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Miedo

Un miedo alimentado desde la creación de “enemigos” extranjeros (como los que pueden invadir el territorio) o domésticos (de clase social o económica, de pensamiento político divergente, de raza o religión diversa); hasta la tolerancia, y más temprano que tarde la justificación y en último término la alabanza

Si hay algo que por definición contradice la esencia de una sociedad democrática es la ignorancia. Para poder votar, para poder pedir cuenta a los mandatarios, para ser capaces de evaluar la gestión de los mismos, es imprescindible saber la verdad de las cosas. 

Paradójicamente, en estos dorados e hiper comunicados tiempos, estamos en una situación en la que es realmente difícil saber de veras qué está pasando, pues las comunicaciones, los valores y creencias en boga, la historia y las historias compartidas, y por tanto las percepciones populares,hoy día están mediadas por los mensajeros, por los algoritmos, por los intereses de quienes manejan los medios y los hacen decir, y callar, a su conveniencia. 

Esto lleva a bastantes personas a un estado de pasividad verdaderamente alarmante, en lo que se refiere a su participación política y al protagonismo que están dispuestas a asumir en relación a la res pública.

Pues si las comunicaciones que reciben, y las sensaciones que les son inducidas, desembocan enque todo está muy bien, que los malos han sido contenidos, que las cosas parecen ser de alguna manera inmejorables (aunque de vez en cuando comprueben lo contrario en su día a día, en sus visitas al mercado, o cuando deben hacer uso de un sistema de salud pública bastante ineficiente…); el parecido de las sociedades con la Comarca de los Hobbits, es asombroso: el ideal de muchos ciudadanos es una vida tranquila y sin sobresaltos, en la que comer, beber y socializar pacíficamente están garantizados y lo demás… poco importa.

Sin embargo, en el fondo, y quizá no tan en el fondo, la gente sabe que no es oro todo lo que reluce;y entonces, en el maridaje de la ignorancia y la confianza incuestionada, se abre el espacio a uno de los protagonistas políticos más importantes en los últimos veinticinco años en todo el mundo, pero principalmente en América Latina: el miedo. 

Una sociedad con miedo justifica cualquier actuación de quienes gobiernan, con tal de preservar su seguridad y las precarias, pero reales condiciones económico/sociales en las que viven. 

Un miedo alimentado desde la creación de “enemigos” extranjeros (como los que pueden invadir el territorio) o domésticos (de clase social o económica, de pensamiento político divergente, de raza o religión diversa); hasta la tolerancia, y más temprano que tarde la justificación y en último término la alabanza, por el uso de la violencia y la ilegalidad por parte de quienes detentan el poder, porque -según la gente- se hace para “proteger” las condiciones de las mayorías, para resguardarlas de sus enemigos y determinar qué conviene a cada uno y a cada una. 

Una de las consecuencias de esto, y no de las menos importantes, es que ante la imposibilidad de involucrarse en el mejoramiento de un sistema social que descansa enteramente en manos ajenas, muchas personas optan por cierta desconexión emocional e indiferencia ante todo lo público como uno de las consecuencias del miedo que les lleva a confiar plenamente en que “otros” deciden por ellos, porque “otros” saben lo que es mejor. 

De modo que proyectarse en el futuro no solo es irrelevante sino también superfluo. Porque, ya se sabe, la mente humana en su búsqueda de equilibrio y tranquilidad prioriza el hoy y lo inmediato.

Entonces se dan unas paradojas tremendas, principalmente en sociedades latinoamericanas, dondelo visible: la represión policial, la criminalización de la disidencia, los fuegos artificiales de la popularidad de quienes gobiernan, ocultan sistemas de salud colapsados, educación deficiente y cargada de vicios tan establecidos que parecen la normalidad, acceso desigual a la justicia, sistemas de transporte público absolutamente ineficientes, atención precaria de las personas jubiladas y sistemas de pensiones al borde del abismo…

Así, tenemos sociedades rotas y élites fortalecidas, en un estatus quo anquilosado e inamovible… que es pacífica y temerosamente aceptado.

Ingeniero/@carlosmayorare

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