Yo sé que ya no está la desdeñada rosa del ayer. Yo sé que su perfume se perdió en el viento. Yo sé que marchitó su aroma, belleza y juventud. Que después de crearla la deshojó y la mató la vida. Yo sé que el rubio sol abrió sus pétalos. Y sé que el mismo sol secó su aurora. Que el errante ventarrón llevó su aroma y la arrancó. Y sé que ya no está, pero sueño encontrarla en mis recuerdos. Entonces yo la busco, en el mismo jardín que la encontré o soñé. Yo sé que un día cayó pero ahora el rosal me la devuelve. Comprendo que ella es la misma; la de entonces. La rosa imposible y encantada del ayer, del hoy y el porvenir. Y la veo ante mí, pero a la vez no está. Aunque sé que mañana su perfume sutil volverá a la rosaleda. Aquel botón de ayer, de un solo amanecer se habrá perdido. El tiempo ladrón habrá de llevar la rosa del pasado entre sus manos celestes de fantasma. Y la siento lejana, aunque a veces la alcanzo o trato de alcanzar. Como aroma en fuga se pierde entre mis dedos y la brisa. Pienso entonces andar, pero vuelvo sin nada cuando sueño. Y así torno en la aurora al rosal perdido de mi idilio. Una voz ausente que no escucho vuelve a mí. Y sé que ya no está, pero me nombra. Que aunque ahora se deshoje el capullo que perdí, algún amanecer renacerá. Así en mi soledad la busco en mí. Y sé que ella es la ausencia, pero vuelve a vivir… ¡Allá en las mismas ramas de mi ser!” (Libros Balaguer: Librería UCA; La Casita y Amazon).
