Como muchos de los titanes empresarios del país, comenzó sin capital pero con exceso de energía, ingenio y perseverancia.
Como muchos de los titanes empresarios del país, comenzó sin capital pero con exceso de energía, ingenio y perseverancia.
Samuel Quirós, un gran empresario y la figura tras el Grupo Q, murió en Costa Rica, donde había formado una empresa y vivía desde hacía algunos años.
Samuel tomó la representación para El Salvador y otros países de la región de la marca de automóviles Datsun, subsidiaria de Nissan, una de las grandes marcas automotrices del Japón y el mundo, la que competía con éxito gracias a su dedicación y empuje a otras muy conocidas.
Samuel Quirós nació de una familia modesta en San Miguel, oriente de la República, y se educó en el Liceo Salvadoreño y en el Externado de San José, a lo que sumó estudios en Menlo Park, California.
Era una época de lucha y tesón para el desarrollo del país, por lo que muchos dejaban los estudios y emprendían la aventura de los negocios.
Ese fue el caso de Samuel Quirós, quien a su regreso de Estados Unidos administró una finca y se dedicó a transportar ganado y cosechas de algodón en un camión y posteriormente obtuvo un pequeño préstamo, el equivalente de 200 dólares, para asociarse con un amigo y darle forma a lo que llamó Samuel Quirós y Compañía.
Lo que comenzó con una gasolinera se convirtió en la principal distribuidora de la Nissan para El Salvador y luego para Honduras, gracias a la confianza de Samuel Quirós en el ingenio japonés, del que había recelo en muchas partes porque acababa de pasar la Segunda Guerra Mundial.
Las empresas que distribuyen vehículos, electrodomésticos, bienes diversos, saben que el buen y oportuno servicio es esencial para el éxito de toda empresa, lo que Quirós se ocupó siempre respecto a sus autos; los talleres del Grupo Q al día de hoy son eficientes y amigables, sabiendo que clientes satisfechos son la mejor publicidad: contar con las partes y repuestos necesarios es la mejor política.
Muchos recuerdan el lema «La Tribu Saquiro le sirve».
Varios conocidos profesionales, entre ellos el Ing. Fausto Ernesto Velasco, tomaron parte en construcciones y desarrollos del Grupo Q, por lo que su influencia se proyectó en todo el país. La empresa debió sobreponerse a los efectos de la guerra con Honduras, por el cierre de fronteras, y la guerra en El Salvador, por la que el régimen militar democristiano prohibió la importación de vehículos y hubo que dedicarse a la compraventa de usados.
Comenzó el emprendimiento de Quality Grains hace 35 años casi por un accidente y tuvo el tino de poner a su esposa Leyla al frente del negocio.
Luego abrieron la cadena de cafeterías The Coffee Cup, siendo pioneros en la categoría de café gourmet en un país que consumía café muy básico.
Por su trayectoria le fueron conferidos el Premio al Emprendedor de la ASI y la Palma de Oro de la Cámara de Comercio e Industria.
En una decisión trascendental, le dejó la empresa enteramente a sus hijos Quiros Nolthenius: Carlos Enrique, Federico, José Ángel y Samuel. Ahora preside el grupo automotriz el extraordinario Juan Federico Salaverría, su yerno casado con María Lucila.
De igual manera apoyó el deporte infantil y juvenil, sobre todo el fútbol playa. Sin el apoyo de Samuel Quirós muy probablemente el éxito de Ravenna 2011 hubiese quedado como la última celebración de una Selecta Playera.
«Quiero que sepan que aquí estoy apoyando todos los eventos que sirven para que nuestra juventud se aleje de las malas tentaciones y se acerque cada vez más a lo que es la médula de una juventud fuerte, sana y responsable», declaró en uno de los últimos encuentros entre escuelas infantiles de fútbol.
Como muchos de los titanes empresarios del país, comenzó sin capital pero con exceso de energía, ingenio y perseverancia. Pero más que de las empresas, Samuel Quirós decía sentirse feliz por su familia: ocho hijos, 23 nietos y 5 bisnietos. Estuvo activo hasta hace una semana, a los 97 años, lúcido, dando ideas, consejos y aportes claros y ordenados.
En una entrevista, Samuel Quirós afirmó que un empresario tiene dos caminos cuando decide emprender: fracasar o triunfar. «A mí no me gusta fracasar», confesó.
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