La pobreza es, en términos generales, la privación sostenida de recursos y oportunidades necesarias para llevar una vida digna.
La pobreza es, en términos generales, la privación sostenida de recursos y oportunidades necesarias para llevar una vida digna.
NOTA DEL DÍA
La historia de la pobreza en El Salvador está marcada por factores estructurales que se arrastran desde la Colonia, cuando la concentración de la tierra en manos de unas pocas familias limitó el acceso de la mayoría campesina a medios de subsistencia. Durante el siglo XIX y buena parte del XX, la economía cafetalera y posteriormente la algodonera y azucarera consolidaron un modelo agroexportador que benefició a élites reducidas y dejó a grandes sectores en condiciones de subsistencia. La guerra civil (1980-1992) agudizó la pobreza por la destrucción de infraestructura, desplazamientos masivos y estancamiento económico, aunque los Acuerdos de Paz trajeron una relativa apertura democrática y flujos de cooperación que mejoraron algunos indicadores.
A partir de los años noventa, las remesas familiares se convirtieron en un amortiguador clave, reduciendo la pobreza monetaria, pero sin resolver problemas de desigualdad, precariedad laboral y servicios públicos insuficientes. En el siglo XXI, pese a ciertos avances en educación y salud, la pobreza ha mostrado una tendencia fluctuante vinculada a crisis económicas globales, fenómenos naturales, violencia y más recientemente los efectos de la pandemia y de la inflación internacional, que revelan la persistencia de vulnerabilidades estructurales en la sociedad salvadoreña.
La pobreza es, en términos generales, la privación sostenida de recursos y oportunidades necesarias para llevar una vida digna. Durante décadas predominó la medición por ingresos —cuánto dinero tiene una persona para cubrir necesidades básicas—, pero hoy existe consenso en que la pobreza también debe entenderse como un conjunto de carencias simultáneas (salud, educación, vivienda, servicios, trabajo, protección social). De hecho, organismos como el Banco Mundial y el PNUD/CEPAL impulsan un enfoque complementario: líneas de pobreza monetaria para seguimiento macroeconómico y mediciones multidimensionales para identificar privaciones específicas en los hogares.
Pobreza extrema y total (monetaria). Se calcula comparando el ingreso del hogar con el costo de canastas de consumo. En El Salvador, por ejemplo, la «pobreza extrema» se define cuando el ingreso per cápita del hogar no alcanza para comprar la canasta básica de alimentos; la «pobreza total» añade otros bienes y servicios (canasta ampliada). Para comparaciones internacionales, el Banco Mundial usa umbrales de USD 2,15 y USD 6,85 diarios (PPA 2017), que permiten ver tendencias comunes entre países.
Pobreza relativa. En contextos de altos ingresos, suele emplearse una línea ligada a la distribución (p. ej., porcentaje del ingreso mediano) para observar exclusión social aun cuando las necesidades básicas estén cubiertas. Es clave para analizar desigualdad y cohesión social. (Marco general en Banco Mundial y literatura comparada).
Pobreza multidimensional (PM). Considera privaciones simultáneas en educación, salud, vivienda, empleo y acceso a servicios. América Latina avanza hacia un Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) armonizado por CEPAL y PNUD, que muestra diferencias marcadas entre zonas urbanas y rurales y grupos de edad. Este enfoque ayuda a priorizar políticas públicas donde las carencias son más agudas, más allá del ingreso.
Los datos más recientes disponibles de la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples (EHPM) 2023, administrada por la Oficina Nacional de Estadística y Censos (ONEC) del Banco Central de Reserva (BCR), muestran un repunte de la pobreza respecto a años previos. Según análisis del Banco Mundial con base en la EHPM, en 2023 el 30,3 % de la población vivía en pobreza y el 9,3 % en pobreza extrema, alcanzando el nivel más alto de la era pospandemia. Este incremento de la pobreza extrema —casi 70 % respecto a años recientes— es el principal motor del aumento de la pobreza total.
En términos de hogares y de personas, otras lecturas de la EHPM 2023 difundidas por prensa y centros de investigación locales reportan que la pobreza monetaria afectó al 27,2 % de los hogares y al 30,4 % de las personas, y que la pobreza multidimensional alcanzó al 25,1 % de los hogares. Aunque estas cifras son consistentes con la trayectoria que señalan los organismos internacionales, la clave está en desagregar: ¿dónde y cómo golpea más la pobreza? Allí es donde la mirada multidimensional y territorial cobra valor.
En 2024, El Salvador realizó su VII Censo de Población y VI de Vivienda, coordinado por el BCR (ONEC). El operativo marcó un salto en cobertura y tecnología, y ya cuenta con dos entregas públicas de resultados. De acuerdo con la información divulgada por organismos internacionales que participaron y dieron seguimiento a la difusión, la población ascendió a 6,029,976 personas, con 52,8 % mujeres y una alta concentración demográfica en el Área Metropolitana de San Salvador y sus alrededores. El BCR habilitó un geoportal oficial para consultar los tableros y presentaciones con resultados nacionales y departamentales.
Además de contar cuántos somos y dónde vivimos, el Censo 2024 ofrece una línea de base demográfica y de vivienda clave para «georreferenciar» la pobreza. El propio Banco Mundial subraya que los resultados censales 2024 son insumo directo para actualizar mapas de pobreza y alinearlos con la nueva división territorial en 44 municipios, mejorando la focalización de programas sociales. Es decir: el censo permite pasar de promedios nacionales a diagnósticos por territorio, colonia o distrito, donde se combinan la pobreza monetaria y las carencias multidimensionales.
¿Qué mirar hacia adelante?: Con la evidencia disponible, tres frentes lucen prioritarios:
Pobreza extrema y seguridad alimentaria. El aumento de la pobreza extrema implica hogares que no cubren la canasta alimentaria. Políticas de ingresos (empleo, transferencias temporales focalizadas) y contención de precios relativos (canasta y transporte) son determinantes para revertir rápidamente esta tendencia.
Brechas territoriales y rurales. El IPM regional muestra brechas persistentes en áreas rurales, donde las carencias en servicios básicos y calidad de vivienda son más agudas. El cruce de datos del Censo 2024 con EHPM permitirá priorizar inversiones en agua, saneamiento, conectividad y transporte.
Juventud y capital humano. El perfil demográfico censal —población relativamente joven— exige acelerar aprendizajes, transición escuela-trabajo y cuidados, para que las familias no caigan (o salgan) de la pobreza solo por shocks laborales o de salud.
En suma, la pobreza en El Salvador combina un aumento reciente de la pobreza extrema con carencias multidimensionales arraigadas que son desiguales según territorio. El Censo 2024 brinda la cartografía fina para intervenir mejor: ya no se trata solo de cuántos hogares son pobres, sino dónde y por qué lo son. El reto de política pública será usar ese mapa —junto con la EHPM— para desplegar respuestas de corto plazo (ingresos y seguridad alimentaria) y transformaciones de mediano plazo (servicios, productividad local y protección social) que reduzcan de manera sostenida la pobreza en todas sus dimensiones.
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