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Narcotráfico: el conflicto sin fronteras

El negocio de la droga, consolidado desde los años ochenta, adquirió mayor fuerza financiera, organizacional y tecnológica tras la pandemia de la COVID-19. Desde entonces, ha generado más de 1.5 billones de dólares. Países productores como Colombia, Perú, Bolivia y la región amazónica de Brasil han ampliado su capacidad de exportación.

Desde agosto de 2025, “el conflicto armado contra los carteles del narcotráfico” en América Latina, impulsado por Estados Unidos, colocó nuevamente en el centro de la agenda internacional la realidad del tráfico de drogas. El despliegue militar estadounidense en el Caribe adoptó desde el 13 de noviembre un nombre oficial: “Southern Spear” (“Lanza del Sur”).

La operación cuenta con el portaaviones más grande del mundo, el USS Gerald Ford, que por sí solo representa el 10% del potencial global de la Marina norteamericana. A este despliegue se suman buques lanzamisiles equipados con Tomahawk, sistemas de defensa antiaérea, un submarino de propulsión nuclear, aviones caza F-16 y AC-130 Ghostrider, además de sistemas robóticos autónomos y drones. Más de 15,000 soldados, incluidas fuerzas especiales, participan en una operación inédita, sin precedentes en la historia reciente de esta región. Aunque se trata de una respuesta convencional, el adversario opera bajo lógicas cercanas a la guerra de guerrillas. La magnitud del despliegue envía, sin embargo, un mensaje político contundente a los actores implicados.

Los destinatarios del mensaje

Desde su regreso a la Casa Blanca, el presidente Donald Trump definió con claridad a los carteles objetivo: Sinaloa, Jalisco Nueva Generación y La Nueva Familia Michoacana en México; MS-13 en Centroamérica y El Salvador; el Clan del Golfo en Colombia; y el Tren de Aragua y el Cartel de Los Soles en Venezuela.

El negocio de la droga, consolidado desde los años ochenta, adquirió mayor fuerza financiera, organizacional y tecnológica tras la pandemia de la COVID-19. Desde entonces, ha generado más de 1.5 billones de dólares. Países productores como Colombia, Perú, Bolivia y la región amazónica de Brasil han ampliado su capacidad de exportación. Ecuador, por su parte, se ha convertido en un punto clave gracias a su salida al Pacífico y sus conexiones con carteles mexicanos. Como principal productor mundial de cocaína —con más de 310,000 hectáreas de cultivos, frente a 140,000 en 2022—, la región envía actualmente unas 2,900 toneladas que utilizan rutas que atraviesan el Caribe.

La dimensión política del conflicto

De acuerdo con la administración judicial estadounidense, redes de complicidad y protección facilitan la expansión de estas organizaciones. En este contexto, la acusación formal contra Nicolás Maduro, presidente de facto de Venezuela desde las elecciones no reconocidas de julio de 2024, otorga a “Southern Spear” una clara dimensión intervencionista bajo la lógica del political change.

Trump sostiene que el objetivo no es solo combatir a los narcotraficantes, sino “proteger a la nación norteamericana”, situando el tema como una amenaza inmediata a la seguridad nacional. Paradójicamente, esta dimensión interna expone la naturaleza global del problema.

En el Caribe, Haití se ha convertido en un “portaaviones” del tráfico ilegal: un país sin Estado, dominado por pandillas. En América Latina, la demanda social de seguridad contrasta con el deterioro de las condiciones internas. En Río de Janeiro, la reciente operación contra el Comando Vermelho evidenció el fracaso de políticas de largo plazo contra el crimen organizado. En Honduras —clave por su posición en las rutas migratorias y del narcotráfico—, la recta final de la campaña presidencial en Estados Unidos polarizó al país entre quienes se declaran “a favor o en contra de la libertad”.

En Chile, una eventual victoria de José Antonio Kast podría fortalecer los vínculos estratégicos con Washington y modificar la relación con China, cada vez más presente en la región.

Europa en la ruta del narcotráfico

Al otro lado del Atlántico, las rutas del Caribe desembocan también en el mercado europeo. Algunas pasan por África Occidental, a través del Golfo de Guinea. En los últimos años, movimientos yihadistas del Sahel se han beneficiado de estas rutas. En Malí, por ejemplo, están cerca de tomar el control del país, tras una década de confrontaciones contra fuerzas nacionales, tropas francesas y contingentes de Naciones Unidas.

Otras rutas atraviesan los Balcanes, o ingresan a través de los puertos de Países Bajos, Bélgica y Francia, tanto desde el Atlántico como desde el Mediterráneo.

El narcotráfico penetra sociedades y territorios, evidenciando la incapacidad de los Estados para responder a esta agresión. El debate político en Europa se ha desplazado progresivamente del tema migratorio hacia la inseguridad vinculada al tráfico de drogas, percibida como una “conquista violenta y masiva” del territorio. La preocupación es especialmente fuerte en Francia, que se ha convertido en un punto estratégico, no solo de tránsito, sino también de distribución.

Un desafío global y estructural

La corresponsabilidad entre paíseius productores y consumidores, reconocida desde los años ochenta y noventa, adquiere hoy una complejidad mayor: el narcotráfico ha penetrado en las propias sociedades de consumo, afectando dimensiones políticas, culturales y económicas.

Por ello, la operación “Southern Spear” —y las reacciones que genere— podría producir una onda de choque global, con efectos que trasciendan ampliamente el Caribe y América Latina.

Politólogo francés y especialista en temas internacionales.

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