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Entre dos mundos: la vida de una salvadoreña en Rusia

Hace dos años, Goretty María Cortez salió de su pequeño El Salvador para instalarse en el país más grande del mundo.

Goretty Maria Cortez-salvadorena en Rusia (1)
Fragmento de «Poema de Amor» de Roque Dalton

«Los que nadie sabe nunca de dónde son», los que dejaron atrás a su familia, su tierra y sus costumbres, para abrirse camino en medio de otras culturas, con el arraigo de ser salvadoreños, entre ellos está Goretty María Cortez Munguía, originaria de San Salvador. 

Hace dos años llegó a Rusia cargando la sonrisa de su familia, el recuerdo de las playas cálidas de su país, y el deseo de demostrar que los sueños se alcanzan cuando se intenta. 

Goretty (como ella lo describe) llegó al país más grande del mundo, un país tan distinto y lejano de su pequeña tierra.  La joven de 24 años de edad relata que, a su llegada, la primera impresión fue un golpe de silencio. 

«En El Salvador estamos acostumbrados a saludarnos en la calle, a sonreír aunque no nos conozcamos. En Rusia, en cambio, la seriedad es la norma. Aquí nadie sonríe a primera vista, eso aún me extraña», confiesa.

 Señala que detrás de ese gesto de seriedad, ha encontrado también solidaridad y ayuda. Goretty estudia Licenciatura en Economía, Finanzas e Inversiones en la Universidad Estatal de Tyumen, en la ciudad de Tyumen, ubicada en Siberia Occidental. 

Para esta salvadoreña, uno de los grandes retos que ha enfrentado para adaptarse al nuevo mundo es el idioma. A fuerza de paciencia ha tenido que aprender ruso y aunque domina varios idiomas, el ruso particularmente ha representado un gran desafío debido al alfabeto desconocido. 

Relata que en el día a día, se cruzan contrastes que aún la sorprenden: el frío inmenso contra el recuerdo del sol de su país, la vastedad de un territorio que necesita aviones para recorrer, frente a las distancias cortas de su tierra natal. 

«Vine del país más pequeño de Centroamérica al más grande del mundo», repite, como si aún se lo recordara a sí misma.

María se llena de nostalgia al recordar la cocina salvadoreña. Extraña el sabor de las tortillas hechas con la harina de maíz, las riguas hechas de elote, lo simple de freír un plátano. «Aquí cocino, pero no es lo mismo», dice. 

El contexto político ruso, atravesado por la guerra, parece lejano en la ciudad donde vive. «Aquí la vida transcurre con normalidad: la gente trabaja, estudia, sale a la calle. El conflicto no se siente en el día a día», explica con serenidad.

Cuando le preguntan de dónde es, relata que las reacciones de la gente son de sorpresa y curiosidad, le preguntan sobre las playas de un país que muchos apenas ubican en el mapa. Goretty aprovecha para dar a conocer a El Salvador y para reafirmar su origen que se ubica a miles de kilómetros.

Durante cinco años permanecerá en Rusia, mientras dure su carrera. Su historia en ese país empezó con una beca que encontró en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador. Explica que antes ya había iniciado estudios superiores en el país, no obstante su meta era buscar una oportunidad en el extranjero. 

«Siempre habrá quien diga que no se puede, que es difícil, pero yo pienso que hay que intentarlo. Si no resulta, queda la experiencia. Y si resulta, se abre un camino nuevo», afirma.

María todavía no decide si su futuro estará en Rusia o en El Salvador. Lo que sí sabe es que quiere especializarse y crecer profesionalmente. Y mientras tanto, en medio del frío ruso, sigue guardando un lugar cálido de su país al que espera un día regresar. 

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