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Adiós a los arrecifes de coral

El cuidado de la Creación no es un tema opcional, sino dimensión constitutiva del discipulado y de la responsabilidad cristiana. Evangelizamos mejor cuando amamos y cuidamos mejor el lugar donde vivimos.

Hemos llegado al primer punto de inflexión climático catastrófico. Esta es la información publicada el 13 de octubre de 2025 en un informe científico en el que más de 160 expertos en la Tierra informan de nuestra nueva realidad: el aumento de la temperatura del océano ha impulsado la pérdida de los arrecifes de coral.

Se llama «punto de inflexión» o «punto de no retorno» a aquel en el cual se cruza un umbral que conduce a un estado nuevo, más frágil y difícil de revertir. Los sistemas de la creación no cambian de manera lineal, resisten durante años, pero se llega a un punto en que se alcanza el límite fatal.

El informe titulado «Reporte global de puntos de inflexión 2025», publicado por la Universidad de Exeter, demuestra que el planeta ha alcanzado ya un calentamiento cercano a 1,4 °C. Los arrecifes de coral poseen gran sensibilidad al calentamiento y a las olas de calor marinas. Durante más de 45 años, los científicos han venido advirtiendo que, si el incremento de la temperatura global alcanzara 1,4 °C, se iniciaría la mortalidad de los arrecifes. Si dicho incremento llegara a 1,5 °C, se proyectaría una pérdida adicional de entre el 70 % y el 90 % del coral; a 2 °C, las pérdidas podrían superar el 99 %. Pues bien, habiendo llegado ya a 1,4 °C de incremento, se ha superado el primer punto de no retorno climático: ya está en marcha la mortalidad generalizada de los arrecifes de coral de aguas cálidas.

Los arrecifes de coral no solo forman parte de la belleza submarina: son vitales. Aunque apenas representan el 0,2 % del fondo marino, albergan al menos una cuarta parte de todas las especies marinas. Más de 500 millones de personas dependen directamente de ellos para su alimentación, sus ingresos y su bienestar. Además, actúan como barreras naturales que disipan la energía de las olas, reduciendo la erosión y los daños por tormentas e inundaciones. Son la base de la pesca costera, que aporta proteína asequible y empleo local; su degradación compromete la seguridad alimentaria y la economía familiar de esas poblaciones; pero también compromete el futuro habitable para millones en el mañana.

Desde la fe, la pregunta no es solo ¿qué está pasando?, sino ¿quiénes estamos llamados a ser? La Escritura nos confía un mandato doble: «cultivar y cuidar» la tierra (Génesis 2:15). No es licencia para explotar, sino vocación de servicio. La noción de ecología integral nos ofrece una brújula: todo está conectado. La degradación de los arrecifes no afecta únicamente a la naturaleza, como si no fuésemos parte de ella: compromete pesquerías, turismo, protección costera y el sustento de millones. Por eso, el cuidado de la Creación no es un tema opcional, sino dimensión constitutiva del discipulado y de la responsabilidad cristiana. Evangelizamos mejor cuando amamos y cuidamos mejor el lugar donde vivimos.

Desde una lectura pastoral de la actual situación se requiere integrar de manera sistemática el cuidado de la creación en la enseñanza, la predicación y la reflexión en grupos pequeños. Debemos ir del solo «Dios creó todo» al cómo esa convicción se traduce en nuestras decisiones de consumo, movilidad, formas de vida y participación pública para una esperanza activa. Cristo no llama a evadir la historia, sino a servirla. La conversión al mandato de cuidar la tierra no consiste en echar culpas a los demás, como si nada de responsabilidad se tuviera en la situación, sino en hábitos bautismales: morir a estilos de vida depredadores y nacer a una sobriedad gozosa. Nuestra esperanza no es ingenuidad; se arraiga en el Señor que «hace nuevas todas las cosas» y que hoy nos convoca a anticipar esos «cielos nuevos y tierra nueva» en decisiones y acciones concretas.

Estamos, sí, en tiempos de inflexión ecológica. Precisamente por eso, son tiempos de conversión: espiritual, para reconocer a Dios como Creador; moral, para cambiar hábitos; comunitaria, para organizarse; y cívica, para incidir. Si cada congregación cristiana se vuelve un faro de ecología integral, veremos también puntos de inflexión positivos en nuestros barrios y comunidades. La gracia de Dios hace el resto; a nosotros nos toca poner el hombro y la lámpara en alto.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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