Si se quiere se puede, facilitemos los caminos para hacer posible Centroamérica unida y además el principio de los fundadores de este periódico: ¡Hay que hacer un gran pueblo en Centro-América!
Si se quiere se puede, facilitemos los caminos para hacer posible Centroamérica unida y además el principio de los fundadores de este periódico: ¡Hay que hacer un gran pueblo en Centro-América!
En varios domingos en los últimos 15 años dediqué esta columna al paso por migración y las aduanas en Centro-América. Y el tema me vino otra vez a la mente, con un video que me envío un buen amigo, donde nuevamente el tema se pone sobre la mesa. Y qué bien si de verdad se definen y acuerdan los tratados para que en Centro-América seamos como en la Comunidad Europea.
En julio pasado, para visitar a un amigo en Managua, siguiendo su consejo me aventuré y viajé en autobús. Sale de su terminal en San Benito a las doce de la noche y llega a Managua a las cinco de la tarde del día siguiente, después de catorce horas, de las cuales unas cinco son para las colas y los trámites en migración y aduanas…
Recordé mi primer viaje con un amigo en su Volkswagen siendo estudiante en Alemania en 1969. Desde Bingen en Alemania hasta la Playa de Aro en Cataluña, cruzando las fronteras entre Alemania y Francia, atravesar Francia y luego cruzar la frontera entre Francia y España.
En 1969 solo habían pasado 14 años del final de la Segunda Guerra Mundial y apenas se estaba recuperando el turismo entre los países europeos, pero como no participó en la conflagración y empezaba a convertirse el país preferido para los turistas del norte de Europa que buscaban tranquilidad, sol y playas, España se los ofrecía a un buen precio por el cambio favorable de la peseta con las monedas de cada país.
Eso sí, para entrar y salir a cada país había colas largas y se tardaba hasta una hora y media para llegar al puesto de control de migración y aduanas, para que un oficial viera superficialmente el pasaporte, dijera ¡siga!
Pero en Europa desde 1950 se empezó a trabajar para crear el «Mercado Común del Carbón y el Acero» entre Francia, Alemania, Bélgica y Luxemburgo y poco a poco y paso a paso, después de muchas negociaciones y tratados, se continuó trabajado para ampliar el número de países y establecer la libre circulación de bienes, de personas, de productos y de capitales…
España se integró en el Mercado Común Europeo en 1986 y recuerdo bien la emoción de mi familia cuando viajando en carro de Valencia a Ginebra atravesamos las fronteras a 80 Km/h y leer por primera vez al salir de España, un cartel que decía, «Gracias por su visita, vuelva pronto» y un poco más adelante otro, con «Bienvenido a Francia».
Hace 5 años, desde Konstanz a Bruselas, salimos de Alemania, entramos y salimos de Suiza, nuevamente en Alemania, después Francia y un tramo por los Países Bajos, hasta llegar a Bruselas, sin ver los límites fronterizos. Entendíamos que habíamos entrado en cada país, por el idioma en las señalizaciones de las autopistas atravesando las fronteras a 120 kilómetros por hora. Por cierto, en las autopistas alemanas no hay límite de velocidad y a 160 nos sobrepasaban motos y carros a 200 km/h.
Actualmente, la Unión Europea la forman, Alemania, Austria, Bélgica, Bulgaria, Chipre, Croacia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Polonia, Portugal, República Checa, Rumanía y Suecia, en los cuales cualquier ciudadano de cualquiera de los 26 países se puede establecer o simplemente vivir y es lo que están haciendo muchos jubilados, pues además en la UE la moneda común es el Euro.
Si se quiere se puede, facilitemos los caminos para hacer posible Centroamérica unida y además el principio de los fundadores de este periódico: ¡Hay que hacer un gran pueblo en Centro-América! Pues sí, señores. Abramos la mente para ver y valorar las ventajas. Si fuera malo, no existiría la Comunidad Europea.
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