Viejas enseñanzas 

Y son esas mujeres, las que están en cargos de poder, quienes deben apoyar al resto de las mujeres.

 María Alicia de López Andreu

En el Día de la Asunción, recuerdo nostálgica mis días de alumna, lo mucho que siempre han significado para mí quienes fueron mis compañeras de colegio, y, principalmente, la bendición que fue recibir las enseñanzas que las monjas nos transmitieron. Esas, junto a las de nuestros padres, quedaron grabadas para toda una vida.

 Fue esa educación, profundamente espiritual, el escudo que nos ha librado de mucho mal y la herramienta que nos permite desempeñarnos bien en la vida, a pesar de los errores que podamos cometer. Nos enseñaron que el error se reconoce, se afronta, se aprende de él y se hace el firme propósito de no cometerlo nuevamente. O, como mi padre nos repetía: tomen sus propias decisiones, pensándolas bien, porque tendrán que vivir con la consecuencia de sus actos.

Esas enseñanzas ¿estarán vigentes todavía? Porque lo que transmiten la conducta y la actitud de muchas figuras públicas, es una irresponsabilidad y desvergüenza totales.

 Comenzando por la presentación de algunas féminas que, mostrando más de lo que la decencia permite, creen que no se notará su absoluta falta de capacidad para el cargo ostentado, siendo notorio que gastaron más tiempo y recursos en maquillarse y emperifollarse, que en prepararse para la grave responsabilidad que tienen. Y, cuando cometen el error de emitir la opinión que otro les ha dado por escrito (evitando que digan lo que no deben), no hay maquillaje ni peinado estrafalario que valga: se cae la fachada y muestran su incapacidad.

 Me dirán que en vez de criticar a las otras mujeres, debería apoyarlas. Pues lo hago, porque me duele. Como mujer y como salvadoreña, mi deseo es que cada una de mis compatriotas sean ejemplos para el mundo. Siempre tuve una fe inmensa en las mujeres de mi patria, pero las muchas que ahora son visibles, no son ni sombra de lo que deberían ser. Por supuesto que hay raras y muy honrosas excepciones, por eso se distinguen tanto y son víctimas de envidias y acoso por parte de quienes no les son comparables. 

 Y son esas mujeres, las que están en cargos de poder, quienes deben apoyar al resto de las mujeres. En primer lugar, con su buen ejemplo, mostrándose ecuánimes, capaces, discretas, modestas. Es decir, todo lo contrario de lo que vemos en algunas figuras públicas. Luego, con sus intervenciones, bien pensadas, bien elaboradas, del lado de la verdad y la justicia. Pero cuando escuchamos en boca y voz de una de esas ahora figuras de poder que está llena de dicha y de orgullo por haber dado con su voto una nueva puñalada a nuestro país, ¡qué dolor tan grande! ¿Es que nadie le habló de las consecuencias de sus actos? ¿Es que no tiene padres a quienes honrar, hijos actuales o futuros a quienes legar un nombre limpio? ¿Los bienes materiales de los que ahora disfruta serán eternos y compensarán lo que la vida se cobre en el futuro? Y no hablo del aspecto espiritual, porque posiblemente jamás lo habrá conocido, pero la realidad es que la otra vida existe y allí todos seremos juzgados sin apelación a nuestras malas acciones.

Ojalá llegue el día en que eso cambie y sean las mejores quienes nos representen. Y ojalá se multipliquen las buenas enseñanzas, como las del antiguo Colegio de La Asunción.

Empresaria

María Alicia de López Andreu
María Alicia de López Andreu