El arte, para Godo Avilés, no fue una elección casual, sino “una necesidad vital y una forma de entender quién soy y de dónde vengo”. Este artista contemporáneo salvadoreño ha construido una carrera marcada por la introspección, la búsqueda de un lenguaje propio y una profunda conexión con el arte prehispánico desde su infancia.
Al vivir cerca del sitio arqueológico San Andrés, Avilés creció fascinado por los diseños, formas y colores del arte ancestral. “La naturaleza y ese campo fueron mis cómplices para disfrutar de su observación”, asegura. También recuerda cuando su padre lo llevaba al Museo Nacional de Antropología, donde tuvo “muchas experiencias de goce visual” que sembraron lo que más tarde se convertiría en su lenguaje artístico.
A sus 60 años, ve su carrera como “un camino de exploración constante, de aprendizaje y transformaciones”. Se formó en el Centro Nacional de Artes (CENAR) con el maestro Alfredo Catalán y en la Escuela de Arte del maestro Armando Solís.
Comenzó pintando sobre cerámica, desde platos, jarrones y hasta azulejos, donde poco a poco se fue sumergiendo en el mundo del color. Con el tiempo, su técnica y estilo fueron evolucionando, pasando de lo figurativo hacia lo abstracto o explorando una mezcla entre ambos lenguajes.
Precisamente, encontrar su voz en el arte abstracto, sin dejar de lado lo figurativo, fue uno de los momentos clave en su trayectoria. Este giro representó una transformación clave en su lenguaje visual, que le permitió explorar el color y la forma como medio de introspección, traducir lo emocional en lo abstracto, y usar lo orgánico y geométrico para evocar sensaciones.
“Cada etapa ha sido un reflejo de mi evolución personal, influida por mi entorno, mis raíces culturales y la necesidad de expresar lo que no siempre se puede decir con palabras”, afirma.
En sus obras, el color adquiere un papel protagónico como “catalizador emocional”, mientras que la geometría busca aportar orden y armonía a través de formas repetitivas y moduladas, y la textura ofrece dinamismo y una respuesta sensorial, casi táctil, en quien observa.
Su búsqueda de un lenguaje propio dentro de la tradición y cultura salvadoreña, pero con un enfoque contemporáneo, le ha permitido que en su trabajo exista un diálogo con la riqueza visual del país, ya sea en formas orgánicas que evocan paisajes o arquitecturas tradicionales o en los símbolos identitarios.
Entre sus principales influencias menciona el abstraccionismo lírico, el constructivismo moderno y el minimalismo. Admira a artistas como el español Joan Miró, el alemán Paul Klee, el ruso Vasili Kandinsky, el neerlandés Vincent van Gogh y en escultura el británico Henry Moore.
Su principal referente nacional es Salarrué, cuya obra pictórica lo motiva e inspira. “Siento que su obra está impregnada de misterio, simbolismo, dinamismo, son como sueños en color (yo sueño en colores) sus trazos libres con movimiento. Me gusta la fuerza que proyecta”, expresa.
En un mundo visual sobresaturado, Godo Avilés cree que su arte ofrece “espacios de contemplación, equilibrio y exploración interior”, y considera que “la abstracción sigue siendo un mensaje universal, permitiendo al espectador proyectar sus emociones y encontrarse con lo propio a través de la forma y el color”.
Actualmente, el artista trabaja en la serie “La intuición del color”, la cual viene desarrollando desde 2023 y en la que el color y las formas geométricas en estado puro son los protagonistas.