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Un nombre en el susurro de la brisa

Eso de llevar a cuestas el dolor de haber roto o abandonado lo amado.

Desde su escondite la joven Belle escucha al carismático viajero escribiendo su diario en voz alta. “Talvez olvidé mucho del ayer o fue el ayer quien me olvidó -susurra. Al hacer un alto en el camino me detuve en este pueblo alto, fresco y florido. Mirando atrás dudé que habría sido mío el sueño de la vida. O lo que es igual, la vida de mi sueño. ¡Tan sólo espejismos que creí verdad, aunque hubiera tenido su gracia entre mis manos! Fue como no haber vivido. Eso de llevar a cuestas el dolor de haber roto o abandonado lo amado. Quise renacer, escapar de la culpa y así solté mis alas por el mundo hacia el albor que todos anhelamos encontrar en el perdón y la promesa. Como esa mariposa que no detiene su vuelo, pues sólo tiene un día para vivir. Despierto del ayer y descubro que tengo su mismo tiempo. Breve e incierto. Cada año vuelven los ángeles papilios de la selva-penumbra arrastrados por el vendaval. Hay en el celaje nimbos y nubarrones que -también sin detenerse- suben desde el distante mar. Como dije antes, no pregunté el nombre de la viajera de alas de papel.” (“¡Belle!” vuelve a susurrar el silencio). “Aunque -aún así- sé que ella estaba en mi camino… Lo vi en sus ojos, en unas cuantas miradas e instantes. No sé si vuelva a verle. Será una viajera más buscando cumbres y celajes. Si cambian el rumbo o se vuelven visión, nadie sabrá. Quizá le vuelva a encontrar. Como se repite una dulce ilusión.” (X) De: “La Selva Umbría que Aprendió a Volar” ® de C.B.

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