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Nuestros “MPM”

Esperemos, pues, que la inversión pública y privada continúe ampliando y construyendo más “Micros Primer Mundo”, tanto en la capital como en los departamentos


Viendo las cosas, los sucesos y las obras desde un enfoque positivo y útil, y admirando la modernidad, la practicidad y la belleza arquitectónica, en El Salvador contamos con lugares comparables a los de Estados Unidos y la Comunidad Europea, que permítanme llamar “Micros Primer Mundo Salvadoreños”, porque al entrar en ellos uno se siente como en algún país del llamado “Primer Mundo”.

Conozco muchos aeropuertos en Estados Unidos y en la Comunidad Europea, y el Aeropuerto Internacional de El Salvador Monseñor Óscar Arnulfo Romero es, sin duda, un “Micro Primer Mundo Salvadoreño”, comparable con los de ciudades importantes de esas regiones. Es amplio, cómodo y moderno; cuenta con las mismas comodidades, productos y servicios, y los controles de seguridad y migración son fluidos, con funcionarios amables.

En mi última visita a Los Ángeles conocí la Biblioteca de Arte y Cultura de Glendale. Observé la recepción, los espacios de espera con muebles cómodos, las estanterías de libros, las salas de computación y los servicios sanitarios, limpios e higiénicos. Pues bien, la BINAES, ubicada en el Centro Histórico, es un edificio de siete pisos que además cuenta con espacios de juego para niños pequeños, jóvenes, adultos y personas mayores, y en los dos últimos niveles ofrece terrazas desde donde se puede contemplar la plaza Barrios, el Palacio Nacional y la Catedral Metropolitana. La BINAES es un excelente Micro Primer Mundo, digno de visitar.

El Palacio Nacional está restaurado, y los relatos sobre lo que albergó cada salón, así como sobre la antigua Asamblea Legislativa, son muy interesantes y amenos; lo mismo ocurre con el Teatro Nacional. Dos notables Micros Primer Mundo.

Si se comparan los arreglos navideños previos a la Navidad en la plaza Barrios, no tienen nada que envidiar a la ornamentación de la céntrica Plaza del Sol, en Madrid.

Visité la Plaza Universitaria y, al entrar, me trasladé mentalmente al Mercado de San Miguel, en Madrid: un edificio de hierro y cristal de más de cien años, donde se pueden degustar exquisitas tapas, quesos, vinos, mariscos y otros platos típicos de la gastronomía española. En su dimensión, la Plaza Universitaria es también un Micro Primer Mundo, que ofrece platillos típicos salvadoreños en un ambiente limpio, ordenado y cómodo.

Estuve este miércoles en el nuevo mercado de San Miguelito, que con sus seis pisos es más grande que todos los que conozco en otros países, como el Farmers Market en Los Ángeles, el Quincy Market en Boston, el Mercado Central en Valencia o La Boquería en Barcelona. El de San Miguelito, si se mantiene limpio y ordenado por los dueños de los puestos y los usuarios, y si además se organiza el tráfico en los alrededores, seguirá siendo un Micro Primer Mundo.

Desde el sector privado, desde hace años se vienen construyendo centros comerciales modernos y plazas comerciales que se comparan con cualquiera de otros países. La Gran Vía, Las Cascadas, Multiplaza, el área de los grandes edificios en la Zona Rosa y el Paseo Escalón son excelentes ejemplos de Micros Primer Mundo.

Si se preguntan cuál es el sentido de este artículo, mi respuesta es que busca concientizar —incluso a los críticos acérrimos y escépticos— de que todos estos Micros Primer Mundo, públicos y privados, están cambiando poco a poco la cultura de convivencia ciudadana en nuestro país. Creo que tanto nosotros como personas de otras naciones que conocieron el Centro pueden observar claramente la diferencia entre el antes y el hoy.

Desde los años cincuenta conozco el “Centro”, hoy llamado Centro Histórico, que siempre fue la zona de San Salvador más bulliciosa, contaminada, desordenada e incluso insegura. Hoy, el Centro Histórico es un Micro Primer Mundo, peatonal, como Frankfurt, Praga o Madrid.

Esperemos, pues, que la inversión pública y privada continúe ampliando y construyendo más “Micros Primer Mundo”, tanto en la capital como en los departamentos, hasta abarcar todo el país. Nada es fácil, nada es gratis y nada se construye de un día para otro.

Ingeniero

Todo es más fácil y más sencillo con sentido común.

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