La vendetta particular de Trump es contra las metrópolis donde no votan por él como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Washington D.C.
La vendetta particular de Trump es contra las metrópolis donde no votan por él como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Washington D.C.
Estoy de visita en Washington D.C. y quedo para cenar con una buena amiga y periodista veterana que lleva años cubriendo la política en la capital estadounidense. Nos citamos en un conocido restaurante francés en el centro de la ciudad y, entre muchas cosas, hablamos de la atmósfera que se vive en estos momentos, con la presencia de la Guardia Nacional y anuncios diarios del presidente Donald Trump que apuntan a la deriva autoritaria de su segundo mandato.
Durante mi estadía se nota la presencia de los efectivos federales en las zonas más turísticas. Se les ve donde están los monumentos que frecuentan los visitantes y se toman fotos con los hombres y mujeres vestidos de uniforme que han sido desplegados para, según Trump, “limpiar” las calles de Washington D.C. Algunos de los campamentos que los sin techo armaron en parques ya no están y hay informaciones acerca de redadas que la policía local ha efectuado de inmigrantes supuestamente indocumentados. Mi amiga me habla de la cantidad de personas en situación irregular que se ocultan en sus casas y no están acudiendo a sus trabajos por temor a ser arrestados en la calle. Muchos de ellos laboran en la construcción, en el sector de la hostelería, son repartidores de comida a domicilio, se desempeñan como jardineros y también como empleados domésticos o cuidadores. La mayoría aporta a la comunidad con tareas que los nacionales descartan y es una minoría la que comete esos crímenes a los que se refiere el republicano, apuntando su dedo acusador contra quienes llegan a Estados Unidos con la intención de labrarse una mejor vida.
Durante los días que paso en Washington, donde la presencia de ratas por doquier infunde más miedo que la supuesta “invasión” de inmigrantes que según Trump “envenenan la nación”, el presidente anuncia su intención de que la Guardia Nacional lleve armas de fuego en las ciudades donde ha decidido que hay que intervenir y, oh casualidad, todas con alcaldías demócratas. A pesar de que 13 de las 20 ciudades con más homicidios en el país pertenecen a estados gobernados por republicanos, el mandatario no las menciona ni parece tener intención de tomar control de ellas. Es evidente que su vendetta particular es contra las metrópolis donde no votan por él como Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Washington D.C., todas con alcaldes afroamericanos.
Después de su retorno a la Casa Blanca Trump ha amplificado las represalias contra sus detractores, la prensa crítica, sus adversarios políticos y hasta los propios fiscales que en el pasado se han encargado de evaluar los numerosos casos judiciales que ha enfrentado. Desde el Despacho Oval, uno por uno marca en su larga lista de ajuste de cuentas a las personas que lo contradicen o no siguen sus designios. De la noche a la mañana, el multimillonario Elon Musk pasó de ser un favorito a un paria. Coincide mi estancia en Washington con la irrupción de agentes del FBI en la casa de John Bolton, ex asesor de Trump durante su primera presidencia y hoy en día crítico acérrimo de sus políticas. Bolton fue de los primeros que denunció el carácter déspota del magnate neoyorquino. Un día antes del registro en su residencia en Maryland por el posible uso de información clasificada en un libro que publicó sobre su accidentado cargo como asesor de seguridad nacional, este republicano anti trumpista aparecía una vez más en la televisión opinando sobre la política errática y arbitraria de quien fuera su superior.
Converso con mi amiga sobre la celeridad con que el autoritarismo de este segundo periodo se impone en todo el país. Por la concurrida calle 14 se pasea un pequeño grupo de Guardias Nacionales, más entretenidos con el movimiento local que preocupados por vigilar el supuesto desorden. A lo largo de nuestra amena cena todo el personal que nos atiende es de América Latina: una joven de El Salvador, un muchacho colombiano, una señora mexicana. No sabemos hace cuánto llegaron de sus países o si nacieron en suelo americano. Lo que es evidente es que forman parte de la cantidad ingente de inmigrantes que a diario contribuyen al engranaje económico del país.
Mi amiga y yo nos despedimos y de camino hasta donde me alojo evito las ratas que en la noche toman las calles de Washington, donde el problema es tan grande o más que en Nueva York. Me pregunto cómo es posible que las urbes de una nación del primer mundo estén infestadas por estos roedores. Hay batallas que no se ganan ni movilizando a la Guardia Nacional.
*Twitter (X): ginamontaner
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