Se perdió entre la feliz multitud de las caretas, encontrando antifaces de demonios, sirenas, animales y espectros.
Se perdió entre la feliz multitud de las caretas, encontrando antifaces de demonios, sirenas, animales y espectros.
Cuando volvió a San Fernando el carnaval litúrgico y pagano, Mascarada salió en busca del hado que había robado su rostro al nacer. Se perdió entre la feliz multitud de las caretas, encontrando antifaces de demonios, sirenas, animales y espectros. Pero él buscaba el rostro que aparecía en la fotografía suya, recién nacido. Entró al maravilloso “Circo del Sol Naciente” que había arribado a la aldea. Asombrado vio un ángel volar en los trapecios. Cuando aquel bajó a la pista, Mascarada se lanzó hacia él, arrancándole el antifaz. Éste quedó al desnudo y -viendo a la concurrencia- desató una risa macabra, diciendo “No soy el ángel de la muerte a quien buscas. Soy el dios del Tiempo; el destino de todos aquellos que deben devolver su vida, sus tesoros y el humano reír que yo mismo les dí. Toma tu máscara. Sigue actuando el ángel de la felicidad.” Luego desapareció de escena. Dicen que Mascarada cambió su nombre de actor y se fue con el circo, interpretando al ángel que perdió su cielo o que lo encontraría en la pista de un nuevo renacer. Selene -cantora y último amor- le vio partir. “Aquel que un día fue Mascarada ha muerto -dijo con lluvia en sus ojos. Quien partió con los circenses ya no era el mismo de ayer. Al fin y al cabo partir siempre es morir un poco, dice el adagio”. (LI) de: “La Máscara que Reía.” ©
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