La figura de León Trotsky no puede ser comprendida desde una óptica superficial ni reducida a formatos breves como los podcasts.
La figura de León Trotsky no puede ser comprendida desde una óptica superficial ni reducida a formatos breves como los podcasts.
Es curioso cómo el nombre de León Trotsky, revolucionario marxista y arquitecto del Ejército Rojo, reaparece repentinamente hoy en espacios inesperados de Estados Unidos: desde podcasts académicos hasta programas dominicales de análisis político, incluso en foros conservadores como el Hoover Institute de Stanford. Ayer escuché un podcast, de hora y media, del Hoover Institute dedicado a Trotsky. Lo que comienza como crítica suele transformarse en una forma de admiración genuina. Se le reconoce su lucidez estratégica y su visión global. Trotsky continúa siendo una figura incómoda, pero inevitable.
Todo esto significa que Trotsky sigue siendo una figura que incomoda, pero que no puede ser ignorada. Su pensamiento, su praxis y su legado intelectual trascienden las fronteras políticas. Como estratega, pensador y visionario cuya influencia sigue resonando en los debates contemporáneos. Es precisamente esta persistencia intelectual, incómoda pero fértil, lo que me ha llevado a escribir este artículo: no para reivindicarlo doctrinariamente, sino para situarlo en su verdadera dimensión histórica.
La figura de León Trotsky no puede ser comprendida desde una óptica superficial ni reducida a formatos breves como los podcasts. Su vida, marcada por la genialidad estratégica, la tragedia política y la anticipación científica, lo ubica como una de las figuras épicas de la historia universal. Cualquier análisis serio, para comprender su pensamiento, motivaciones y actuación histórica, debe partir del rigor marxista revolucionario, que constituía el eje de su visión del mundo, no de la anécdota ni del espectáculo, aunque sus anécdotas son espectaculares, propias de una novela.
Como ingeniero científico, dedicado al análisis, planificación y ejecución estratégica de sistemas complejos de gran escala, alto rendimiento, funcionamiento crítico, dedicado a la transformación y modernización del Estado y operaciones militares en EEUU, siempre me ha intrigado Trotsky, además me ha sorprendido profundamente encontrar en los escritos de León Trotsky una intuición técnica que se adelantó décadas a su tiempo. En su ensayo: Radio, Science, Technique and Society (1926), escribió:
“El átomo contiene en su interior una poderosa energía oculta, y la mayor tarea de la física consiste en extraer esa energía, en sacar el tapón para que esta fuerza escondida brote como una fuente. Entonces se abrirá la posibilidad de reemplazar el carbón y el petróleo por la energía atómica, que también se convertirá en la fuerza motriz fundamental.”
La fisión nuclear como proceso científico-tecnológico factible fue descubierta en 1938. ¡Trotsky se adelantó 12 años! La bomba atómica no llegó sino hasta 1945… ¡Increíble! Es probable que haya leído a Einstein, quien formuló teóricamente la intercambiabilidad de la materia y la energía, sintetizada en la ecuación E = mc² en 1905. Pero nadie pensaba que era tecnológicamente posible… excepto Trotsky, ya en 1926, y es que Trotsky tenia una fe inagotable en el ser humano. La primera planta nuclear del mundo, con fines de investigación, Obninsk, se construyó hasta 1954 en la Unión Soviética. Y la primera planta nuclear comercial a gran escala del mundo, Central Nuclear de Shippingport, no se construyó hasta 1957, en Estados Unidos, 31 años después que Trotsky la predijera.
Al final del día, Trotsky será recordado como uno de los grandes arquitectos de la historia. Su vida es una tragedia griega: el héroe que desafía el orden, construye lo imposible y es destruido por las fuerzas que ayudó a liberar. Como estratega político, dirigió la toma del Palacio de Invierno en octubre de 1917—una acción previsible dentro del proceso revolucionario, pero ejecutada con precisión dialéctica. Coordinó a los soviets, la Guardia Roja y los marineros de Kronstadt en lo que fue, más que una operación militar, una aplicación moderna del golpe de Estado político: una transferencia de poder institucional con mínima violencia y máxima legitimidad revolucionaria.
Durante la Guerra Civil, Rusia fue invadida por Inglaterra, Alemania, Francia, Polonia, Estados Unidos, Japón y otros países menores. Todos ellos armaron a los Blancos. Trotsky, al frente del Ejército Rojo, enfrentó esta coalición con una capacidad organizativa, logística y estratégica que aún asombra. Fue un genio militar sin formación militar formal, guiado por método, convicción y visión histórica.
Uno de los conceptos más reveladores que Trotsky universalizó fue la expresión “correlación de fuerzas”, originalmente parte del léxico militar ruso. Trotsky la expandió más allá del terreno bélico, aplicándola al análisis político, económico, social e incluso cultural. En sus escritos, esta noción no se limita a una relación cuantitativa de poder, sino que se convierte en una categoría dialéctica que permite evaluar cuándo una acción de cualquier índole es posible, legítima y eficaz. La correlación de fuerzas, en Trotsky, es una estructura dinámica que articula lo que él denominaba las condiciones subjetivas y objetivas de la realidad: la voluntad política, las condiciones materiales y la legitimidad histórica. Su uso estratégico de este concepto lo convirtió en una herramienta analítica transversal, hoy presente en múltiples disciplinas, y utilizada como parte del léxico político y militar en EE.UU., y universalmente.
Asimismo, una de sus contribuciones más originales y duraderas fue el concepto de la revolución permanente. Trotsky lo formuló para explicar cómo las revoluciones sociales no podían limitarse a tareas coyunturales, sino que debían avanzar hacia transformaciones profundas en todo el quehacer humano: desde las ciencias y la tecnología, la producción y el arte, hasta las formas de organización social y, por supuesto, las relaciones humanas. La revolución permanente no es una consigna, sino una teoría de la historia en movimiento: una lectura dialéctica de las transiciones políticas, económicas y culturales que desafía esquemas mecánicos. En ella, Trotsky anticipa que la revolución no se detiene en la toma del poder, sino que debe continuar transformando las estructuras sociales, incluso frente a resistencias internas y presiones externas. Este concepto sigue siendo una herramienta crítica para entender los límites de las reformas y la necesidad de continuidad histórica en los procesos emancipatorios.
Churchill llegó a decir que era el hombre más inteligente del siglo XX. Y no es exageración. Para comprender su legado, hay que leer El Profeta Armado, El Profeta Desarmado y El Profeta Desterrado de Isaac Deutscher, así como los dos tomos de La Historia de la Revolución Rusa, cada uno de más de 700 páginas. También Mi Vida. Son obras bellísimas, escritas con método dialéctico, sensibilidad estética y profundidad histórica.
Nuestro problema en El Salvador y América Latina, en parte, es que nunca hemos tenido un hombre/mujer de la talla de Trotsky. Hemos tenido mártires, poetas, conservadores, liberales, revolucionarios, reformistas… pero no un arquitecto dialéctico de la historia con perspectiva histórica, rigor teórico, visión científica y sensibilidad humana. Ese vacío se siente en nuestra condición humana, nuestras instituciones, en nuestra educación, en nuestra cultura política y nuestro quehacer político.
Carlos E. Vela
Creador de STEM | Ingeniero-científico / Washington, DC
La realidad en tus manos
Fundado en 1936 por Napoleón Viera Altamirano y Mercedes Madriz de Altamirano
Director Editorial
Dr. Óscar Picardo Joao
2025 – Todos los derechos reservados . Media1936