Es claro que el tráfico y la trata de personas muestran una dura realidad de indiferencia y de la pérdida de empatía.
Es claro que el tráfico y la trata de personas muestran una dura realidad de indiferencia y de la pérdida de empatía.
El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad
Tráfico ilícito de migrantes y trata de personas no son lo mismo. De acuerdo con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNDOC), “el tráfico ilícito de migrantes es un delito que se lleva a cabo únicamente a través de las fronteras. Consiste en facilitar la entrada o estancia ilegales de migrantes en un país, con el fin de obtener un beneficio financiero u otro beneficio de orden material. Los traficantes convierten en negocio rentable la necesidad o el deseo de los migrantes de entrar en un país y la falta de documentos legales para hacerlo. El derecho internacional exige a los gobiernos que tipifiquen como delito el tráfico ilícito de migrantes, pero no les exige que penalicen a las personas objeto de tráfico ilícito. Habida cuenta de que los migrantes dan su consentimiento a la operación de tráfico ilícito, principalmente debido a la falta de procesos de migración regulares, no se consideran víctimas en términos absolutos. Sin embargo, los traficantes suelen poner a los migrantes objeto de tráfico ilícito en situaciones peligrosas (como las travesías marítimas arriesgadas) y, por lo tanto, los migrantes pueden pasar a ser víctimas de otros delitos durante el proceso de tráfico ilícito, en particular de graves violaciones de los derechos humanos”.
Así las cosas, la UNDOC considera que “El tráfico ilícito de migrantes es un tipo de crimen organizado vinculado a otros delitos penales graves, incluidos los flujos financieros ilícitos, la corrupción y la trata de personas. El tráfico es un servicio ilegal que se ofrece a un sinnúmero de personas y exige una remuneración económica o material. Muchos migrantes que no tienen opciones viables para cruzar las fronteras, por lo general dependen de los servicios que ofrecen los traficantes para migrar. En principio, una vez que se completa la transacción de tráfico ilícito y la persona llega al destino deseado, la relación entre el traficante y el migrante cesa sin que se produzca ningún daño, No obstante, con demasiada frecuencia, los migrantes y refugiados objeto de tráfico ilícito sufren circunstancias peligrosas de diversa índole y un trato abusivo violento mientras están bajo el control de los traficantes”.
Está claro que el tráfico de migrantes es un verdadero problema mundial en el que se violan todos los derechos humanos de las personas. La UNDOC, en su informe titulado Delincuencia organizada transnacional: Acabemos con este negocio, lo resume de la siguiente manera: “El tráfico de migrantes es verdaderamente una preocupación global, pues afecta a un gran número de países del mundo que son puntos de origen, tránsito o destino. Los delincuentes lucran con el tráfico ilícito de migrantes a través de fronteras y entre continentes.
Es tarea compleja evaluar la dimensión real de este delito, debido a su naturaleza clandestina y a la dificultad para determinar cuándo la migración irregular es facilitada por contrabandistas. Sin embargo, el gran número de migrantes dispuestos a correr riesgos en busca de una vida mejor, cuando no pueden emigrar por vías legales, brinda una provechosa oportunidad a los delincuentes para explotar su vulnerabilidad”.
En relación con la trata de personas, que puede ocurrir tanto en el país de origen como en el extranjero, el Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Internacional, la define de la siguiente manera: “Por ‘trata de personas’ se entenderá la captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos”.
Es claro que el tráfico y la trata de personas muestran una dura realidad de indiferencia y de la pérdida de empatía. Así las cosas, en su artículo titulado La empatía está muriendo y nosotros con ella, que publicó The Journal de los estudiantes de la Saint Mary’s University en 2024, Rita Jabbour hace una importante reflexión sobre la pérdida de la empatía:
Escritor y diplomático salvadoreño
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