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«Quisiera transformar la escuela»: Miguel, un niño con Altas Capacidades y sueños

A sus 10 años, el estudiante salvadoreño de Altas Capacidades está por cursar octavo grado en una escuela de currícula internacional, que le ha permitido desarrollarse a su ritmo e innovar en juegos de programación y desafíos mentales como el ajedrez.

Miguel, niño con Altas Capacidades, aprendió idiomas y matemáticas avanzadas por su cuenta, y diseñó tableros de ajedrez. | Fotos EDH/Jorge Reyes

De «inquieto» a autodidacta: lo que en la escuela era visto como distracción, en realidad era un ritmo de aprendizaje superior. “Quisiera ser director y transformar la escuela. Lo voy a hacer porque quiero una escuela que no sea aburrida para enseñar, que sea divertida y tenga muchos colores”, expresó Miguel Ángel Munguía, quien a sus escasos 10 años ya ha superado varios niveles del sistema de enseñanza salvadoreño.

Miguel divide sus días entre múltiples intereses que van desde la cocina, la música y los deportes hasta los idiomas y, sobre todo, las matemáticas. Resolver problemas complejos no es para él una tarea, sino un juego que nace de la curiosidad.

Incluso antes de ingresar formalmente a la escuela, Miguel ya mostraba un dominio poco común en temas avanzados de astronomía. Sin embargo, ese potencial no le facilitó su primer contacto con las aulas.

Durante los primeros meses escolares fue etiquetado como “inquieto”. Su ritmo de aprendizaje, muy por encima del promedio, chocaba con metodologías que le exigían memorizar y esperar, de acuerdo con los programas del Ministerio de Educación. Mientras otros niños aprendían a contar del uno al veinte, Miguel exploraba operaciones complejas, números romanos y cálculos mentales.

Como resultado, llegaron el aburrimiento, la aparente distracción y los constantes llamados de atención. Sus padres, Miguel y María de Munguía, notaban que su hijo aprendía con rapidez, pero no dimensionaban el alcance real de sus capacidades.

La familia de Miguel acudió a la Fundación Altas Capacidades de El Salvador, donde recibió orientación especializada. Foto EDH/ Jorge Reyes

Las primeras señales aparecieron desde muy temprana edad con su interés por la tecnología. A los dos años ya reconocía números, aunque hablaba poco. La persona encargada de su cuidado se percató de que no repetía al azar, sino que “conocía bien los números”.

El punto de quiebre llegó alrededor de los cuatro años, cuando una mañana despertó “con el chip cambiado: hablando y resolviendo problemas matemáticos en inglés, sin haber recibido clases formales”. Sus padres solo habían observado que el menor se entretenía viendo videos en otros idiomas, sin imaginar el nivel de aprendizaje que estaba desarrollando.

Antes de cursar el primer grado, aunque obtenía buenas calificaciones, comenzaron las dificultades de adaptación. Miguel conocía las respuestas, pero se desconectaba cuando la clase no representaba un reto. 

En más de una ocasión “se coló” en clases de niveles superiores y, tras observar su interacción, los docentes sugirieron evaluaciones externas.

El ajedrez se ha convertido en uno de los principales laboratorios creativos de Miguel. Varias de sus propuestas ya han sido revisadas por personas conocedoras del juego. Foto EDH/ Jorge Reyes

A los cinco años fue examinado en la Fundación Pro-Educación de El Salvador (FUNPRES), aunque entonces no recibió un diagnóstico completo. Posteriormente, la familia acudió a la Fundación Altas Capacidades de El Salvador, donde recibió orientación especializada y se descartaron problemas de atención. El diagnóstico fue claro: Miguel tenía un nivel cognitivo avanzado que requería otro tipo de estimulación.

Durante ese periodo, la familia enfrentó diversas dificultades. Encontraron una institución privada que ofreció flexibilidad para que Miguel ingresara a cuarto grado; sin embargo, la medida fue temporal, ya que el Ministerio de Educación no permitía ese tipo de saltos académicos. Tras ser sometido a rigurosas pruebas de suficiencia, las autoridades finalmente aprobaron su promoción.

Hoy, con 10 años, Miguel está por iniciar octavo grado de manera remota en una escuela con currícula internacional, modalidad que le permite avanzar a su propio ritmo. De esta forma, ha completado grados enteros sin perder la motivación.

Capacidad autodidacta 

Una de las principales características de los menores con altas capacidades intelectuales es su facilidad para aprender de manera autónoma los temas que despiertan su interés. Pueden desarrollar habilidades creativas y pensamiento crítico sin haber estado inmersos en espacios especializados.

En el caso de Miguel, aprendió a tocar el piano por su cuenta, desarrollando melodías de forma espontánea y sin seguir patrones establecidos.

“Nadie le enseñó. Nosotros trabajamos y, al llegar a casa, le prestábamos el celular por las noches. Veía videos educativos, algunos en inglés, y así aprendió por su cuenta. Ahí encontró ejercicios de piano”, relató su madre, al explicar que el menor no memorizaba contenidos al azar.

Actualmente, Miguel utiliza aplicaciones en línea para practicar inglés, francés e italiano de forma simultánea.  

Reinventar el juego

El ajedrez se ha convertido en uno de sus principales laboratorios creativos. Miguel no solo juega: reinventa el juego. Ha diseñado tableros de distintos tamaños, desde versiones XS hasta XL, e incluso adaptaciones para seis jugadores.

Modifica reglas, movimientos y piezas, cuidando que cada variante mantenga coherencia lógica. Algunas de sus creaciones rescatan figuras antiguas; otras son completamente nuevas, como la que él denomina “reina royal”. Varias de estas propuestas ya han sido revisadas por personas conocedoras del juego para validar su estructura.

