Combatir las ideas con balas no es nuevo. En la gran nación del norte ha habido asesinatos, magnicidios.
Combatir las ideas con balas no es nuevo. En la gran nación del norte ha habido asesinatos, magnicidios.
Un influencer de treinta y un años, un comunicador de raza con treinta y cinco millones de seguidores en las redes sociales, una promesa para la vida pública de su país, que fue asesinado por un francotirador hace pocos días mientras participaba en un debate público en Utah. Ese era Charlie Kirk.
Un inconforme que mediante su organización, Turning Point USA, trataba de llevar los valores del pensamiento conservador a las jóvenes generaciones, especialmente mediante la organización de debates en los campus universitarios. Mientras se enfrentaba a pecho descubierto a cualquiera que quisiera abordarlo, preguntarle, cuestionarle.
Bajo el lema “prove me wrong” (demuéstrame que estoy equivocado), afrontaba a quien quisiera debatir con él sobre temas políticos, religiosos, culturales, económicos… era un campeón del pensamiento conservador, un luchador por la libertad, un soñador que creía en el poder de la razón y del sentido común y que intentaba dar sentido a la vida de muchos jóvenes en un mundo de incertezas y relativismo.
Había conseguido combinar un discurso político articulado sobre ideas conservadoras con una propuesta de vida atrayente y sensata, mediante planteamientos audaces y contra corriente (principalmente contra los valores exaltados y promovidos por mayoritarios medios de comunicación en su país) que despertaban en los jóvenes no solo ideales valiosos sino también esperanzadores, en una sociedad abocada a la eficacia profesional y al relativismo moral.
Kirk acertó no solo en el mensaje que la gente quería escuchar, sino también en los formatos y en los canales más eficaces para llegar a las personas, especialmente los más jóvenes. Su discurso no solo era verdadero y contundente, sino también viralizable, popular, fresco.
La profundidad de su pensamiento se enraizaba en el sentido común, apostando por la verdad por encima del relativismo, de la ambigüedad y de la confusión tan propia del pensamiento progresista; que combatía con ideas claras, al mismo tiempo que escuchaba y trataba de ser empático con quienes diferían con él.
Kirk no solo era un campeón político, una figura brillante en un mundo en el que influencers, políticos, charlatanes y vendedores de humo compiten por la atención de las personas en las redes sociales; sino principalmente un icono fundacional a quien se le puede atribuir ser uno de los principales impulsores de lo que ahora se llama neo conservadurismo: una corriente de pensamiento que no se recata a la hora de dejar ver los valores (perennes, clásicos, cristianos) en los que fundamenta la fuerza de su atractivo, y el resplandor que desde ellos ilumina la cultura en general y la vida política en particular.
La primera paradoja es que el joven que lo mató -de acuerdo con lo que hasta ahora se ha publicado- cumple, precisamente, con el perfil de personas que Charlie quería “rescatar”…
Combatir las ideas con balas no es nuevo. En la gran nación del norte ha habido asesinatos, magnicidios, desde el cometido contra el presidente Lincoln hasta el perpetrado contra Kennedy, pasando por el asesinato de Martin Luther King.
Pero que sea así no deja de sacudirnos cuando un prometedor joven promotor de ideas sensatas, claras y poderosas, aunque no por todos compartidas, encuentra la muerte a manos de un francotirador que queriendo silenciar una voz con la que disiente, termina por hacerla entrar en la eternidad. Pues ya se sabe, los héroes, los inmortales, mueren jóvenes. Una segunda paradoja que no nos puede dejar indiferentes.
Charlie Kirk fue asesinado por sus ideas liberales (en el sentido clásico del término), por oponerse a la ideología woke, por apoyar y promover a Donald Trump, por defender la libertad de expresión, por exponer sin medianías en la plaza pública ideas que muchos preferirían haber enterrado hace mucho tiempo, pero que tercas -como la verdad- salen siempre a la plaza pública, con más tozudez cuanto más se las intenta acallar.
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