Fue durante un sueño reciente que tuve en el cual habría llegado como mudo testigo al juicio de la guerra y la paz del siglo XXI. Cuando la vida y la paz tambalean ante el profundo abismo de la Historia. Para entonces el grandioso Salón de Naciones Unidas -durante su 80ª. Cumbre- había quedado vacío. Un frío penetrante y un olor a azufre invadía los contornos. Al fondo se escuchaba el eco fantasma de las voces del silencio. ¡Del Gran Silencio del mundo y la Historia! En la profundidad de los rincones de aquel vacío Parlamento flotaba un lejano hedor a campos de exterminio. No de pájaros ni sueños, ni de fieras ni serpientes, sino de hombres, ángeles, cantos de niño, risas y sollozos bajo escombros de guerra. La triste y ausente audiencia sin derecho a veto había desaparecido de escena, borrada por decreto y predestinio. La muerte con su sonrisa macabra era sólo un pálido y errante espejismo vagando en los pasillos… Un taciturno demonio -inmune a las leyes divinas, humanas y universales- lucía solo y vencido en un rincón. Parecía haber muerto, con un puñal de oro ensangrentado entre sus manos. Me condolió su triste mirada sin gloria ni luz. Pese a llamarse “Luzbel” o “Luz Bella” era tan sólo una desgarradora sombra mitológica de nuestra “gloriosa” civilización. ¡Fue entonces cuando desperté y abrí los ojos! Conmovido por aquel siniestro sueño de sombras y dolor que -tristemente- podría haber sido verdad en un ilusorio mundo de seres dormidos, sin sueños de amor, dicha y libertad… Entretanto, el pajarillo herido de la Paz yacía en el abismo del alma humana…!