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Cipreses canadienses, una opción natural para la Navidad en El Salvador

La finca San Antonio lleva varias décadas cultivando cipreses navideños, un negocio que, además de embellecer los hogares, funge como un motor de empleo.

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Antonio Trigueros es el heredero de una tradición familiar, se considera agricultor de corazón ya que no posee estudios en cultivos. | Fotos EDH/Miguel Lemus

Al comenzar la temporada navideña, la búsqueda del árbol perfecto es una tradición. Mientras algunos optan por lo artificial, hay quienes se decantan por el encanto de un árbol natural. Contrario a la creencia de que estos cultivos solo se desarrollan en el extranjero, la familia Trigueros ha demostrado lo contrario.

Desde hace más de 30 años, José Antonio Trigueros, uno de los propietarios, ha cimentado un exitoso negocio con la plantación y venta de cipreses canadienses que se cultivan en la Finca San Antonio, ubicada en Los Planes de Renderos.

La iniciativa, que inició con clientes extranjeros residentes en el país, se ha consolidado hoy como una tradición para muchas familias locales que buscan la belleza y el aroma inigualable de un pino fresco.

De la semilla al aroma: un proceso de años

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La primera etapa de los pinos canadienses se desarrolla en recipientes de tierra tratada y con luz controlada. Foto EDH/Miguel Lemus

Según Trigueros, en la finca San Antonio cultivan diferentes variedades de cipreses, que varían en la forma y el color de sus ramas, buscando satisfacer el gusto del consumidor que aprecia el intenso aroma a conífera que desprenden los árboles frescos colocados dentro de una casa.

El proceso de cultivo es riguroso y prolongado. En primer lugar los pequeños pinos pasan una etapa de almácigo, que es la germinación de la semilla en un periodo de alrededor de seis meses. Luego pasan al vivero, Las plántulas son trasladadas a un área con sol controlado, donde pasan otros seis meses siendo fertilizadas y protegidas de plagas como nemátodos, hongos e insectos y por último, al campo abierto, ya después de un año, son sacados al sol, donde aguardan hasta alcanzar la estatura ideal para la venta.

El control fitosanitario es crucial en el primer año. De no ser adecuado, la pérdida puede ser catastrófica. Aunque la finca maneja cerca de 1,000 arbolitos en proceso, solo 200 a 300 unidades están listas para la comercialización cada temporada, lo que refleja un mercado de nicho.

Para garantizar que el árbol dure hasta cuatro o cinco semanas, Antonio Trigueros ofrece una recomendación clave: «el tronco debe colocarse en un recipiente con agua y es fundamental reponer el líquido los primeros cinco días posteriores al corte».

 Además, aconseja el uso de luces LED para evitar el calentamiento excesivo que seca las ramas.

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Detalle de unos pinos canadienses ya listos para pasar a luz controlada.FOTOS EDH/Miguel Lemus

Anticipándose a las necesidades de la vida moderna, la finca ha desarrollado la producción de árboles en macetas. Este formato de desarrollo más lento, ofrece un tamaño menor que se adapta perfectamente a apartamentos u oficinas con techos bajos, permitiendo que más personas puedan disfrutar de un ciprés natural.

Trigueros asegura que esta tradición familiar perdurará: «No importa si es un árbol natural o de plástico, lo importante son los valores que podemos compartir en familia en esta bonita temporada», comenta y espera que sus hijos y nietos continúen con el legado de la plantación.

La labor de la finca va mucho más allá de la decoración estacional. Se ha transformado en un proyecto de sostenibilidad ambiental y social. El cultivo opera los 365 días del año, generando oxígeno, filtración de agua y empleo.

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Las opciones que se ofrecen son los pinos en maceta para espacios reducidos. Foto EDH/Miguel Lemus

Este proyecto se sostiene gracias al esfuerzo de varios empleados de la zona, un segmento de la población agrícola cuyo conocimiento y trabajo son cruciales, dado que, según los productores, «la juventud ya no quiere llegar a la agricultura».

El impacto ecológico es vital: la presencia continua de los árboles permite la impermeabilidad del agua lluvia, lo que «repercute en los mantos acuíferos». La plantación actúa como una «zona esponja».

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