Así tratan a los “héroes de la salud”, como les decían en la pandemia, después que arriesgaron sus vidas.
Así tratan a los “héroes de la salud”, como les decían en la pandemia, después que arriesgaron sus vidas.
NOTA DEL DÍA
Cuarenta médicos especialistas renunciaron a sus puestos en el Hospital Rosales, según denunciaron, debido a traslados arbitrarios y otras medidas de acoso y presión internas, aunque no se descarta que también por las crecientes dificultades para atender a sus pacientes, ya que escasean medicamentos, muchos insumos y posiblemente hasta alcohol y desinfectantes, como sucede en Cuba, donde «la revolución» se jactaba de tener el mejor sistema de salud en el mundo.
Según lo divulgado, en algunas de las áreas renunció la mitad de los especialistas; pero en otras, como patología, se retiraron los únicos tres profesionales que laboraban en dicho hospital.
Los galenos “trabajan bajo vigilancia constante, no pueden expresar su disconformidad por la falta de insumos o medicamentos, un ambiente de persecución y presión que, sumado a los bajos salarios, hace que muchos digan: Mejor me voy a laborar a otro lado”, señaló el doctor Iván Solano Leiva, presidente del Colegio Médico.
Así tratan a los “héroes de la salud”, como les decían en la pandemia, después que arriesgaron sus vidas luchando contra el covid y otros males en condiciones precarias, junto a otros trabajadores de la salud. Resulta que al final, de la manera más impune, les negaron el pago de seguros a que tenían derecho las familias de los fallecidos en el combate del coronavirus y que fueron aprobados por la anterior Asamblea Legislativa.
Para botar el dinero en propaganda no hay problema, pero sí para pagarles lo justo a profesionales y reconstruir 5,150 escuelas, como se prometió hace tres años y ha sido un fiasco.
¿De qué sirve que se hayan tardado ocho años en construir un nuevo hospital Rosales si no tendrá el personal calificado necesario? Como en el caso de la biblioteca o el mercado San Miguelito, erigen instalaciones impactantes y luminosas aunque el resto —mercados, escuelas, unidades de salud— estén en paupérrimas condiciones.
La salud obviamente no es una prioridad, como se ha demostrado con el saqueo de fondos del Seguro Social, como en su momento lo denunciaron gremiales de médicos, fondos que no son «públicos» sino que pertenecen a los cotizantes. A lo anterior se suma el hecho de que están obligados a revelar al régimen la información que se les pida sobre pacientes e inclusive sobre ellos mismos y sus colegas, un rasgo que asemeja las prácticas de la dictadura staliniana, pues se pretende que hasta un sacerdote deba informar sobre sus feligreses cuando se le requiera y aunque trate de una confesión, lo que con toda seguridad no harán pues nadie está forzado a vender hasta su alma.
A mediados de agosto, 48 trabajadores de hospitales del Seguro Social fueron despedidos de un plumazo y sólo les dieron 15 minutos para retirarse.
Para rebalsar la copa, se ha efectuado lo siguiente: desde abril de 2023 hasta enero de 2025, el Gobierno ha tomado más de 2,176 millones de dólares de los ahorros de los trabajadores, acumulando una deuda de 10,700 millones de dólares con el sistema previsional.
En lo que se ha vuelto una rutina la «Asamblea Legislativa» que únicamente aprueba sin ni siquiera leer lo que les llega del Supremo Olimpo, aprobó más deuda por más de 810 millones de dólares, préstamos que se dice que son “para la sostenibilidad fiscal y la resiliencia del país”, unos eufemismos tan insufribles para no decir su verdadero destino y nadie rendirá cuentas de ellos, aunque los anteriores han terminado en propaganda y otros menesteres de la Casona.
Los préstamos son deuda soberana, lo que significa que tocará pagar a todos los salvadoreños de una manera u otra, entendiéndose por «salvadoreños» a todos los pobladores, a sus hijos, nietos, bisnietos y de allí en adelante. Todo causado por los ilusos que se dejaron llevar por cuentos de camino real, por castillos en el aire…
Pero cuando el balón se desinfle, la caída será muy amarga, lo que el mismo régimen reconoce cuando habla de «medicina amarga»…
Entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX un par de estafadores “vendían el puente de Brooklyn» por»acciones» que ingenuos inmigrantes a Estados Unidos compraban creyendo que estaban haciendo un pingüe negocio, una estafa que se asemeja a la barra de oro, al billete de lotería “premiado” y a tantos ardides que sinvergüenzas inventan para caer encima del dinero ajeno.
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