Florita, como la llamaban la mayoría de personas, se esforzó en mantener vínculos de amistad con sus colegas químicos farmacéuticos.
Florita, como la llamaban la mayoría de personas, se esforzó en mantener vínculos de amistad con sus colegas químicos farmacéuticos.
La científica Flora Espinosa falleció, dejando un legado en la formación académica, la ética profesional y la ciencia aplicada a la salud en El Salvador.
El 23 de octubre, día de su 99 cumpleaños, hablamos con la doctora Flora Espinosa, cuya gran memoria, alegría y sensatez la acompañaron hasta el final de su vida, acaecido 14 días más tarde. Desde antes de graduarse como bachiller, Flora, Florita para quienes la trataron, siguió su vocación de siempre: Química y Farmacia, título que le fue otorgado por la Universidad de El Salvador.
Son apenas cuatro años los que separan a las doctoras Flora Espinosa y María Isabel Rodríguez, un logro de ambas al conservar su lucidez mental en estos tiempos en que tantas personas caen víctimas del Alzheimer, mal que lleva el nombre del investigador alemán que estudió el problema, que hasta ese entonces no se comprendía.
Florita parecía saber de todo: se interesaba de otros saberes, preguntaba, leía casi incansablemente y, como muchos hacen, al conocer a alguien le preguntaba sobre su profesión, sus ideas… A la mayoría de gente pensante le gusta hablar de sí misma y expone experiencias y metas.
Flora Espinosa fue una de las muchas personas en toda sociedad al menos medianamente organizada que hacen de la ciencia química farmacéutica un factor vital para el mantenimiento de la salud de la población, siendo en muchos casos la única asistencia para aquellos que no tienen recursos para ir donde un médico; el farmacéutico les asiste recomendando medicamentos o formas de aliviar un mal, lo que hace que muchas farmacias contraten médicos para asistir a sus clientelas, un gran servicio para personas de escasos recursos o pobres.
A lo largo de su vida profesional, contribuyó significativamente a la regulación farmacéutica, la promoción del uso racional de medicamentos y la formación de nuevas generaciones de profesionales en salud, con una visión científica profundamente ética y humanista.
Florita, como la llamaban la mayoría de personas, se esforzó en mantener vínculos de amistad con sus colegas químicos farmacéuticos, contribuyendo a que se formara una suerte de asociación de espíritu con reuniones y esfuerzos para actualizar conocimientos de cara a los avances científicos que más y más salen a luz.
Al ser nombrada Socia Distinguida por el gremio en 1973, se le reconoció como «Símbolo de auténtica dignidad profesional, invulnerable a privilegios, falsos elogios, luchando siempre a través de su trabajo para realizarse como una profesional íntegra, espiritual y moralmente».
La doctora Espinosa también participó en iniciativas de capacitación y divulgación científica, especialmente enfocadas en seguridad farmacológica y control de calidad, colaborando con instituciones académicas y gremiales en distintos momentos de su carrera.
En los últimos años de su vida laboral trabajó en investigaciones del café y de suelos, según se nos comentó.
En los años 20 y 30 del siglo pasado farmacias como la San Carlos de los Saca, la Americana de la familia Rodríguez Porth, la Santa Lucía de la familia Cristiani, la Central, eran respetadas y muy valiosas, algunas de las cuales establecieron sucursales en el interior del país al lado de las propias de muchas poblaciones, lo que hoy logran las farmacias San Nicolás.
Inmediatamente después del derrumbe del comunismo en Europa las farmacias y «tiendas de conveniencia» en gasolineras eran los únicos puntos iluminados en poblaciones como Brandemburgo, a medida que Europa se levantaba del horror de la Segunda Guerra Mundial y la devastación ordenada por Truman a un país, Alemania, que ya no era peligro para nadie, lo que equivale a agredir al caído.
Actualmente, las farmacias son con frecuencia el único recurso para la gente que busca combatir un mal.
Gracias a personas como la doctora Flora Espinosa y sus colegas farmacéuticos aún hay formas de cuidar la salud de la gente en esta tierra…
Su legado permanece en las generaciones de farmacéuticos que formó, en las instituciones que ayudó a fortalecer y en su ejemplo como mujer científica en un contexto donde el acceso de mujeres a la educación superior era aún limitado.
La realidad en tus manos
Fundado en 1936 por Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madriz de Altamirano.
Facebook-f Instagram X-twitter11 Calle Oriente y Avenida Cuscatancingo No 271 San Salvador, El Salvador Tel.: (503) 2231-7777 Fax: (503) 2231-7869 (1 Cuadra al Norte de Alcaldía de San Salvador)
2025 – Todos los derechos reservados