“He quitado de ti el antifaz y he visto tu rostro desnudo mientras dormías -dijo Selene al actor de los disfraces. Es el de un ángel puro y gentil. Tu drama es que no le puedes ver en los espejos porque eres el desconocido de sí mismo. Al volver el ángel trágico del carnaval volverás a ti, fantasma de la risa y de la escena.” Mascarada respondió a la mujer que -además de desnudar su rostro- había desnudado su alma: “He visto mi imagen en el espejo. Además de tener borrada su risa- su corazón está vacío. Es por ello que pasé por la vida pero la vida no pasó en mí. Así, el amor llegó hasta mí, pero yo no llegué al amor. Selene del plenilunio, gracias por arrancar la máscara de mi desventura y alumbrar la escena de mi drama. Te prometo que -si vuelvo a las carpas- el público verá por primera vez mi rostro reír, desnudo y ya sin antifaz. Al verme así tal vez los demás se quiten la máscara y vuelvan a reír a la vida para que la vida les vuelva a reír. ¡A reírse de ellos y de sí misma! Porque el arte más noble es devolver a otros su risa e ilusiones. No he sido la máscara que reía, sino la risa enmascarada en escena.” Largo tiempo tardaría en volver el carnaval a la aldea. Allá cuando los antifaces volvieran a reír y la anónima muchedumbre perdonara al destino y a sí misma por haber olvidado ser feliz. (L) de: “La Máscara que Reía.” ©