Trump ya considera solicitar una extensión del control federal e incluso transformarlo en algo permanente.
Trump ya considera solicitar una extensión del control federal e incluso transformarlo en algo permanente.
Andrés Hernández Alende
En una acción tan radical como inesperada, el presidente Donald Trump militarizó la capital nacional, Washington DC, el lunes 11 de agosto. Trump invocó la Sección 740 de la Ley de Gobierno Local (Home Rule Act) y declaró una emergencia de seguridad pública en Washington. Bajo la medida de Trump, el gobierno federal asumió el control temporal del Departamento de Policía Metropolitana y desplegó hasta 800 miembros de la Guardia Nacional en las calles de la ciudad.
El mandatario ha afirmado que la capital está en caos, que sufre el azote de bandas de delincuentes violentos, y que además tiene una crisis de personas sin hogar viviendo en las calles. Trump afirma que impondrá la seguridad, la ley y el orden.
Pero la información del Departamento de Justicia describe una realidad muy distinta: el crimen en Washington está en caída libre, y los delitos violentos están en su nivel más bajo en tres décadas.
Solo en la primera mitad de este año, los delitos violentos en la capital disminuyeron notablemente: 26% menos que el año anterior. Aun así, el presidente describió a la ciudad como una metrópoli fuera de control y una zona de guerra urbana. Esta discrepancia entre las cifras oficiales y la retórica política refleja más una estrategia de percepción que un análisis objetivo de la situación.
La Sección 740 permite una medida temporal —hasta 30 días— si el Congreso no actúa. Pero el Congreso está lastrado por una profunda división: los republicanos consideran la toma de Washington como una oportunidad política para impulsar reformas y extender el control federal. En cambio, los demócratas condenan la decisión de Trump como una acción autoritaria que amenaza la autonomía de la capital, y muchos convocan audiencias y proponen resoluciones para revertir esta situación. Alexandria Ocasio-Cortez, representante demócrata por Nueva York, dijo que la medida de Trump equivalía a una “ley marcial encubierta”.
Entretanto, Trump ya considera solicitar una extensión del control federal e incluso transformarlo en algo permanente, lo que podría erosionar gravemente el autogobierno de la urbe.
La alcaldesa de Washington, la demócrata Muriel Bowser, dijo que la medida era una intrusión autoritaria en una ciudad con poderes locales limitados, y urgió a los residentes a movilizarse políticamente contra una intervención federal excesiva.
Ante el descenso de la criminalidad en la ciudad, Trump opta por ignorar los datos –suministrados por el Departamento de Justicia– y justificar sus acciones con una retórica demagógica, que sabe hilvanar con habilidad, y que complace a sus numerosos partidarios. Hay que tener en cuenta que Washington es una ciudad de mayoría demócrata, con una numerosa población afroamericana y latina que no suele respaldar al presidente. Es además una ciudad santuario de inmigrantes. La militarización de Washington responde a intereses políticos discriminatorios contra las minorías y contra los inmigrantes, y es aplaudida por la base electoral MAGA (Hacer a Estados Unidos Grande de Nuevo) de Trump.
La toma de la capital es una demostración de poder del presidente. Involucrar a agencias federales, desplegar la Guardia Nacional y amenazar a personas sin hogar con arrestos o con su reubicación en campamentos fuera de la ciudad (¿campos de concentración?) sin soluciones estructurales –como acceso a vivienda y a tratamientos de salud mental y para curar adicciones–, ignora las raíces de los problemas sociales. Y ya Trump amenaza con enviar tropas a otras ciudades (qué casualidad, también de mayoría demócrata y también con numerosos inmigrantes y miembros de minorías) como Nueva York, Chicago y Los Ángeles.
Imponer seguridad por decreto, usando al ejército para realizar labores policiales, es un golpe a la democracia. La solución está en fortalecer las instituciones democráticas locales, mejorar la inversión social, y consolidar políticas públicas que se basen en datos reales, en la justicia y en el respeto al gobierno local. Al igual que el envío de la Guardia Nacional a Los Ángeles para sofocar las protestas pacíficas contra las redadas antiinmigrantes, la militarización de Washington marca un precedente peligroso que socava la soberanía y la confianza ciudadana.
Escritor y periodista radicado en Miami. Sus novelas más recientes son El ocaso y La espada macedonia, publicadas por Mundiediciones. También ha publicado el ensayo Biden y el legado de Trump con Mundiediciones y el ensayo Una plaga del siglo XXI, sobre la pandemia del COVID-19.
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