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Lecciones de la vida

“El verdadero cambio comenzará cuando las personas cuestionen y dejen de aplaudir mentiras”. El silencio de estos hechos, en política, es un crimen.

Soy un hombre mayor, llegando a viejo. No me siento a gusto con el tiempo que me toca vivir. La narrativa (relatos tejidos en redes y medios de comunicación para arraigarlos en la conciencia colectiva, hasta que las condiciones nos vuelven a la realidad) es un tsunami de emociones, promesas y sofismas, que difícilmente resisten un análisis riguroso. Sustituyen una polémica que les daña, por otra que puedan controlar. Lo necesario es desviar lo que les daña. La primera víctima es la verdad.

Tenemos un espacio abierto a un protagonista importantísimo en todas partes, especialmente en América: “EL MIEDO”. El Estado de Derecho pasa por arriba, ya no solo en los países subdesarrollados. La Constitución se convierte en decoración y se negocia un silencio forzado por el miedo. La pasividad, la desconexión ante lo público, también es consecuencia de este miedo. Las sociedades que tienen miedo justifican cualquier cosa al que los gobierna.

No todo lo que brilla es oro. Siempre hemos ignorado algo, pero lo vivimos con vergüenza. Ahora la gente lo presume como nunca. Los analfabetos de hoy saben leer y escribir, pero no ejercen; tienen acceso a la educación, pero todo se les hace a su medida.

Los pueblos que olvidan su historia repetirán los mismos errores. La historia no es solo pasado, es un espejo en donde encontraremos los errores, las traiciones, los conflictos, las guerras, los excesos del poder y las consecuencias de la ignorancia colectiva. Pero los pueblos olvidan cómo comenzaron las desgracias, cómo se entregó la libertad, cómo las personas se presentaron como solución. Cuando la memoria desaparece, las mismas tragedias son las que regresan con rostros diferentes, pero el resultado será el mismo: “La historia no se repite por destino, se repite por negligencia. Un pueblo sin memoria es un pueblo manipulable y con disposición a un autoritarismo.”

Recordar no es vivir en el pasado, es un impulso a la realidad. Podemos continuar sin atender la historia, ignorarla, pero el tiempo y los hechos valen más que mil narrativas. Leer la historia podrá ser incómodo. “El costo del silencio y de la inanición es mucho mayor que el costo del error.”

En el mundo de hoy, todo se modifica, se trunca vertiginosamente al amparo de un proceso arrollador, ante la indiferencia silenciosa y al impulso certero de minorías, pregonándolas como necesidades insustituibles, que acrecientan el odio hacia arriba, mediante la acción psicológica permanente y disuasiva de una propaganda orientada al desprestigio del sistema. Propagando complejos de culpa en los niveles superiores de las fuerzas productivas. “Los mejores amigos del muerto, hoy son socios del que lo mató.” Que sirva de base y fundamento para la aniquilación de las estructuras del Estado y llevar el cambio. Pero los problemas de fondo no cambian, no importa quién gane.

“El verdadero cambio comenzará cuando las personas cuestionen y dejen de aplaudir mentiras”. El silencio de estos hechos, en política, es un crimen.

Ser un militar es un honor, una alegría y motivación diaria. Por razón indeclinable de nuestro destino, me inquieta, y no me siento a gusto por la perspectiva futura de la convivencia. Los líderes se pierden en las contradicciones, la insensatez, la ausencia de unidad. Prefiero los caminos a las fronteras. Creo en la tolerancia, en el respeto al derecho ajeno. Creo en el diálogo como única manera de resolver asuntos de manera justa. Creo en la libertad, la justicia y en la democracia. Creo en los valores que van de la mano o no van. Me gustan más los sueños del futuro que los recuerdos del pasado.

Hemos sido premiados, no como personas, sino por lo que hemos realizado por nuestra patria y la suma de muchos factores. Viví rodeado de grandes figuras (civiles y militares) que me estimularon y orientaron. Recibí una educación estricta y fuerte, con tenacidad, de cada uno de ellos. Me inculcaron el amor a mi país, el trabajo, el decoro y el servicio del hacer militar. Le debo tanto a muchas personas que no me alcanza ni el tiempo ni el espacio para nombrarlas.

Con el pasar del tiempo comprendí el pasado turbulento que le tocó vivir a nuestro país. De él aprendí, y una parte de esa historia me tocó vivirla; otra, la historia me enseñó.

Maximiliano Hernández Martínez (1931–1944): Izalco y los hechos.

Óscar Osorio (1950–1956): promovió los derechos laborales e industrialización.

José María Lemus (1956–1960): derrocado por golpe de Estado por convulsión política.

Julio Adalberto Rivera (1962–1967): inicia la incorporación en la Alianza para el Progreso con EE. UU.

Fidel Sánchez Hernández (1967–1972): conflicto con Honduras.

Arturo Armando Molina (1972–1977): promesa de la transformación agraria.

Carlos Humberto Romero (1977–1979): golpe de Estado e inicio del conflicto armado interno.

De este recorrido histórico, y otros tantos más, aprendí para mi quehacer profesional y a reconocer a los devotos de la Inmaculada Concepción.

Participé en momentos difíciles para el orden público: Guerra con Honduras (1969), Teatro de Operaciones Norte; llegamos hasta el Portillo del Soldado, adelante de Nueva Ocotepeque. Conflicto armado interno no internacional (1979–1992): herido en combate. Ofensiva insurgente (1989): su manejo y coordinación de la zona oriental como comandante de la Tercera Brigada. Participé durante 28 meses y tres días en la búsqueda de la paz (1989–1992), acompañando a dignísimas personas. Lo hicimos con dignidad, con decoro, responsabilidad y solidaridad, en momentos en que la paz, por sí sola, se convertía en un mito, y quienes ejercíamos la tarea de negociar aparecíamos ante la opinión pública como presuntos responsables de conquistar esa esquiva y añorada paz, que permitió una nueva institucionalidad, con aires frescos de democratización.

Sofistas, no confundan “acuerdos de paz” con “construcción de la paz”. A este día, y pasado el tiempo: “La paz seguirá siendo esquiva, de las manos de los codiciosos, de los egoístas, de los que portan la cruz del desencanto y de los usureros del poder.”

Hasta llegar a mi retiro en 1994. Lo que no significa la claudicación de ideales, que seguiremos defendiendo igual que ayer, llenos de orgullo, como elemento irrecusable de lealtad a la República. República imperfecta, pero República, para que en ella se afiance y sostenga la defensa de la Constitución y de las instituciones que ella encarne y representa. Repetir errores es caminar al borde del colapso moral y político. Nada nuevo. Las mismas mañas. Lecciones no aprendidas.

Saludo:

“A los hombres de armas, que juraron a costa de su vida y cumplieron con su vida. Por su adhesión al deber, ante el altar de la Patria, a la sombra de su bandera, entre las filas del honor patrio, para alcanzar la recompensa del silencio y la paz de los incomprendidos”.

General (r) de la Fuerza Armada de El Salvador.

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