Miguel está por iniciar octavo grado en una currícula internacional. Foto EDH/Jorge Reyes

El reto de ser identificado a tiempo

Recibir un diagnóstico correcto en el momento adecuado sigue siendo un desafío para los niños con altas capacidades en el país. La mayoría de estos casos no son atendidos de forma adecuada en sus centros educativos, y el desconocimiento del tema por parte del personal docente ha llevado a que algunos menores sean catalogados erróneamente con problemas de aprendizaje, déficit de atención o hiperactividad.

“Algunos niños han llegado a la fundación después de haber sido medicados para ‘normalizarlos’”, detalló Evelyn Campos, directora de la Fundación Altas Capacidades.

“La ausencia de procesos oportunos de identificación y de apoyos educativos adecuados ha contribuido a la aparición de desajustes socioemocionales, dificultades de adaptación al entorno escolar, desmotivación académica y, en algunos casos, exclusión del sistema educativo”, recalcó Campos.

La falta de oportunidades en el sistema público de educación provoca que muchas familias busquen opciones más flexibles y adaptadas a estas necesidades.

“Tanto la correcta identificación como la identificación oportuna son clave para el desarrollo de los niños dentro de la neurodivergencia y para el potenciamiento de sus talentos”, explicó Eliza Novoa, psicóloga y colaboradora de la fundación.

Mientras tanto, profesionales sin formación en este tema pueden etiquetar a los niños como desinteresados o con dificultades de aprendizaje cuando se niegan a realizar actividades repetitivas, debido a que avanzan a un ritmo mucho más rápido.

No todos los menores, sin embargo, tienen la oportunidad de acceder a planes internacionales de estudio, como en el caso de Miguel. “Esta realidad subraya la urgente necesidad de implementar modelos de atención integral, interdisciplinaria y sostenida, que respondan de manera efectiva a la complejidad de estos perfiles y garanticen el derecho a una educación inclusiva y pertinente”, agregó Campos.

Identificar a estos niños con capacidades excepcionales es un reto adicional, ya que no siempre se enfocan en un solo ámbito: pueden interesarse simultáneamente en ciencia, música, arte, matemáticas, idiomas, robótica o todas a la vez.

Novoa señala que uno de los principales desafíos para las familias es encontrar instituciones y profesionales especializados. “Esa es la razón por la cual muchos casos tardan en ser atendidos adecuadamente y se pierde tiempo valioso enfrentando diagnósticos confusos”, explicó.

Un “niño milagro”

María de Munguía decidió plasmar esta experiencia en un libro donde relata los primeros 10 años de vida de su hijo Miguel Ángel. Para la familia, su llegada representó un “milagro”, no solo por el embarazo inesperado en una etapa distinta de sus vidas, sino por la forma en que el niño transformó su dinámica familiar, sus prioridades y su manera de ver la educación. 

El libro recoge anécdotas, descubrimientos y aprendizajes que acompañaron el desarrollo de Miguel, desde sus primeras preguntas científicas hasta su actual visión de cambiar la escuela desde adentro.

Con este material la familia busca no solo visibilizar el caso, sino también ayudar a que el término “altas capacidades” tome relevancia entre las autoridades educativas y “un día gestionar un verdadero cambio para el país impulsado por estas mentes maestras, ellos pueden hacer una gran diferencia”, coincidieron los esposos Munguía. 

María de Mungía decidió plasmar en un libro los primeros 10 años de vida de su hijo Miguel Ángel. Foto EDH /Jorge Reyes

País ha identificado a 101 niños con altas capacidades

Hasta el cierre de este año, solo 101 menores habían sido diagnosticados con altas capacidades intelectuales a nivel nacional, debido a que sus cualidades suelen confundirse con otros comportamientos en el ámbito escolar.

En torno a estos niños persisten numerosos mitos que dificultan su adecuada identificación. La Fundación Altas Capacidades registra actualmente a 101 menores con un coeficiente intelectual significativamente más desarrollado.

Con frecuencia, una vez identificados, se cree erróneamente que son autosuficientes y que no requieren acompañamiento adicional. La realidad es que necesitan apoyo especializado para desarrollar su potencial de forma equilibrada.

Otro error común es asociarlos exclusivamente con el éxito académico, sin considerar que también pueden enfrentar dificultades emocionales, como ansiedad o baja autoestima, producto de la falta de reconocimiento de sus necesidades específicas.

Según el censo de la fundación correspondiente a este año, los padres buscan más apoyo en el caso de los niños para orientar su desarrollo, mientras que las niñas reciben mayor acompañamiento familiar cuando muestran interés en actividades artísticas.

De los perfiles identificados, 78 corresponden a niños y 23 a niñas y adolescentes, todos menores de 17 años.

“Estos datos confirman que la mayor demanda de identificación se concentra en edades tempranas, una etapa clave para la intervención oportuna”, subrayó Campos.

Solo 7 % estudia en escuelas públicas

La mayoría de los estudiantes censados cursa estudios en instituciones privadas que ofrecen mayores retos académicos, lo que representa el 86 % de los casos.

Un 7 % accede a modalidades con currícula internacional que permiten avanzar de forma acelerada, mientras que el 7 % restante estudia en centros educativos públicos, a pesar de contar con altas capacidades intelectuales.

Actualmente, la Ley Crecer Juntos establece que el Estado debe asegurar condiciones educativas diferenciadas para estudiantes que, por diversas circunstancias —como dificultades de aprendizaje, altas capacidades o incorporación tardía al sistema educativo—, requieran adaptaciones en contenidos, métodos y otros aspectos del currículo.

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