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Una buena ciber educación

Las formas actuales de comunicación tienen su ritmo y sus reglas (no escritas en la mayoría de los casos)

Pienso que a todos nos ha pasado que estamos en una actividad de esas que exigen concentración mental, o atención a otra persona y, de repente, en la pantalla del teléfono aparece un “hola” en Whatsapp. Uno, queriendo ser atento, contesta inmediatamente con otro “hola”, y se queda esperando que del otro lado le digan qué necesita esa persona, o qué le quiere comunicar… pero no, después de varios “escribiendo”, cuando uno está a punto de desentenderse de la pantalla aparece, para la propia desesperación, un “¿qué tal?”

Puede ser que uno tienda a ser expedito y se “desespere” con las personas que tardan horas en contestar un Whatsapp, o no. Como puede también que sea la parsimonia y el tomarse su tiempo las características dominantes. Cada uno es como es, dentro y fuera de Whatsapp. Sin embargo, las formas actuales de comunicación tienen su ritmo y sus reglas (no escritas en la mayoría de los casos). Reglas que hacen la vida más llevadera y que facilitan la comunicación cuando se cumplen, y que llevan a la desesperación o a los malos entendidos cuando se saltan.

Algunas de esas reglas se reflejan en un artículo al que tuve acceso hace unos pocos días, y que me parece interesante compartir. Son normas de sentido común, como todas las de la buena educación, de esas que se echan más en falta cuando no se viven y que cuando se ponen en práctica parecen la cosa más normal del mundo. Como sea, las reseño, con un brevísimo comentario.

Uno: trataré siempre al otro como persona. Aunque sea un bot… me explico: también en Whatsapp hay que vivir las normas de cortesía: saludar, despedirse, ser amables y atentos, haciendo que todos se sientan a gusto con nuestra conversación.

Dos: respetaré siempre el tiempo del prójimo. Sin abusar de los mensajes de voz, ni llamar por teléfono intempestivamente, yendo al grano cuando se deba y comprendiendo que el interlocutor no tiene por qué contestar “inmediatamente” a nuestros mensajes.

Tres: respetaré la intimidad de todos. Sin incluir a nadie en grupos que no haya solicitado, o listas de difusión sin su consentimiento. Sin atosigar con mensajes a horas inoportunas, sin enviar post no solicitados…

Cuatro: la verdad es también verdad en Whatsapp. Cuidado con las cadenas, que no son transmisoras de verdades solo por serlo. No reenviemos nada que no nos conste, ni nos prestemos a difundir bulos y chismes. Reenviar una mentira es también mentir.

Quinto: cuidado con las fotos. Principalmente las propias y, por supuesto, las ajenas. Que por estar en red no dejan de ser fotos de otros.

Sexto: Promoveré la comunión y no la desunión. Se trata de ser instrumentos de paz y no de división. También en línea. Evitando discusiones, desatinos, dimes y diretes. Como en la vida real… pues resulta que hoy día, Whatsapp, es la vida real.

Séptimo. Cada uno es dueño de su tiempo, pero es necesario respetar el de los demás para que a su vez respeten el de uno.

Octavo: aprenderé a no estar en línea. Le daré un descanso al teléfono. La desconexión digital es salud, y el estar continuamente pendiente del teléfono es dañino no solo para la propia paz mental, sino también para la de los demás.

Noveno: practicaré la solidaridad digital. Whatsapp puede ser un excelente medio para ayudar, desde localizar el perro perdido por el vecino hasta advertir a quienes interese las condiciones del tráfico.

Décimo: en cada Whatsapp que escribo me retrato a mí mismo, por lo que cuidaré las normas de redacción, pondré esfuerzo en hacerme entender y seré una persona amable y consciente.

Y ya está. Diez reglas como podrían ser quince… pero que vale la pena tomar en cuenta para facilitar las cosas y promover la convivencia.

Ingeniero

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