La suerte es una facinerosa careta que, cuando te la arranque el devenir, quedarán al descubierto todas las luces y sombras de tu alma. Después de que la vida te dé el amor, el éxito y la fortuna, la misma ha de cobrarlos al final del festejo. La risa de la máscara será el precio de tus anhelos, luces e imposibles. Más tarde o más temprano el mundo reclama la dicha que robaste al breve y a la vez eterno festival. Suplantando a la máscara ella te suplantará ante las multitudes. Tú harás reír al antifaz y el antifaz habrá de reír en ti. Actuando lo que nunca acaso pudo ser, haciendo tu sueño realidad y un sueño de la realidad. Así, un día -después del silencio y de la vida- habrás de perder el antifaz como él a ti. Con el tiempo, la última máscara que quedaba sobre el polvo de la alameda fue recogida por el prodigioso e infortunado actor de nuestra historia. Era la máscara fabulosa del Destino. El mismo que también había perdido su careta. O quizá la careta había perdido su propio y frío destino. Así el enigmático circense se llevó consigo la risa celeste del azar. Aquella del eterno reír del imposible. (IXL) de: “La Máscara que Reía.” ©