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Las prisas de Trump

Trump se adjudica, sin fundamento alguno, haber sido el artífice de la paz en al menos 8 conflictos bélicos repartidos por todo el mundo. Se trata de una afirmación que lanza con la misma falta de veracidad con que sostiene que en 2020 perdió las elecciones contra el demócrata Joe Biden por un supuesto fraude electoral.

Donald Trump tiene mucha prisa. La premura, además de un carácter pendular, es una de las características del presidente estadounidense. ¿Y a qué se debe tanto apuro para ciertas cosas? Pues a su deseo de que le otorguen el Premio Nobel de la Paz a toda costa. O sea, a cualquier precio.

Es por esa razón que Trump se adjudica, sin fundamento alguno, haber sido el artífice de la paz en al menos 8 conflictos bélicos repartidos por todo el mundo. Se trata de una afirmación que lanza con la misma falta de veracidad con que sostiene que en 2020 perdió las elecciones contra el demócrata Joe Biden por un supuesto fraude electoral. Su objetivo es el de ajustar la realidad a sus pretensiones, por dudosas que estas sean.

Desde hace tiempo el republicano aspira a ganar el Nobel de la Paz a lo que dé lugar. El origen de esta ambición radica en su irritación cuando en 2009 le otorgaron tan codiciado galardón al entonces presidente Barack Obama, quien llevaba poco tiempo en el poder. Ciertamente, el comité del Nobel de la Paz, radicado en Noruega, en esa ocasión cometió la frivolidad de premiar a un jefe de Estado con muy poco rodaje en ese momento. Además, los políticos, sujetos a decisiones que dependen en gran medida de la realpolitik, suelen decepcionar en el ámbito de un laurel que premia el esfuerzo por la concordia y la resolución de conflictos. Pero a Trump lo que le provocó su aireada reacción fue la de querer competir e igualarse con una figura, Obama, que para él ha sido un antagonista desde el principio. Basta con recordar que el empresario neoyorkino, incluso antes de meterse de lleno en la política, fue uno de los impulsores del movimiento birther, cimentado en la falacia de que Obama había nacido en Kenia y por tanto no era cierto que fuese estadounidense por nacimiento. Era, en verdad, una teoría de conspiración con un mensaje claramente racista y xenófobo. La supremacía blanca se revolvía ante la posibilidad de que los estadounidenses eligieran al primer presidente negro de la nación.

Azuzado por ese galardón del que puede presumir Obama, desde entonces Trump ha hecho lo posible (y lo imposible) para que en Noruega cedan y le acaben de dar el Nobel de la Paz, un galardón que hasta ahora se le resiste a pesar de sus presiones y maniobras. Días antes de que desde Oslo comunicara que la galardonada este año era la opositora venezolana María Corina Machado, Trump movía fichas en Oriente Medio para acabar de una vez, y como fuera, con el conflicto entre el gobierno de Israel y el grupo terrorista Hamás, con la población de Gaza inmersa en una tragedia que ha dejado sin vida a más de 60,000 gazatíes como represalia por el ataque terrorista de Hamás en Israel el 7 de octubre de 2023 que dejó un saldo de más de 1,200 muertos y 250 rehenes. Aunque el mandatario estadounidense convocaba una cumbre en Egipto para su lucimiento personal, ya la decisión estaba tomada por los miembros del comité en la capital noruega y la diáspora venezolana celebró el reconocimiento a la adversaria política del gobernante Nicolás Maduro.

Ahora Trump maniobra frenéticamente para que el conflicto entre Rusia y Ucrania concluya, también, como sea. En realidad, la balanza del republicano siempre se inclina hacia Vladimir Putin, el invasor, y no a favor de Volodímir Zelenski, presidente del país invadido hace ya más de tres años. No contento con la humillación a la que él y su vicepresidente, JD Vance, sometieron al ucraniano en el Despacho Oval hace unos meses, ha trascendido que en la última reunión que acaban de sostener los dos mandatarios en Washington Trump repitió la falta de cordialidad con Zelenski y reiteró que éste debe estar dispuesto a, por lo menos, entregarle la región del Donbás al ejército invasor de Rusia. De ese áspero encuentro, el ucraniano no consiguió el compromiso de que Washington facilite los misiles de largo alcance Tomahawk.

El que sale ganando en este infinito tira y afloja es Putin, a quien no le conviene ningún acuerdo de paz ni alto el fuego porque su fin es engullir a Ucrania. Al mismo tiempo, su homólogo estadounidense le hace el juego en una escenificación a la que se le ven las costuras del fingimiento y en la que lo único que está en juego es la integridad de Ucrania. En este malabar, con más pirotecnia que intenciones genuinas, Trump vuelve a apostar por poner un parche con el que presentarse como el gran mediador y ponerse una medalla con nombre propio: ese Premio Nobel de la Paz que hasta ahora se le escurre, aunque se apunte tantos en sus batallas imaginarias. [©FIRMAS PRESS]

*Twitter: ginamontaner

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