En un último episodio, en San Bernardino, California, los agentes llegaron a decir que ellos “habían sido agredidos” cuando el conductor huyó.
En un último episodio, en San Bernardino, California, los agentes llegaron a decir que ellos “habían sido agredidos” cuando el conductor huyó.
🖱️ NOTA DEL DÍA
Hay todo un revuelo en Washington a raíz del “gravísimo, artero ataque” a un agente de inmigración a quien un estadounidense indignado por las redadas le lanzó un sándwich, algo por lo que son capaces de pedir cadena perpetua o hasta ejecución…
Al pobre hombre, que trabajaba en una oficina de gobierno, lo despidieron de inmediato, alegando, la jefe, que «debe respetarse a nuestros agentes de autoridad», sin duda, preludiando una especie de «maldición gitana» sobre su cabeza, dejarlo marcado de por vida.
Exigen respeto a quienes no respetan a nadie, como todo el mundo lo evidencia diariamente. Al hechor lo detuvieron y casi de inmediato se presentaron VEINTE agentes más para intimidarlo, recordarle que ellos son prácticamente «sagrados», etcétera. Si, reclaman respeto quienes sin orden judicial ni respaldo legal no dudan en atacar en masa a pobres jornaleros, contraminan sus cabezas contra el pavimento y los refunden en apestosas jaulas, sin olvidar que ya se atrevieron a disparar sus armas a una familia.
En un último episodio, en San Bernardino, California, los agentes llegaron a decir que ellos “habían sido agredidos” cuando el conductor huyó. Tres diferentes videos en los medios muestran lo contrario. Afortunadamente, nadie resultó herido.
Traumáticas y repulsivas para víctimas y testigos son las escenas de hombres enmascarados que infunden miedo rompiendo vidrios de autos cuando legítimamente los conductores les comienzan a pedir que se identifiquen y muestren sus placas. Los pobres capturados son refundidos en jaulas en condiciones precarias, les dan comida podrida, los maltratan y los envían amarrados a lugares que solo por casualidad son aquellos donde nacieron, como Sudán del Sur, un país africano en guerra, donde se hablan idiomas y se tienen costumbres muy, muy diversas de lo que los hispanoparlantes, el principal blanco de las deportaciones, les caracteriza.
Los abusos y la fuerza desmedida en Washington DC le costaron a un agente federal que le hirieran en la cabeza sus mismos compañeros al abalanzarse en grupo y hacerlo caer de espaldas al pavimento con el inmigrante que estaban deteniendo.
El incidente al que hacemos referencia al inicio, el del sándwich, ilustra lo que por desafortuna caracteriza a cierta gente, «acabarse» a otro con quien entran en conflicto, versus simplemente ignorar un hecho desagradable, que hasta un juez consideró irrelevante.
Sin embargo, algunos de los que detentan el poder no dudan en utilizarlo para desahogar odios patológicos o sádicos, como el corrupto dipsomaníaco de Funes —el que se llevó 351 millones de dólares de los salvadoreños—, que propició la muerte a pausas del expresidente Flores, a quien escarnecía además exhibiéndolo prisionero en un carro patrulla por todo San Salvador.
Pero más temprano que tarde le llegó su fin al corrupto, prófugo, solo, en otro país, abandonado por el séquito de hombres y mujeres con los que vivía en la opulencia usando la figura de San Romero como palio para sus fechorías.
Eso es lo que no entienden los dictadores y autócratas: que “les guste o no les guste” —como decía el mismo Funes— tarde o temprano tendrán que rendir cuentas de sus crímenes. Y los que lo entienden son los que se aferran al poder, cambian leyes, prostituyen constituciones, ilusionan constantemente a los pueblos, porque están conscientes de que si lo sueltan se descubrirán sus robos y corrupción y serán juzgados y condenados.
Hasta el mismo Donald Trump duda de que “irá al cielo” cuando muera, por lo que dice que quiere ganar méritos acabando con la guerra en Ucrania y la muerte de miles de personas.
Pero ganaría más puntos en cielo y tierra haciendo que acaben las redadas brutales —que más bien son cacerías— y se respeten los derechos humanos de los inmigrantes, sobre todo de los honrados, trabajadores, que pagan sus impuestos y aman a los Estados Unidos de América y tanto como a sus terruños y pelearían por las barras y estrellas de su bandera.
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