Nada de eso devolverá la vida de la joven, Jessica Solís, que sólo había ido al corazón de San Salvador a comprar medicinas para su familia, pero debe ser una base para evitar la impunidad.
Nada de eso devolverá la vida de la joven, Jessica Solís, que sólo había ido al corazón de San Salvador a comprar medicinas para su familia, pero debe ser una base para evitar la impunidad.
Los salvadoreños, sobre todo los capitalinos, se vieron conmovidos la semana anterior por la muerte de una joven por el disparo accidental del arma de un soldado destacado en el Centro Histórico de San Salvador.
Quedó registrada la eficiente rapidez con la que fue evacuado el cuerpo y limpiada la escena, en el frontispicio del Palacio Nacional, pero también la admisión de la responsabilidad por las autoridades militares y el ofrecimiento de resarcir a la familia doliente por el daño. La Policía presentó incluso al soldado presuntamente responsable del hecho, un joven que mostraba desconcierto e incertidumbre en su rostro.
Ciertamente, nada de eso devolverá la vida de la joven, Jessica Solís, que sólo había ido al corazón de San Salvador a comprar medicinas para su familia, pero debe ser una base para evitar la impunidad. Hay que reconocer que hubo una respuesta inmediata, no como en otros casos en que los hechos quedan sin castigo, aunque el supuesto responsable debe ir a juicio primero para determinar si es realmente culpable.
Sin embargo, es importante reflexionar sobre la necesidad de capacitar más a los efectivos militares que apoyan a la policía para que no accionen sus armas de guerra o actúen de forma imprudente, sobre todo en medio de gentíos.
Hace unos años, un manifestante fue herido mortalmente por una bala de goma disparada por un policía a corta distancia cerca de la alameda Roosevelt y lo mismo sucedió tiempo después en el barrio de San Jacinto, en el sur de la ciudad. Precisamente por hechos como se advirtió por años que no era conveniente que miembros de la Fuerza Armada, que no están capacitados para ese propósito y que llevan armas sofisticadas de alto calibre, desempeñaran labores de seguridad pública. Incluso ese fue el espíritu de los Acuerdos de Paz de 1992 al separar las carteras de Defensa y Seguridad Pública, pero está claro que el embate de la delincuencia llevó en cierto momento a la policía a necesitar el apoyo de la Fuerza Armada.
Ahora es importante reflexionar si es conveniente seguir con esa práctica y cómo se puede evitar que hechos como la muerte de Jessica se repitan.
La muerte de Jessica no debe quedar impune y debe ser para evaluar cuán preparados están los policías y los militares –sobre todo estos últimos– para el trabajo en seguridad pública y que hechos como este no se repitan y otras familias tengan que llorar a sus seres queridos.
Más deuda que tendrán que pagar los salvadoreños
En la misma sesión plenaria en que se observó un minuto de silencio por Jessica, la Asamblea Legislativa dominada por Nuevas Ideas y sus aliados votó por un nuevo endeudamiento para el país por más de 531 millones de dólares que inicialmente se dijo que eran para salud y educación pero que al final quedó claro que será para gasto corriente del gobierno.
El problema es que el dinero parece seguir cayendo en un hoyo sin fondo, incluso cuando se dijo que «no habría necesidad de más empréstitos porque el presupuesto estaba totalmente financiado», mientras los salvadoreños de las presentes y las futuras generaciones quedamos condenados a pagar esos dineros y se sustraen fondos de donde sea, sobre todo de los ahorros de pensiones de los trabajadores.
Mucha gente piensa que «¿y a mí qué me interesa si no ese dinero no sale de mi bolsa?», pero se equivoca, porque sí lo pagamos todos. Los gobiernos del FMLN decretaron 22 nuevos impuestos precisamente para pagar deudas adquiridas por ellos y previas administraciones.
Pero al ritmo de gasto gubernamental que se lleva puede llegar el momento en que no habrá dinero y el país no será sujeto de crédito y nadie querrá prestarle, lo cual puede derivar en una crisis como en Argentina a finales de los 90 o como en los 80 en Perú, cuando Alan García se negó a honrar la deuda externa y llevó al país a una debacle financiera.
Es importante parar esa carrera descontrolada de gasto excesivo y sin rendir cuentas, pues de continuar así, el minuto de silencio será para la economía de nuestro país.
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