Dos hombres de la tercera edad narraron sus dificultades para comer cada día e, incluso, para que les den trabajo
El precio mensual de la Canasta Básica Alimentaria Rural alcanzó, en julio, los $190.79, representando -incluso- un aumento de $5,63 respecto a junio; pero Lucas Alfredo Sandoval López, de 75 años, no logra cubrirla.
De hecho, en ocasiones pasa hasta día y medio sin comer porque no cuenta con recursos económicos para adquirir azúcar, tortillas, frijoles, carne, huevos, y leche, que son productos que se incluyen en la Canasta Básica Alimentaria, que está calculada para una familia de cuatro miembros, de acuerdo a datos del Banco Central de Reserva (BCR).
En temporada de mango, el septuagenario come dicha fruta, que hay donde vive, porque no tiene nada más. Aunque cuando la temporada termina le ha tocado aguantar hambre.
Por su edad, no logra conseguir trabajo. En el lugar donde reside, caserío Tegüesilla, cantón Palo Pique, distrito de Ahuachapán, Ahuachapán Centro, ayuda a unos conocidos para cortar la hierba de su terreno; pero de pago recibe, en ocasiones, $1 o, generalmente, las tortillas para su comida debido a que también son de escasos recursos económicos.
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Cuando logra trabajar en la agricultura (milpa) le pagan $3 la jornada; pero no son todos los días.
“Antes yo trabajaba bonito, sembraba mi tierra pero ya con los años (no puedo)”, señaló el septuagenario.
Para colmo, señaló, hace tres meses se cayó, de una altura de cuatro metros, de un árbol de mango que estaba podando. Como consecuencia, su mano izquierda aún la mantiene inflamada; pero aseguró que no le gusta ir donde el médico.
Una persona le cobraba $15 por sobarle la mano. Desistió por no contar con el dinero.
Desde entonces, los dolores en su mano y en su columna son constantes. A lo que se suma los dolores en ambas rodillas.
Sin embargo, eso no lo detiene para buscar trabajo en la milpa de particulares.
Aunque “trabajar bastante, como antes, ya no puedo. Me da tristeza porque cuando estaba macizo (joven) que iba a trabajar lejos, a las 3:00 de la mañana agarraba mi mochila y me iba. Pero ahora así como me ha agarrado esta cosa, ya no puedo. Hoy tengo ocho días que no he trabajado, por eso ni he desayunado”, relató.
Pedir nunca le ha gustado, por eso, confesó, prefiere aguantar hambre y no molestar a sus vecinos, aunque en más de alguna ocasión, hay quienes le comparten tortillas para que coma.
Don Lucas vive solo en una casa de adobe -ya rajada- y láminas que él construyó hace una década.
Los dos hijos que tuvo con su pareja ya fallecieron.
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En la humilde vivienda hay energía eléctrica; pero no es propia. Un vecino se la comparte; pero mensualmente debe de dar $3. El mes de julio no lo pudo pagar porque no ha tenido ingresos económicos suficientes.
El agua se la comparten gratis para el uso personal.
“Estos lugares son bastante pobres, es dura la vida… Me he detenido bastante el hambre porque esos palitos de mango echaban unos; pero ahora como ya se acabaron también. A veces sí (comía mango) porque no me gusta darle a las personas mucha molestia. Ayer no comí, por eso le digo que me agarra una cosa bien fea (mareos)”, contó.
Miguel Ángel Medina, de 70 años, reside en el mismo caserío. Su condición es similar a la de don Lucas.
“Cuando no hay trabajo hasta hambre aguanto; sólo cuando encuentro un día de trabajo como, de ahí para allá ¡hay Dios!, se pone difícil. Hay veces que no hay trabajo en ninguna parte, vendo hasta la cuma para poder comer y después ando prestando (dinero) por si me sale un mi día para comprarla”, relató el ahuachapaneco.
Dependiendo del lugar donde trabaje, en la agricultura, puede recibir un pago de $5 o $10.
Aunque por “chapear” un solar, ganó $3; dinero que debe de administrar para contar con varios días de comida.
Por ejemplo, compra $0.25 de tortillas; se come dos en el almuerzo y guarda las otras para la cena.
“Es una situación tremenda, terrible”, reconoció.
Don Miguel vive con siete personas, cinco nietos, su hija y la pareja de ella. En ambos casos, el nivel de pobreza es similar.
De hecho, él duerme en un saco de nylon que coloca en el corredor de la casa. La edad y un incidente de joven que le provocó una cortadura de su mano derecha, le impiden trabajar como en aquellos años.
En su mano mantiene un dolor e inflamación constante que le generan dificultad para agarrar el corvo.
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