Light
Dark

El libro que juzga a sus autores

Que toda la historia bíblica converja en un fracaso aparente —y lo declare victoria de Dios— es, precisamente, una señal de que aquí no manda la lógica humana del éxito.

El segundo domingo de diciembre fue declarado en 2002 como Día Nacional de la Biblia en El Salvador, mediante decreto legislativo, con el propósito de fomentar la lectura y el estudio de las Escrituras. Ahora bien, ¿qué distingue a la Biblia de cualquier otro libro? La verdad es que no es un solo libro, sino una verdadera biblioteca formada a lo largo de siglos por varias decenas de autores y escuelas redaccionales. No es posible establecer una cifra exacta, pero los estudios suelen estimar entre 35 y 50 autores distintos, teniendo siempre en cuenta que muchos de sus libros son obras colectivas y, en buena medida, anónimas.

La composición de la Biblia no fue un hecho puntual, sino un largo proceso de escritura y edición. Los textos más antiguos del Antiguo Testamento comenzaron a redactarse entre los siglos X y VIII antes de Cristo, mientras que algunos escritos del Nuevo Testamento se completaron hacia inicios del siglo II después de Cristo. En conjunto, puede decirse que su formación literaria se extendió a lo largo de aproximadamente mil años de historia.

El idioma dominante del Antiguo Testamento es el hebreo, que era la lengua propia de Israel en la época en que se fueron componiendo esos textos. Otras partes relativamente pequeñas del Antiguo Testamento fueron escritas en arameo, que era la lengua internacional del Imperio persa y que se convirtió en la lengua cotidiana de muchos judíos después del exilio. Por su parte, el Nuevo Testamento fue escrito en griego koiné, que era la lengua común del Mediterráneo oriental en la época de Jesús y los apóstoles. Es verdad que ellos hablaban arameo como lengua habitual, pero los escritos del Nuevo Testamento fueron compuestos en griego. Puede afirmarse, entonces, que la Biblia fue escrita en tres idiomas diferentes: hebreo, arameo y griego.

En la redacción de la Biblia intervinieron personas muy distintas entre sí: escribas, sabios, sacerdotes, levitas, profetas, reyes, funcionarios, campesinos, ganaderos, pescadores y artesanos. También se reconoce la influencia de un médico y de un recaudador de impuestos. La mayoría de ellos vivió en épocas diferentes, sin posibilidad de conocerse ni de leer lo que los otros habían escrito. Además, la Biblia no fue compuesta en un solo país, sino en distintas regiones del Cercano Oriente y del Mediterráneo. Sus textos se formaron en regiones que hoy se aproximarían a lo que es Israel, Palestina, Jordania, Líbano, Irak, Irán, Egipto, Siria, Turquía, Grecia e Italia.

Pero a pesar de la polifonía de autores, lenguas, sitios y el largo tiempo que su formación tomó, es evidente que la Biblia posee un sentido y drama central. Esa coherencia no cayó del cielo, sino que fue tejida a lo largo de siglos. Los libros fueron copiados y conservados con notable fidelidad; fueron puestos en relación hasta formar un solo canon; y juntos narran un mismo gran drama de Dios y su pueblo, aunque lo hagan con voces distintas y, a veces, tensas.

La Biblia está dotada de una honestidad brutal que deja ver que su contenido no está al servicio de la glorificación humana, sino de una verdad que juzga a sus mismos autores. No idealiza a sus héroes, no blanquea los fracasos, no embellece a los reyes ni a los sacerdotes; por el contrario, hombres como Abraham, Moisés, David y Pedro aparecen con sus pecados y cobardías, el pueblo del pacto es acusado con dureza por sus profetas, los Salmos incluyen gritos de protesta, rabia y dudas, los evangelios narran la poca comprensión de los discípulos y su marcada cobardía, y como punto medular, la muerte vergonzosa del Mesías en una cruz.

Humanamente, no tiene sentido construir una fe sobre un Mesías ajusticiado en una cruz; ni hacer del perdón a los enemigos, del amor a los pobres y de la renuncia al poder violento el núcleo de la identidad. Y, sin embargo, el Nuevo Testamento reorganiza toda la lectura de la antigua Escritura en torno a esa cruz. Que toda la historia bíblica converja en un fracaso aparente —y lo declare victoria de Dios— es, precisamente, una señal de que aquí no manda la lógica humana del éxito. Todo esto, hace de la Biblia un libro que da sobradas sospechas de ser más que una obra humana.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

Patrocinado por Taboola