La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó a abrirnos al mundo en igualdad.
La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó a abrirnos al mundo en igualdad.
NOTA DEL DÍA
El absolutismo y la opresión del reinado de Fernando VII, en España, fueron el detonante final de las gestas libertarias en Iberoamérica, pueblos que, desde la Independencia de los Estados Unidos y la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa, anhelaban ser dueños de su destino.
Centro-América era terreno fértil para las ideas y las aspiraciones de la gran hermandad de espíritus libres que rechazaban los atropellos y las mordazas del poder sin freno. A riesgo de sus vidas, pese a la tolerancia de los colonizadores, que también fueron civilizadores al sembrar en estas tierras mucho del saber y las fulgurantes realizaciones y conquistas de Occidente, se declaró la Independencia y se abolió la esclavitud, medio siglo antes de Lincoln en Estados Unidos.
Nadie pretendió retroceder a la colorida, pasmosamente desarrollada pero asimismo bárbara, civilización indígena anterior a Colón, sino que se trazó un rumbo hacia delante y hacia arriba, cuya esencia se expresa en tres palabras: Dios, Unión y Libertad.
En nuestros mejores momentos, en la tristeza y las tribulaciones, cuando buscamos inspirarnos o queremos consuelo, debemos volver al ideario de nuestros Próceres: Dios, Unión y Libertad.
Dios es reconocer la existencia de la libertad en su manifestación más excelsa, tomar conciencia de lo espiritual, del orden moral, del imperio de la razón, de la belleza y del amor.
Es reconocer una realidad anterior y superior a lo humano, la suprema y eterna majestad que da sentido y armonía al universo.
Unión es lo que nos hermana con otros hombres y mujeres, otras culturas, otras verdades.
Unión es tolerancia, entendimiento, compasión y compañerismo, lo que nos libera del aislamiento y de la soberbia. Sólo entre hermanos se levantan sociedades libres y democráticas, justas y constructivas. Sólo entre hermanos es que se puede renunciar a la pretensión de ser los únicos poseedores de la verdad o estar justificados para esclavizar o exterminar a otros. No puede haber unión cuando se divide a los hombres entre nosotros y ellos, entre los que se creen escogidos y los que se condenan como siervos o infieles.
La lucha por la libertad hizo posible el paso a la modernidad, al establecimiento de la democracia, a superar las divisiones de clases y los conflictos religiosos.
La separación de la Iglesia del poder temporal fue uno de sus más importantes frutos.
El deseo de ser libres fue la fuerza que inspiró a un puñado de creadores de patrias, aquí y en Buenos Aires, aquí y en la Gran Colombia aquí y en Boston, aquí y en París, a sacudir todas las formas de opresión política para decantarse por la igualdad, la fraternidad y la libertad.
Proteger la libertad, hacerla florecer, atesorarla como un derecho inalienable de todos los hombres, luchar por su preservación y engrandecimiento, es la tarea fundamental que nuestros Próceres nos impusieron.
La libertad rechaza los fanatismos y lo sectario. La libertad es incompatible con las dictaduras y con las doctrinas mesiánicas. La libertad es lo que nos facultó a abrirnos al mundo en igualdad, ser parte de la comunidad global, insertarnos en la civilización. La libertad política es sólo posible bajo un Orden de Derecho, sujeta a las grandes tradiciones jurídicas que son la gloria de la humanidad. Es el gran legado que recibimos de nuestros Próceres.
La barbarie, lo irracional, el despotismo siempre están al acecho, como las fieras merodean alrededor de los campamentos y las pestes buscan nuestros flancos débiles para aniquilarnos.
Chacales rodean nuestras vidas, nuestros previos logros, lo que con tanto esfuerzo se construyó y que muchos, como en la historia bíblica, han vendido a otros por el plato de lentejas de lisonjas y calumnias, engaño permanente.
La lucha por la libertad, contra los despotismos y la irracionalidad, por la dignidad innata del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, debe ganarse día a día, generación por generación, pues, como dijo Goethe en el Fausto, “sólo merecen la libertad y la vida aquellos que la conquistan cada día”.
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