El desconocido turista continúa escribiendo en su diario. Belle lo observa desde su escondite, escuchando lo que escribe. “Querida vida -comienza. En este mi viaje en fuga he encontrado un lugar donde quedarme. Hasta hoy he sido un viajero igual a la hermosa mariposa de azúcar que habita estos bosques y nunca cesa de volar. Pero llega un momento en que la ilusión detiene nuestro andar y nos cede un lugar donde continuar nuestra humana aventura. No esperaba ver en la “fiesta de los faroles” de la aldea a una joven turista vestida de ángel. Iba con flores en su cabellera y alas de papel. Me recordó a la mariposa Ángel, igual de fugaz e ilusoria. Nos vimos a los ojos aquella noche eterna, tan sólo instantes; unas cuantas miradas sublimes atravesando nuestras vidas. Como si de pronto nos hubiéramos encontrado -después de tiempos de ausencia- en este distante lugar del mundo… Aunque no pregunté su nombre, quizá por temor y porque mi destino me impide hacer promesas de amor.” (Entonces la brisa susurra: “¡Belle!”) Él viajero escucha intrigado aquel nombre en el silencio y luego continúa: “Porque las promesas son para quienes tienen mañana. Para amores -hasta hoy sin porvenir como el mío- no existen juramentos. Sabes, querida vida, que cada despertar puede ser nuestro primer y último amanecer. No exagero. Nuestro tiempo en verdad es el mismo del viento y las mariposas. (IX) De: “La Selva Umbría que Aprendió a Volar” ® de C.B.