Letras del exfutbolista, escritor e historiador salvadoreño Manuel de Jesús Cañadas para Lionel Messi y Cristiano Ronaldo
Letras del exfutbolista, escritor e historiador salvadoreño Manuel de Jesús Cañadas para Lionel Messi y Cristiano Ronaldo
El argentino Lionel Messi y el portugués Cristiano Ronaldo, dos portentosos futbolistas que hemos tenido la dicha de verlos en su pleno esplendor, están llegando al final de sus carreras.
Messi ha destacado por su habilidad en velocidad, la creación, su visión y lectura del juego, mientras que Ronaldo es elogiado por sus atributos físicos, su impacto en varias ligas y su capacidad goleadora.
Aunque Leo es considerado más completo al participar más en la construcción del juego.
Tienen en común venir de cunas humildes, como casi todos y les han agregado privaciones, empeño, sacrificio y práctica constante para alcanzar la gloria.
Y cada vez que se habla sobre sus dotes es inevitable la comparación.
Ronaldo es más glamour y marketing. Messi va de acuerdo a una imagen más romántica, más cauta.
Ambos son máquinas de jugar fútbol, meter goles y romper récords.
Messi nació hecho, Ronaldo se autofabricó.
A Messi le sobran condiciones, pero la historia está llena de genios que se quedaron en lo que pudieron haber sido y no fueron.
Y debe ser un especialista en dolores, todos aquellos que fuimos inflitrados tantas veces, sabemos lo que eso significa y el argentino fue sometido a un crecimiento hormonal que debe haberlo predispuesto a tolerar penosos procedimientos. Algunos lo culpan por eso, como que si el sufrimiento fuera un placer o una ganga.
Y todo eso lo ha convertido en el deportista más querido y admirado del mundo.
Es que lo suyo ha sido recibir la pelota fuera del área, por el centro o las bandas, frenar súbitamente de cien a cero, iniciar una corrida vertiginosa eludiendo a dos o tres contrarios, prescindiendo de adornos innecesarios, habilitando a sus compañeros mejor ubicados o colocando la pelota donde el portero no podrá llegar.
Pero también inventa goles de fantasía y los ha hecho hasta con el pecho y la cara.
Por eso cuando lo marcan violentamente, los árbitros dudan pues es tan flexible que piensan que no se caerá o seguirá con la pelota, incluso que aún en el suelo se las arreglará para seguir con el balón.
En esas condiciones, para un árbitro frenarlo en su escapada, significa la silbatina.
Leo ha llevado al fútbol a un nivel superlativo tal que a veces transforma a sus compañeros en testigos de sus jugadas.
En un deporte colectivo no se puede ser el mejor sin la ayuda de los demás pero hay veces en que sus compañeros hasta parecen estorbarle.
Pero si hay algo que detesta es dejar de jugar, odia la suplencia.
Ahora con 38 años a cuestas se ha convertido en un director de orquesta que cuando uno de sus músicos o compañeros falla, duda o está en problemas, se les muestra, los acompaña y con sus maniobras aunque espaciadas conduce al onceno.
Por su parte Cristiano Ronaldo llegó a los 40 y hay quienes lo resisten, un narcisista super rentable y productivo.
Todo en él parece haber sido ensayado previamente con el esmero de un primer violín y sus tiros libres más que una jugada, parecen una coreografía repetida hasta la saciedad.
El CR7 ha sido un súper atleta, pues entiende el fútbol como una competencia donde se debe dejar hasta el último aliento, toda vez que sea en función del gol y si es de él, mejor.
Sus corridas por las bandas y su freno son espectaculares y además tiene un sexto sentido para eludir las arteras patadas que pudieran lesionarlo.
A mi modo de ver los grandes futbolistas tiene desarroladas en alto grado dos cualidades: la capacidad de concentración y la capacidad de improvisar sobre la marcha.
Ambos las han tenido en grado superlativo.
Messi se concentra abstrayéndose de todo, como un aislamiento inconsciente.
Ronaldo lo hace llamando la atención, haciendo que todos lo miren mediante actitudes a menudo incomprensibles como cuando no celebra los goles que hacen sus compañeros o sus gestos de desaprobación cuando no lo habilitan frente al marco. Sabe que por si solo puede ganar los partidos con una corrida, un disparo y dentro de tales coordenadas han librado duelos en que la hazaña de uno hace que el otro intente superarlo y viceversa.
Y a manera de conclusión, Leo es alegría pura, Cristiano es aplicación.
Pero todo llega, todo pasa y todo cambia y ya están en un duro y penoso equilibrio entre seguir dolorosamente o abandonar
Y nosotros, lejos de ser prisioneros del sufrimiento por el inevitable final, debemos entender que en realidad su momento está llegando, aunque siempre estarán entre los mejores de todos los tiempos.
Debemos sentirnos dichosos, pues, de haberlos disfrutado, pero tenemos que aceptar que el cósmos cambia constantemente, que la tierra al girar incesantemente, sobre su propio eje, provoca que el sol salga todos los días para ir mermando nuestras capacidades físicas.
Eso es injusto, pero es humano. Y hasta resulta paradójico que, a pesar de los años, sigan pensando con la misma rapidez aunque sus pies ya no tengan la misma agilidad.
Ya su nivel no es el mismo y llegan al límite de sus fuerzas, incluso al sacrificio.
Sus escapadas ya no son tan frecuentes y sostenidas, por momentos les hace falta el matiz extra del despliegue, de la dinámica con que antes se comían la cancha.
Ese ingrediente que siempre desequilibraba, que generaba el desnivel inevitable, que llenaba las tardes con el toque excepcional de su talento.
Y no puedo evitar decir que se han sabido administrar pues están jugando en ligas donde el nivel les permite estar entre los mejores, aunque parezca una prejubilación.
Por mi parte los he disfrutado en grande y mi criterio no me ha permitido ser peyorativo para entrar en esas consideraciones u ofensas de quienes las profieren solo por no haber pertenecido a sus colores.
Solamente me sale de lo más profundo de mi corazón futbolero un: «¡muchas gracias por tanto, genios, tan irrepetibles como inmortales».
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