Oculta en el armario de la cabaña Belle sigue espiando al extraño poeta escribiendo en su diario. “Me he sentido en paz -dice éste al silencio- como si se hubiera borrado mi viejo dolor. La enigmática mujer de la fiesta mariana dejó su mirada estampada en mí y en los versos que escribí a ella, la joven del farol y alas de papel crespón. No pude preguntar su nombre. Como antes temí indagar el nombre de la felicidad. Por aquello de no poder hacer promesas. Porque los hombres de un solo amanecer no podemos prometer la indecible dicha del mañana. Estará en mí aunque no le vuelva a ver o se haya convertido en espuma como las mariposas ángel desvanecidas en el mar o en otro cielo de su viaje. Acepto que siempre se me sale lo de músico, poeta y loco de la vida. Yo como ellas también confundo el cielo con el inmenso mar. Esta breve vida, que es como una fábula. Un mágico papilio de oro y nieve como ese pintado en la pared. Creo que es mi alma o la suya. Mis sueños han empezado a curar el viejo dolor que aprisiona el alma y que apenas calma el analgésico. Ahora me burlo del destino; del mismo pasado de la historia. Esperaré a la hermosa. Pensaría detener mi viaje y quedarme a vivir en estas cumbres. Esta oscura y perfumada selva que en mis versos aprendió a volar.” (XI) De: “La Selva Umbría que Aprendió a Volar” ® de C.B.