El que ofende a otros por cuestiones de raza, más que denigrar a otros, se denigra y se rebaja a sí mismo.
El que ofende a otros por cuestiones de raza, más que denigrar a otros, se denigra y se rebaja a sí mismo.
“No al racismo” es el slogan que vemos con frecuencia en los partidos internacionales de fútbol. A veces también observamos otros como el que dice “Una sola piel”. El mensaje es claro: ningún tipo de racismo es aceptable en el deporte, que todos los seres humanos somos iguales y que como tales merecemos respeto.
El que ofende a otros por cuestiones de raza, más que denigrar a otros, se denigra y se rebaja a sí mismo. En el reciente encuentro de nuestra selección de fútbol contra Surinam, un sector de la afición ofendió y se burló de los jugadores de dicho país. Lo sucedido fue registrado por delegados internacionales y en estos momentos se discute qué tipo de sanción recibirá El Salvador para los próximos encuentros clasificatorios al Mundial.
Al enterarme de la situación, lo primero que sentí fue pena ajena. Sentí vergüenza de que personas de mi país, personas que comparten mi nacionalidad, se comportaran de esa manera. Algo así nos mancha a todos, pues no se dirá “un sector de la afición hizo esto”, quizá tampoco “los aficionados salvadoreños”; se dirá simplemente “los salvadoreños”. ¡Qué fácil se puede pasar de ser los mejores anfitriones del mundo a una población racista! Después sentí cólera y no pude evitar pensar: ¿a cuenta de qué nos vamos a sentir superiores a otras razas? Tampoco es que nos distingamos en el mundo por nuestra fortaleza física o belleza. Existe un fenómeno interesante y es que las personas más racistas y con más prejuicios no son precisamente los mejores ejemplares de un determinado grupo, sino aquellos que por alguna razón se sienten inferiores y tratan de compensar este sentimiento viendo de menos a los que ellos creen inferiores.
Algunos podrán tratar de justificar estas acciones diciendo que es estrategia, que el objetivo era hacer que perdieran la concentración. Mala estrategia, pues al inducir reacciones de cólera, lo que se consigue es aumentar los niveles de adrenalina, lo que finalmente mejora el rendimiento y disminuye la sensación de cansancio. Los jugadores profesionales no se intimidan con estas cosas, por el contrario, los incentiva a jugar mejor. Y si vienen sanciones, esa gran estrategia va a equivaler a tirarse un balazo en el pie.
Las expresiones racistas indican también una absoluta ignorancia. Se juzga mal lo que no se conoce o lo que parece diferente. Mientras más culta es una persona, mientras más viaja y conoce otras culturas, mientras más se civiliza, menor tendencia tiene a actitudes racistas.
La idea de este artículo no solo es apuntar un hecho sino también encontrar formas de que cosas como las sucedidas no se repitan. Los padres, los maestros, los líderes religiosos, los profesionales y todos los que tenemos una posición de autoridad o de liderazgo debemos transmitir el mensaje de que toda expresión de racismo es inaceptable y que todas sus consecuencias son negativas. Todos los seres humanos somos diferentes, incluso dentro de nuestros propios grupos, pero estas diferencias son positivas y nos hacen más interesantes. Diferentes, pero no mejores ni peores.
Suficiente dolor e injusticias han causado en el mundo y en la historia el racismo como para aceptar que se mantengan o refuercen. El deporte no debería ser una actividad en la que estas conductas negativas se den. Por el contrario, debería ser un medio que nos enseñe que a todos nos calienta el mismo sol, y que todos somos iguales.
Médico Psiquiatra
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