45 por pieza, mientras que cada cohete de vara se vende a un dólar.

“Tratamos de que las caras de los toritos sean diferentes; eso nos caracteriza y nos hace diferentes a otras coheterías”, cuenta Alcira Molina, de 28 años e hija de Alcides, quien asegura que ese detalle hace que cada celebración tenga un toque único.

Cohetería de Apastepeque que elabora fuegos artificiales y pólvora. San Vicente, El Salvador.
La familia Molina conserva la colorida tradición. Foto: EDH / Emerson Del Cid

Un detalle clave en la fabricación de cohetes es la vara que los impulsa. En Sahuayapa no se deja nada al azar; las varas provienen de Nahuizalco, Sonsonate, y pasan por un riguroso proceso de selección. Las rectas son las más codiciadas, pues garantizan dirección y estabilidad en el vuelo. Alcides y su equipo revisan una por una antes de incorporarlas a la producción.

Orgullo con amenaza de extinción

A pesar de su historia y calidad, el negocio enfrenta retos que ponen en riesgo su continuidad. Ángel recuerda que antes de 2019 el negocio era rentable. Desde entonces, asegura, las exigencias gubernamentales han aumentado y encarecido la producción. A esto se suma el alza de precios de la materia prima y la creciente presencia de productos pirotécnicos chinos en el mercado, más baratos pero de menor calidad, que seducen a los compradores menos exigentes.

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La transculturización es otra amenaza: las nuevas generaciones, más conectadas a celebraciones modernas, ven la pirotecnia como algo del pasado.

“Con el gobierno actual han variado muchas cosas, por ejemplo el acceso a los materiales es bien difícil; hay muchos requerimientos”, expresa Ángel, de 20 años. “Este negocio actualmente no es tan rentable porque el incremento en los costos de la materia prima ha sido exagerado”, agregó.

El taller de la cohetería Sahuayapa está ubicado estratégicamente en el barrio Calvario, lejos de zonas residenciales para prevenir daños en caso de accidente. Es un espacio amplio, donde el olor a pólvora y el color de los papeles y pinturas llenan el ambiente.

El lugar ha sido reconocido oficialmente. Hace varios años, la alcaldía de Apastepeque le entregó el título de “Negocio distinguido” por su trayectoria ininterrumpida en la pirotecnia durante más de 150 años.

Cohetería de Apastepeque que elabora fuegos artificiales y pólvora. San Vicente, El Salvador.
Muchos «toristos» salen del taller para luego entretener en los pueblos de El Salvador. Foto: EDH / Emerson Del Cid

Un catálogo que enciende cualquier fiesta

La producción de la cohetería es variada y se extiende durante todo el año. Además de cohetes de vara, elaboran cohetes de bomba, de luz, de tres bombas, “toritos” de luz, “toritos” corrientes y dobles, “soles” de diferentes tamaños, granadas de bomba y luz, yardas de artillería, “metros de lluvia”, muñecas, baterías de luces, ráfagas de 50 cohetes y espectaculares “castillos” que se solicitan para eventos especiales.

Cada pieza sigue un proceso artesanal que mezcla tradición, precisión técnica y creatividad.

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Osmín Monge
Osmín Monge