Light
Dark

Recuperar el arte de conversar

Apostemos más a las relaciones humanas, conversemos, escuchemos, dialoguemos, interesémonos más por los demás.

Visto por encima pienso que es difícil rebatir a alguien que nos diga que estamos todo el día conversando. Más complicado hacerlo, incluso, en estos dorados tiempos de los teléfonos inteligentes, aplicaciones y redes sociales.

Pasamos 24/7 en relación (¿verbal?) con otras personas. De hecho, quizá nos sentimos más cómodos con la pantalla en la mano que frente a frente con otros, o quizá no. Como sea, es indudable que nos comunicamos, y mucho; pero ¿conversamos?

Lo cierto es que, cada vez con más frecuencia, estando entre amigos, colegas, familiares, clientes, el teléfono se convierte en un protagonista. Miramos la pantalla en lugar de ver a los ojos a los demás. Nos reímos o nos preocupamos más de lo que aparece en el smartphone que de lo que nos están diciendo quienes nos rodean. Hay quienes, incluso, que prefieren mil veces un mensaje de voz, o un emoji, que una llamada telefónica.

A veces no hace ni falta que encendamos el teléfono. Su muda presencia sobre la mesa, de un restaurante, por ejemplo, hace que las cosas sean diferentes entre los comensales. Tanto hemos llegado a depender de la comunicación virtual.

Esta nueva vida mediada nos mete en unos problemas que quizá ni sospechamos. No solo nos deshumaniza (en el sentido más propio del término), sino que muchas veces nos impide que alcancemos niveles mínimos de humanización. No exagero.

La comunicación terciada por el software hace que estemos perdiendo la capacidad de escuchar, de leer las emociones en las caras y en el lenguaje corporal de los demás, de tener empatía y compasión. Hay quienes que no han experimentado la alegría y serenidad que da ser escuchados; el gozo -la eureka podríamos decir- de llegar a una conclusión, a una idea, a un proyecto, razonando mientras se dialoga; el hecho de cerrar un negocio con la seguridad de que todos los involucrados ganan más que dinero en su puesta en marcha. Y, quizá, lo más importante, estamos perdiendo la oportunidad de quedarnos «a solas» y reflexionar. ¿Qué más humano que todo lo anterior?

¿Cómo es posible que nos escondamos unos de otros aún cuando estamos constantemente conectados, Internet mediante? Lo es. Las pantallas hacen que tengamos múltiples rostros, dependiendo de con quien estamos chateando, en que aplicaciones posteamos, y qué páginas web frecuentamos. La ciber identidad (permítaseme el término) es fácilmente editada, compuesta, filtrada, mejorada.

Por esto, y por muchas más razones, es evidente que para alcanzar mejores niveles de desarrollo personal, una calidad mejor de nuestra convivencia, una solidaridad que verdaderamente se ocupe de la humanidad propia y de los demás, no es necesario dejar de comunicarnos por medio de aplicaciones y redes, pero sí dejar de hacerlo solo de este modo. Es muy necesario recuperar el arte de la conversación, esa que toma en cuenta a nuestros interlocutores en su humanidad y no solo en cuanto nos son útiles, nos divierten, nos informan o nos enriquecen. Comencemos, al menos, por dedicar tiempo y espacio físico a aquellos con quienes estamos más conectados (humanamente hablando) y vayamos soltando amarras con aquellos con quienes estamos más conectados (cibernéticamente hablando). Cambiemos, para empezar, llamadas por teléfono por emojis, visitas presenciales por citas virtuales, likes por felicitaciones… empezar por un «¿cómo estás?» no tiene precio, pues uno no sabe hasta donde se puede llegar si la pregunta se hace sinceramente.

Apostemos más a las relaciones humanas, conversemos, escuchemos, dialoguemos, interesémonos más por los demás. Por la cuenta que nos trae, por la riqueza que estamos perdiendo, por la infinitamente mejor vida que las interacciones humanas proporcionan a quienes las experimentan, por el modo positivo como se contribuye así al crecimiento de los demás, empezando por aquellos que más nos importan. Y, sin egoísmos, por el enriquecimiento y el crecimiento personal que todo esto comporta.

Ingeniero/@carlosmayorare

Patrocinado por Taboola