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Columna Transversal: La amenaza de una invasión militar en Venezuela 

Hay una parte de la oposición venezolana que tiene años de hacer pactos con el diablo para deshacerse de su diablo casero.

Leopoldo López, una vez la figura carismática de la rebelión de los jóvenes contra la dictadura chavista, hoy pide a Donald Trump una intervención militar de Estados Unidos en Venezuela para derrocar a Maduro. En 2008, cuando lo conocí, me dijo: “No sólo se trata de derrocar al chavismo, se trata de cómo hacerlo, porque de esto depende lo que seremos capaces de construir después.” Hoy está de acuerdo en derrocar a Maduro como sea. Me asusta esta transformación de Leopoldo, aunque ya no me sorprende, luego de ver a miembros de su círculo interno como operadores de la dictadura de Nayib Bukele. Hay una parte de la oposición venezolana que tiene años de hacer pactos con el diablo para deshacerse de su diablo casero. 

Desde que tuve, entre el 2008 y el 2011, la oportunidad de conocer de cerca Venezuela y su enfrentamiento entre democracia y populismo autoritario, siempre he pensado que la solución tendría que salir de la izquierda democrática, no de la derecha revanchista y reaccionaria. Y ciertamente no de los Estados Unidos. 

Una nueva alianza opositora de centroizquierda

En largas conversaciones con académicos, líderes sociales y dirigentes políticos, logré entender la imperativa necesidad que surja y tome liderazgo de la oposición un nuevo bloque progresista. Se perfilaba la posibilidad que se unieran los movimientos emergentes de tendencia socialdemócrata y socialcristiana, nacidos de la rebeldía de una generación nueva contra el autoritarismo gobernante. Este nuevo bloque estaría opuesto al chavismo, pero también a la derecha conservadora y a quienes querían restablecer el régimen del bipartidismo, que había conducido al país a una crisis de legitimidad del sistema político venezolano, abriendo al populismo autoritario de Hugo Chávez el camino al poder. 

En estos debates de una nueva generación, que se imaginaba una Venezuela poschavista de reconciliación popular e inclusión social, me encontré con Leopoldo López, el joven y carismático líder de una tendencia socialdemócrata con fuerte énfasis en crear un ejército juvenil de activistas y propagandistas. La creación de un bloque progresista unido que pudiera desplazar a la vieja guardia se complicaba por la disputa de liderazgo entre Leopoldo López, el fundador de Voluntad Popular, y el dirigente de Primero Justicia y gobernador de Miranda, Henrique Capriles Radonski. Henrique, de pensamiento socialcristiano, tenía un carisma más mesurado que Leopoldo, pero en el fondo ambos compartían la visión de que una futura democracia no tenía que romper con la visión de la preferencia por los pobres impulsada por Hugo Chávez. Los dos eran diferentes de temperamento, pero no de principios y metas. Junto con un grupo de intelectuales alrededor de figuras venezolanas como Enrique ter Horst, quien había dirigido la misión de paz de Naciones Unidas en El Salvador, tratamos de mediar entre los dos, con el argumento de que la oposición necesitaba que juntos tomaran la iniciativa de establecer y dirigir una alianza nueva y progresista que tuviera la fuerza y la legitimidad para convertirse en una alternativa viable al chavismo. Al fin, Leopoldo aceptó apoyar a Henrique como candidato presidencial en las elecciones de 2012. La oposición, aunque unida, perdió, pero logró el 44% de los votos en una elección de David contra Goliat, o sea contra todos los recursos del Estado. Chávez quedó en el poder, pero poco después murió en Cuba. Para convertirse en su sucesor, Nicolás Maduro tuvo que enfrentarse en nuevas elecciones a Capriles. Luego de un masivo fraude, Maduro fue declarado ganador. Leopoldo llamó a la insurrección, Henrique Capriles, sabiendo que esto significaba un baño de sangre, llamó a la resistencia pasiva. Desde este momento, existe una clara línea de división entre ellos. 

Leopoldo se convirtió en el líder de la tendencia insurreccionista, promoviendo las grandes manifestaciones callejeras, llamadas La Salida, que trataron de obligar a Maduro a renunciar. Terminaron siendo reprimidas, con cientos de muertos y miles de capturados. En 2014 es detenido Leopoldo, acusado de haber instigado las manifestaciones. Es condenado a 14 años de prisión. En 2017 le conceden arresto domiciliario. En el marco de una rebelión militar en el 2019, es liberado por los insurrectos. La rebelión fracasa y Leopoldo sale al exilio.

La nueva derecha venezolana 

Meses antes, Venezuela había entrado en una crisis constitucional, cuando la mayoría opositora en la Asamblea Nacional, resultado de las elecciones del 2015, en las cuales toda la oposición se había presentado unida, declaró inconstitucional la presidencia de Maduro y nombró al presidente de la Asamblea, Juan Guaidó, “presidente encargado”. Es cuando se hizo evidente la alianza de un sector, conducido por Leopoldo López y Corina Machado, con el gobierno de Donald Trump. Washington reconoce inmediatamente al gobierno paralelo de Guaidó y promueve que 60 países hicieran lo mismo. Guaidó, un cuadro de Leopoldo, termina, con todo su gobierno alternativo, en el exilio, en Washington. Y es en este tiempo que comienzan las discusiones con la gente de Trump sobre la opción de sacar del poder a Maduro mediante una intervención militar estadounidense.

Leopoldo López, residiendo en Madrid, comienza a tejer alianzas, ya no con la socialdemocracia europea, sino con el ala extrema del Partido Popular y con Vox – y con la gente de Trump. Al mismo tiempo, cuadros cercanos a Leopoldo aterrizan en El Salvador para convertirse en operadores políticos y de propaganda del recién electo presidente Nayib Bukele. Terminaron estableciendo un gabinete de sombra encima de los ministros.

Los sueños con una intervención gringa se truncaron, cuando Trump perdió la presidencia en el 2020, pero la conexión entre la nueva derecha venezolana y la nueva derecha MAGA se mantuvo. Hoy, esta conexión agarra un nuevo auge, con Trump nuevamente en el poder. Trump declaró al gobierno de Maduro una organización terrorista y de narcotráfico, que podría ser objeto de “legítimas operaciones militares”. 

Y Leopoldo toma la palabra, en una entrevista con Europa Press, diciendo: “Apoyamos cualquier escenario que nos ayude a transitar a la democracia”. A la pregunta si apoya una invasión estadounidense en Venezuela, responde con un rotundo “Sí” y declara que sería “absolutamente legítimo”. 

No sé si él entiende qué desastroso esto sería para Venezuela y América Latina.

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