Las mujeres enfrentan inferior acceso al mundo laboral, perciben menores salarios que los hombres y además enfrentan serias dificultades para salir del círculo de pobreza.
«La mujer es el rostro de la pobreza y de la desigualdad en El Salvador», dijo el economista Óscar Cabrera recientemente, al señalar el desequilibro que enfrentan ellas en varios aspectos.
Tanto en el ámbito laboral como económico las mujeres presentan marcadas desventajas frente a los hombres, lo que reduce sus posibilidades de salir del círculo de pobreza.
De acuerdo a los datos de la última Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPP) 2023 del Banco Central de Reserva, por cada 100 personas pobres en el país, 54 son del sexo femenino.
La información oficial indica que el total de personas viviendo en pobreza en El Salvador hasta 2023 era de 1,923,303 habitantes, de estos 1,047,285 eran mujeres (54.45%) y 876,018 eran hombres (45.55%).
«La brecha se explica, en parte, por la menor inserción laboral femenina en la que participa solo el 50.5% de las mujeres frente al 81.5% de los hombres, además de la carga de cuidados del hogar que recae sobre ellas», explicó la economista Rubenia Castro, asociada de la Fundación para el Desarrollo de Centroamérica (Fudecen).
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Datos del observatorio de la organización feminista Ormusa indican que cuatro de cada diez hogares están encabezados por mujeres.
Para la economista, el cuidado y los quehaceres domésticos restringen a las mujeres de tiempo disponible para trabajar y capacitarse.
Las mujeres representan un 76.7% de la población económicamente inactiva (los hombres solo el 23.3%) y la principal razón para ellas son las responsabilidades del hogar en 57% de los casos; la edad avanzada o discapacidad en un 12.8% , los estudios para el 12.3% y las razones familiares o personales en un 8.7%, dice la información de Ormusa.
El economista Óscar Cabrera agregó que las desigualdades para ellas van más allá. «El acceso a una cuenta de ahorro para ellas es de las más bajas, casi un 33% comparado con los hombres», añadió.
Según los últimos datos disponibles y citados por el documento «Tierra para Nosotras» de Oxfam, en El Salvador, solo el 13% de los títulos de propiedad están a nombre de una mujer.
El documento «Brechas de Género en el Empleo de las Mujeres», del Observatorio de Ormusa, señala que las mujeres representan el 43.2% de la población económicamente activa, pero en cuanto a participación laboral ellas tienen el 50.5% respecto al 81.5% de los hombres. Una brecha de 31 puntos porcentuales.
Según la EHPM 2023, el salario promedio mensual fue $358.39 para mujeres versus $448.04 en hombres.
La economista de Fudecen destaca que la brecha salarial supera el 25%, lo que se traduce en $89.65 menos de ingresos para las féminas, respecto a ellos.
Dentro del mercado formal aún persiste una brecha salarial del 9.5%, es decir $595.76 para mujeres versus $652.54 para hombres.
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Según Ormusa, la brecha salarial en las zonas rurales supera los $81.52 y en la zona urbana los $106.51.
A esto hay que añadir que al empleo formal accede el 14.3% de las mujeres en edad de trabajar, frente al 26.1% de los hombres, una diferencia de 11.8 puntos porcentuales.
«Vemos serias desigualdades, de cada dólar que un hombre gana la mujer recibe apenas 48 centavos, al mismo tiempo que el trabajo no remunerado de la mujer es mayor. Son casi 48 horas semanales, mientras que los hombres apenas participan 13 horas», señaló Cabrera, quien también es presidente del Colegio de Profesionales en Ciencias Económicas (Colproce).
Cabrera destacó que otra desventaja es que el empleo donde participa la mujer se concentra en servicios de bajo valor agregado.
«Las mujeres se concentran en actividades menos estables y con menor remuneración, mientras los hombres predominan en sectores mejor remunerados», apuntó Castro.
Y los datos del Observatorio de Ormusa lo confirman, pues el empleo femenino se concentra en un 80% en cuatro sectores: Comercio, hoteles y restaurantes (44.1%), industria manufacturera (15.2%), trabajo doméstico (13%) y servicios comunales, sociales y de salud (7.4%).
«Son actividades con menores salarios y mayor informalidad, lo que aumenta la inestabilidad y el riesgo de pobreza», señaló Cabrera.
Los datos de Ormusa destacan también que ellas concentran el 45% del empleo informal en las zonas urbanas y el 59% en las rurales, según datos hasta 2023.
Curiosamente las mujeres tienen una escolaridad promedio nacional de 9.1 grados respecto al 8.6 grados de los hombres, aunque en las zonas rurales ellas enfrentan doble brecha: menor acceso educativo y menor participación laboral (41.96% mujeres vs. 85.95% hombres), cita Ormusa.
Los economistas consultados enumeran algunas medidas para ampliar las oportunidades económicas de las mujeres.
Por ejemplo, implementar plenamente la Política Nacional de Corresponsabilidad de los Cuidados (PNCC) con financiamiento estable y servicios para personas que requieren cuidado y personas cuidadoras.
Además, proteger a mujeres que han realizado trabajo no remunerado con pensiones no contributivas y atención en salud en etapas de mayor vulnerabilidad.
También sugieren ampliar la formalización de ingresos con incentivos a la formalidad, inspección laboral y conciliación trabajo–familia. Y capacitar a las mujeres para transitar a sectores con mejores salarios y menor brecha y finalmente ampliar cuidados en salud y seguridad social para trabajadoras informales.
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