Light
Dark

Cuba, otro año más

Si el espíritu de mi padre me rondara, le tendría que informar de que todo sigue igual en Cuba.

 Si mi padre habitara en otra dimensión tras su fallecimiento, le pondría al día de los acontecimientos desde que partió. Antes de morir en el verano de 2023, se lamentó de que cerraría los ojos sin poder regresar a su país, Cuba, del que tuvo que exiliarse cuando tenía dieciocho años. No era un lamento desgarrado, sino melancólico. Al cabo de toda una vida fuera de su tierra, no había en él visos de nostalgia. Más bien, se trataba del pesar que sentía al ver la isla, y a los compatriotas que allí viven, en condiciones tan deplorables por culpa de una dictadura que, aunque malamente, lleva en pie más de seis décadas. 

Si el espíritu de mi padre me rondara como en una novela sustentada por el realismo mágico, le tendría que informar de que todo sigue igual en Cuba. Incluso, que las cosas están aún peor. A él le costaría creerlo, pues siguió de cerca el terrible “periodo especial” que padecieron los cubanos en la década de los noventa a partir del colapso de la Unión Soviética y desprovistos de las subvenciones que Moscú proveía al régimen castrista. Fue una época tenebrosa en la que el pueblo no tenía que comer y la falta de alimentos propiciaba todo tipo de enfermedades debilitantes. También estuvo al tanto de las penurias que sufrieron cuando en 2020 estalló globalmente la pandemia del Covid-19. Hacía tiempo que Fidel Castro había muerto y su hermano Raúl supervisaba desde la sombra la gerencia en manos de Miguel Díaz-Canel, cuya principal función es la de garantizar el continuismo del fallido modelo comunista. Díaz-Canel ha resultado tan torpe como sus dos mentores. Y así hasta el día de hoy.

Si tuviera delante el sereno espectro de mi padre, le leería en voz alta los reportajes en el diario español El País de la joven periodista cubana Carla Gloria Colomé –cuando vivía en la isla ejerció el periodismo independiente que confronta las mentiras del régimen. En ellos documenta la desesperación de los cubanos que viven en la oscuridad por apagones que ya son constantes. La crisis energética cobra dimensiones trágicas en los hospitales destartalados del país: “en un país colapsado, hay quien necesita de la luz para sobrevivir”. La reportera, hoy en día radicada en Estados Unidos, recoge testimonios desgarradores desde la isla. Por faltar, en los centros sanitarios falta hasta la luz en los quirófanos. En otro de sus reportajes, Colomé resalta el testimonio de gente desesperada. “Nos estamos muriendo”. Y dentro de Cuba la publicación independiente 14yMedio, con Yoani Sánchez y Reinaldo Escobar al frente del diario digital, también da cuenta de la grave situación que atraviesa un país donde los anaqueles de las farmacias están vacíos porque no hay medicamentos para la población.

Además, le comentaría a mi padre que la prensa estadounidense también se hace eco del vía crucis diario de los cubanos. En el Wall Street Journal, Juan Forero y Ryan Dubé describen una crisis que ha empeorado por el bloqueo estadounidense a buques petroleros venezolanos que suministran crudo al famélico régimen cubano: “Los cubanos padecen hambruna, están sufriendo enfermedades que se propagan y duermen a la intemperie sin electricidad para encender ventiladores en las noches sofocantes.” Washington está haciendo una apuesta doble: acorralar a la dictadura de Nicolás Maduro y, como consecuencia de ese cerco, que el régimen de La Habana colapse en un efecto dominó. Lo futurible forma parte de las maniobras políticas.

Mi padre ya no está, pero si pudiera departir con él en un universo Matrix, me repetiría algo que me decía en vida: más allá de los vaivenes de Estados Unidos con el castrismo desde la Guerra Fría, que en la década de los sesenta puso al mundo al borde de una conflagración nuclear, la dictadura que impusieron los hermanos Castro en 1959 es la causante de los males que soporta el pueblo cubano. Y todos los que han contribuido a perpetuar sus atropellos y crímenes llevan a cuestas tamaño delito. Podríamos incluir a los que todavía dan rodeos con tal de no llamar a las cosas por su nombre. ¿Acaso se puede obviar el término “dictadura” a la hora de valorar la inmensa cárcel que es la isla bajo el legado castrista que hoy tutelan Díaz-Canel y su tropa? ¿Y qué pensar de quienes ponen más énfasis en las políticas más o menos acertadas de Estados Unidos que en el simple hecho de que los cubanos ya no tienen memoria de cómo funciona una sociedad libre?

Cuánto me habría gustado convocar el espíritu de mi padre en este año que está  punto de concluir para anunciarle la buena nueva: al fin acabó la pesadilla y los cubanos dentro y fuera de la isla estrenan esa transición a la democracia que soñaste tantas veces como un arquitecto de puentes que unen orillas. Tristemente, leo las crónicas acerca del derrumbe sobre más derrumbe en Cuba. De eso y de mucho más hablaría con mi padre, si no fuera porque ni él ni yo nunca creímos en otra vida que no fuera la de este mundo perecedero por el que hay que luchar con uñas y dientes por y para la libertad. En todo caso, me limitaría a decirle: Cuba, otro año más.

Patrocinado por Taboola