Por el Dr. Daniel Guttfreund y Richie Frieman
Por el Dr. Daniel Guttfreund y Richie Frieman
Este artículo no solo busca evaluar un lenguaje médico, sino también compartir un recorrido personal motivado por la experiencia de mi esposa, diagnosticada inicialmente con Deterioro Cognitivo Leve y posteriormente con Alzheimer. Escribo en nombre de otros compañeros de cuido y familias que enfrentan trastornos neuro-cognitivos, para solicitar que se elimine el término “demencia” del lenguaje médico y público.
Mi perspectiva como psicólogo clínico con más de 30 años de experiencia, combinada con mi vivencia como compañero de cuido, me permite afirmar que este término contribuye al aislamiento y dolor emocional de pacientes y familias. Así como la comunidad de cuido ha comenzado a reemplazar “cuidador” por “compañero de cuido”, dado que el cuido no depende de solo una persona, incluye familia, amistades, y en muchos casos personal contratado. Es también el lenguaje con el que describimos las condiciones neuro-cognitivas.
“Demencia” es una palabra imprecisa, con orígenes estigmatizantes y connotaciones de locura e irracionalidad. Proviene del latín demens, “fuera de la mente”, y está asociada a términos como “demente”. Usarla en la actualidad genera imágenes distorsionadas que no reflejan la realidad de quienes experimentan deterioro cognitivo, y afecta su identidad y la percepción social de la condición.
Actualizar este término no sería un cambio complejo para la comunidad médica. La ciencia avanza, y con ella, la forma de nombrar y comprender las condiciones. Igual que se abandonaron palabras ofensivas como “retrasado mental”, “idiota” o “histérica”, también es momento de dejar atrás “demencia”. Este reemplazo ya ha comenzado formalmente: desde 2013, el DSM-5 (Manual Diagnostico y Estadístico de los trastornos mentales) sustituyó “demencia” por “Trastorno Neuro-cognitivo (TNC)”, clasificándolo como leve o mayor según la gravedad. Esta terminología es más respetuosa, más precisa y abarca todos los subtipos de deterioro cognitivo, no solo los relacionados con la edad.
Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) continúa utilizando “demencia” en sus clasificaciones, como el ICD. Esta inconsistencia mantiene estigmas y refuerza percepciones negativas tanto en la sociedad como en los propios pacientes. Las palabras que empleamos tienen un gran impacto emocional. Los pacientes buscan orientación, claridad y apoyo, no miedo ni vergüenza derivada del lenguaje. El vocabulario médico debe reflejar nuestras inclinaciones humanitarias y nuestro compromiso con la dignidad y el bienestar de quienes viven con estas condiciones.
Por todo esto, propongo que la comunidad médica adopte plenamente el término “Trastorno Neuro-cognitivo” en lugar de “demencia”. Este cambio no se basa en corrección política, sino en precisión científica, compasión y respeto. Modernizar el lenguaje es un paso fundamental para reducir estigmas, brindar apoyo emocional y reconocer la humanidad de las personas con deterioro cognitivo y de quienes las acompañan.
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