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La soberanía alimentaria comienza en nuestro hogar

Cultivar nuestros propios alimentos es una excelente forma de reducir el estrés y fomentar hábitos más saludables. También es una oportunidad para aprender sobre sostenibilidad.

¿Sabías que no hace falta vivir en el campo para cultivar tus propias frutas y verduras? Gracias a los huertos urbanos, todos podemos hacerlo, sin importar dónde vivamos. Estos espacios pueden estar en terrazas, patios o parques, y no solo permiten disfrutar de alimentos frescos, sino que también mejoran la calidad del aire y crean un sentido de comunidad entre vecinos.

Los huertos urbanos ofrecen muchas ventajas, más allá de cultivar alimentos. Son una fuente de comida fresca y saludable, ayudan a reducir la contaminación al disminuir la necesidad de transportar productos desde largas distancias y permiten reciclar desechos orgánicos para usarlos como abono. Además, las plantas mejoran la calidad del aire y ayudan a regular la temperatura en las ciudades.

Cultivar nuestros propios alimentos es una excelente forma de reducir el estrés y fomentar hábitos más saludables. También es una oportunidad para aprender sobre sostenibilidad y trabajar en equipo, ya que son proyectos comunitarios donde la gente se une para trabajar la tierra.

Para los niños, los huertos ofrecen muchos beneficios: les permiten desarrollar una conexión directa con la naturaleza, aprender sobre el ciclo de vida de las plantas y experimentar un sentido de logro y satisfacción, lo que refuerza su autoestima y les enseña la importancia de cuidar el medio ambiente desde pequeños.

En tiempos de crisis surgen respuestas alternativas «micro», como símbolos de esfuerzo que hay que ir construyendo desde lo pequeño. Estas alternativas transforman vidas. Acciones al parecer insignificantes, pero que se interrelacionan con toda la realidad: con la economía y el fortalecimiento de nuestros derechos fundamentales como la alimentación. 

Los huertos urbanos demuestran que la agricultura es una actividad accesible para todos, independientemente del espacio o recursos disponibles. Son una forma práctica y gratificante de involucrarse con la naturaleza y crear un impacto positivo en la comunidad y el medio ambiente.

Son un recordatorio poderoso de que la naturaleza puede encontrar su lugar en cualquier rincón de la ciudad. Estos pequeños espacios de cultivo nos permiten disfrutar de alimentos frescos y saludables, conectarnos con la tierra y cultivar una comunidad más fuerte y sostenible. La construcción hacia la agricultura urbana es una muestra de cómo la naturaleza y la vida urbana pueden coexistir en armonía, brindándonos una experiencia enriquecedora y gratificante. 

A falta de políticas públicas enfocadas a nuestras comunidades, el programa Cosechando Sonrisas bajo mi dirección está implementando gradualmente Huertos urbanos y micro granjas con el objetivo de poder transformar la vida de muchas familias salvadoreñas que viven en situaciones de vulnerabilidad. Con mucho esfuerzo les brindamos la semilla el abono y la asesoría técnica desde la siembra hasta la cosecha de manera gratuita. Además, para la creación de micro granjas entregamos los pollitos ya vacunados, concentrado e insumos de utilidad para la construcción del corral.

Los salvadoreños me han demostrado que quieren cultivar pero que muchas veces el freno está en lo económico en el alto costo de los insumos agrícolas como la semilla, por ejemplo, una libra de semilla de rábano cuesta aproximadamente 90 dólares. 

Por lo que cultivar nuestros propios alimentos a pesar de todas las limitantes es una forma de resistencia y de decirle al Estado que como ciudadanos organizados y responsables estamos buscando alternativas ante el alto costo de la Canasta Básica.

Los huertos comunitarios son una herramienta de acción de apoyo para la comunidad y la ciudad para abordar tanto la equidad como la resiliencia.

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