A Barrios se le ve como el heredero de la tradición liberal más radical y a Dueñas como el representante del poder conservador.
A Barrios se le ve como el heredero de la tradición liberal más radical y a Dueñas como el representante del poder conservador.
Gerardo Barrios (1813-1865) y Francisco Dueñas (1810-1884) son dos personajes clave en la historia política salvadoreña de mediados del siglo XIX. La historiografía tradicional los ha visto como polos opuestos. A Barrios se le ve como el heredero de la tradición liberal más radical y a Dueñas como el representante del poder conservador, por ende, muy ligado a Rafael Carrera y al partido conservador guatemalteco y al clero. Ciertamente, algunas facetas de su vida política y de su gestión de gobierno son muy diferentes, pero esos contrastes bien podrían deberse no tanto a sus principios políticos e ideológicos y los objetivos que perseguían, sino a su estilo de hacer política.
En cierto modo la oposición entre Dueñas y Barrios refleja las diferencias que existían al interior de la élite. Ambos eran miembros de ella, compartían un imaginario liberal ilustrado, pero las maneras en que pretendían llevarlo a la práctica eran muy diferentes. En el fondo, el gran problema era cómo manejar la herencia del pasado; es decir, de qué manera conciliar los principios de la política moderna con la realidad social del país. Los llamados “conservadores”, entre los cuales, y sin mucho análisis se ubicó a Dueñas, optaron por cambios lentos y pausados, postergando las transformaciones más controversiales, a cambio de tener un clima político más estable que a la larga compensaría la obligada demora. Por el contrario, los “liberales”, cuyo epítome para El Salvador es Barrios, dieron prioridad a los cambios y chocaron con las estructuras del pasado y los valores que estas portaban.
Mantener una oposición radical entre Barrios y Dueñas no ayuda a comprender mejor la historia del siglo XIX. Por lo menos en lo que a la cuestión municipal se refiere es evidente que tanto Barrios como Dueñas trabajaron en pro de la centralización del poder y por ende por la subordinación del poder local. En el fondo ambos deseaban y necesitaban un ejecutivo fuerte, con capacidad de imponer su autoridad en todo el territorio y a ello dedicaron buena parte de sus energías. Sin embargo, los métodos utilizados fueron muy diferentes y en este punto es necesario reconocer que la personalidad de cada uno fue determinante.
Barrios no tenía el tiempo — ni la paciencia — para construir una institucionalidad que fundamentara su poder; por lo tanto, recurrió a la imposición y la fuerza. Una muestra de ello es la cantidad de decretos y acuerdos que emitió; muchos de los cuales estaban destinados justamente al sometimiento y control de los poderes locales. Un buen ejemplo es el Reglamento de gobernadores, jefes de partido, concejos municipales, alcaldes y jueces de paz, del 12 de noviembre de 1861, que dejaba en manos del gobernador departamental la designación de los alcaldes municipales; obviamente los alcaldes serían afines al gobierno.
El éxito inicial de esa disposición se evidencia en el apoyo que tuvo el caudillo durante los años de 1861 y 1862, así lo demuestra la cantidad de actas municipales a favor de Barrios que la Gaceta publicaba. Sin embargo, era lógico que una medida terminaría generando mucho descontento en la población. Buena parte del apoyo que recibió Dueñas cuando se levantó contra Barrios provino de los pueblos que buscaban recuperar sus libertades políticas. La ciudad de Sonsonate fue una de las que más se opuso a Barrios, el 29 de junio de 1863 se pronunció alegando entre otras razones: “Que mientras en las tradicionales monarquías europeas, los soberanos absolutos están otorgando a sus pueblos concesiones que deben conducirlos al goce de su soberanía, el Gral. Barrios ha restringido la de los del Salvador, hasta el grado de privarlos de que elijan sus alcaldes municipales, cuya elección ha puesto a discreción de los Gobernadores.”
En marzo de 1863, hubo revueltas en contra de Barrios en Sensuntepeque. Los rebeldes suscribieron pronunciamientos en los que expresaban las razones por las cuales se levantaban y exhortaban a otros pueblos a pronunciarse en contra del gobierno. Barrios nombró al teniente coronel Paz de los Reyes «juez específico para el embargo y venta de los bienes de los pronunciados, lo mismo que para su juzgamiento». Un día después de haber llegado a Sensuntepeque, Reyes informó a Barrios de los embargos, juicios y encarcelamientos efectuados. Ese tipo de medidas se ajustan muy bien al estilo de gobierno de Barrios; se embargó sistemáticamente los bienes de sus opositores, amén de encarcelarlos o enviarlos como soldados al frente de guerra, como lo muestra Francisco Monterey en sus “Anotaciones”.
Para mediados de 1863, el descontento de los pueblos era generalizado. Un informe del cónsul francés, Monsieur Cabarrus, fechado el 20 de julio, señala que los pueblos de Izalco, Nahuizalco, Sonsonate y Santa Ana se presentaron al cuartel general de Carrera para pedir armas a fin de sostener sus pronunciamientos y que este les dio 2,468 fusiles que había tomado del cuartel de Santa Ana. “Cojutepeque se ha sublevado, el General Bracamonte fue enviado por Barrios para reprimir el levantamiento, pero se encuentra sitiado por las poblaciones; la situación es muy crítica. Santa Ana y Ahuachapán han publicado documentos en los que ellos nombran presidente de la República a don Francisco Dueñas.”
Casos como los anteriores abundan y dan pie para refutar que la caída de Barrios se debió únicamente a la invasión guatemalteca. Para mediados de 1863, se había tejido una amplia red opositora liderada por la facción política liderada por Dueñas. Sin embargo, difícilmente hubiera triunfado de no ser por las luchas de pueblos y comunidades indígenas descontentos con las acciones del gobierno barrista, y que veían su permanencia en el poder como una grave amenaza. Debe recordarse que Barrios había extendido la duración del periodo presidencial a seis años; sus allegados incluso consideraban la posibilidad de una presidencia vitalicia.
Dueñas devolvió a los pueblos la facultad de elegir directamente a sus alcaldes. Tal concesión no significaba que renunciara a controlar las municipalidades; más bien evidencia un modo de proceder diferente. Entre 1864 y 1871, Dueñas, sus ministros y gobernadores trabajaron pacientemente sobre la cuestión municipal y poco a poco fueron construyendo un andamiaje legal que dio como resultado un mayor control del ámbito municipal por parte del ejecutivo. Dueñas procuró no incomodar innecesariamente a las municipalidades, ni exacerbar los ánimos de las comunidades indígenas. Podría decirse que, a la larga y a su modo, Dueñas realizó los sueños centralizadores de Barrios. En tal sentido las diferencias entre ellos no estarían tanto en los fines, sino en las maneras.
Es posible que la formación jurídica de Dueñas haya incidido en su modo de gobernar. Barrios gustaba del ejercicio directo del poder y la fuerza, Dueñas confiaba en la legislación, pero sabía que no tenía sentido decretar una cantidad de leyes sin capacidades para hacerlas efectivas. Por lo tanto, legisló pausadamente, midiendo las reacciones que cada una de sus disposiciones generaba y haciendo concesiones si era necesario. Aparte del apoyo recibido de Carrera, es claro que el estilo de gobierno de Dueñas, fue clave para que se mantuviera en la presidencia hasta 1871 sin mayores sobresaltos.
Historiador, Universidad de El Salvador
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