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Una estrecha relación

El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, fecha importante que para muchos pasó inadvertida. En el orden de prioridades, la salud mental no ocupa un lugar preponderante y se tiende a ver como algo etéreo, intangible e inasible. Al verse de esta forma, se asume que es poco lo que se puede hacer, que es muy complicado. Y se da mayor relevancia, por ejemplo, a la salud física cuando entre ambas existe un equilibrio, una interdependencia. Muchas de las enfermedades físicas que padecemos o que padeceremos en el futuro dependen de las decisiones que tomamos. Nosotros decidimos si hacemos o no ejercicio, si comemos más verduras y menos azúcares, si nos hacemos exámenes que pueden detectar enfermedades graves en etapas tempranas cuando todavía son curables, si experimentamos con drogas o tenemos relaciones sexuales de riesgo. Todas son decisiones, y las decisiones pertenecen al ámbito mental. Aunque en ciertas decisiones que tomamos estamos plenamente conscientes de sus consecuencias, otras muchas no se toman simplemente porque se carece de información apropiada. Y aquí aparece el factor de la educación. Cuanto mayor es el nivel educativo de una persona, mayor capacidad tendrá de tomar buenas decisiones con respecto a su salud, y realmente con respecto a todo. Y el nivel de educación tiene también relación con la salud mental. El nivel de educación en nuestro medio es muy bajo, con una media que apenas pasa de primaria. No debe sorprender que una niña que apenas cursó …

El pasado 10 de octubre se celebró el Día Mundial de la Salud Mental, fecha importante que para muchos pasó inadvertida. En el orden de prioridades, la salud mental no ocupa un lugar preponderante y se tiende a ver como algo etéreo, intangible e inasible. Al verse de esta forma, se asume que es poco lo que se puede hacer, que es muy complicado. Y se da mayor relevancia, por ejemplo, a la salud física cuando entre ambas existe un equilibrio, una interdependencia.

Muchas de las enfermedades físicas que padecemos o que padeceremos en el futuro dependen de las decisiones que tomamos. Nosotros decidimos si hacemos o no ejercicio, si comemos más verduras y menos azúcares, si nos hacemos exámenes que pueden detectar enfermedades graves en etapas tempranas cuando todavía son curables, si experimentamos con drogas o tenemos relaciones sexuales de riesgo. Todas son decisiones, y las decisiones pertenecen al ámbito mental. Aunque en ciertas decisiones que tomamos estamos plenamente conscientes de sus consecuencias, otras muchas no se toman simplemente porque se carece de información apropiada. Y aquí aparece el factor de la educación. Cuanto mayor es el nivel educativo de una persona, mayor capacidad tendrá de tomar buenas decisiones con respecto a su salud, y realmente con respecto a todo. Y el nivel de educación tiene también relación con la salud mental. El nivel de educación en nuestro medio es muy bajo, con una media que apenas pasa de primaria. No debe sorprender que una niña que apenas cursó el cuarto grado, que a duras penas lee y que usa el Internet solo para ver videos llegue a los 18 años ya con dos hijos y un futuro muy comprometido.

La salud mental tiene que ver con las relaciones sociales, como las relaciones con jefes y compañeros de trabajo y con vecinos. Un jefe prepotente que usa su posición para maltratar a sus subordinados o para obtener favores sexuales tiene un problema de salud mental él mismo y al mismo tiempo afecta la salud mental del lugar de trabajo. Con un vecino que no tiene idea ni le importan las mínimas reglas de convivencia, pasa lo mismo.

En el tráfico es donde posiblemente se puede ver con mayor claridad lo afectados que podemos estar en nuestra salud mental. Y en esto quizá ninguno se salva. Basta un pequeño estímulo, alguien que nos pite o que obstruya nuestro paso para que reaccionemos con agresividad y hasta con violencia. En segundos pasamos de ser conductores apacibles a fieras al volante. La conducción en sí misma y el tráfico generan estrés y aumentan la posibilidad de reacciones que no tendríamos en otras situaciones. Algo que resulta muy útil, al menos en algunos, es pensar que cada vez que una persona se enfurece ante un evento de tráfico, su presión arterial aumenta considerablemente, lo que daña su corazón, sus riñones y su cerebro. Asimismo, la adrenalina generada eleva la glucosa en sangre, lo que equivale a una patada al páncreas. Y después las personas se preguntan por qué resultaron diabéticas. Y todo esto también tiene que ver con la salud mental.

La salud mental, pues, abarca muchas cosas, desde lo evidente hasta lo insospechado. Su cuidado es importante, pues está íntimamente relacionado con la calidad de vida y, como hemos visto con la cantidad de vida también. Más que riñones, hígado, pulmones, somos nuestra mente..

Médico Psiquiatra.

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