Líderes comunitarios estiman que el 20% de la población de la zona de Cazamota y alrededores sufre, anualmente, por los desbordamientos del Río Grande de San Miguel.
Líderes comunitarios estiman que el 20% de la población de la zona de Cazamota y alrededores sufre, anualmente, por los desbordamientos del Río Grande de San Miguel.
Uno de los territorios con registros anuales de inundación a causa del desbordamiento del Río Grande es el caserío Cazamota, que pertenece al distrito de San Miguel Centro. Cuando el río se desborda, el agua ingresa a las viviendas alcanzando hasta los 20 centímetros de altura; situación que obliga a los habitantes a evacuar y resguardarse en la Iglesia de Dios el Buen Camino, la cual es habilitada como resguardo durante las emergencias, desde 2015.
Manuel de Jesús Hernández Pérez, pastor de la iglesia y líder comunitario desde Santa Fidelia hasta cantón El Brazo, relata que desde el primer año de construcción de la iglesia (hace 10 años) se ha mantenido al servicio de la comunidad, apoyándolos en todo lo humanamente posible, ante la situación que viven las familias por la amenaza del río.
«Anteriormente siempre se llenaba pero creo que era menos. Gracias al Señor que me puso en ese lugar, quizá con el propósito de ayudar a estas personas, lo cual hemos hecho como iglesia y como ser humano», expresa el pastor.
Hernández hace memoria y señala que, todos los años, las familias pierden a sus animales domésticos y de granja; el caudal del río pasa entre las casas, arrastrando con fuerza lo que está delante y dejando tras su paso afectaciones económicas, pero las familias al no tener recursos ni posibilidad para irse a vivir a otra zona permanecen ahí.
Añade que todos los años la afectación no solo era para los locales, sino también para quienes transitaban por la carretera Litoral, en el sector del cantón La Canoa, ya que el río se desborda, bloqueando el paso durante varias horas.
Con un chaleco reflectivo, en varias ocasiones, el líder comunal se mantenía en el lugar de inundación tratando de reorientando el tráfico para que las personas retornarán y buscarán la vía alterna por la zona de San Jorge, en el caso de los que iban hacia San Miguel, así evitaban cruzar y dañar los vehículos; pero habían personas que decidían arriesgarse y cruzar en afán de evitar «perder» tiempo. Los lugareños más jóvenes aprovechaban empujando los vehículos que cruzaban la zona anegada, una actividad que ya habían establecido para generar ingresos.
La técnica era que el conductor debía apagar el vehículo para no ocasionar un daño mayor al motor al cruzar por la inundación, y dos o tres personas lo empujaban por varios metros hasta donde ya no había agua; por esa colaboración los conductores les daban entre $0.25. a un dólar, que se repartían entre los que apoyaban a empujar.
Los jóvenes de la comunidad habían visto como una oportunidad de trabajo empujar carros, algo que más allá de apoyar les servía de entretenimiento, generalmente pasaban sin ayuda rastras y buses del transporte público.
Desde la madrugada , más de 30 jóvenes salían desde sus casas a ofrecer los servicios de empuje, desde ambos extremos.Algunos conductores se quedaban varados por daños en el motor, con el ingreso del agua al sistema.
Desde hace 4 años ya no se ha inundado la carretera, y Hernández señala que es por la construcción de las bordas de la anterior administración municipal, pero considera que este año una vez comience lo más fuerte del invierno, en septiembre, es posible que vuelva a desbordarse el río sobre la calle, debido a que no se han realizado los mantenimientos con las obras de mitigación de forma adecuada.
Para poder efectuar su labor de forma efectiva, Hernández dice que ha sido importante capacitarse sobre Hidrología y Rescates para poder evacuar a las familias de forma temprana y preventivamente, ya que en los primeros años era muy riesgoso aún para equipos militares evacuar personas, y lo que buscan es proteger la vida de las personas.
Expone que la comunicación con las autoridades e instituciones gubernamentales es prioridad para poder actuar; además de los parámetros de agua acumulada en Morazán que registra el Observatorio de Amenazas, del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en el departamento de Morazán. Estos datos son clave para calcular en tiempo y dimensión del desbordamiento del Río Grande, de San Miguel.
Toda el agua lluvia que cae en la parte alta del oriente del país, baja a través de quebradas, ríos que conectan con la cuenca del caudal más grande de la región, desembocando por Santa Fidelia, siendo Cazamota la primera comunidad afectada por inundaciones.
«Ellos me hablaban y me decían cuánta cantidad de lluvia había caído en Morazán, en toda la cuenca, y yo siempre ya tenía el cálculo. Si allá habían caído 80 milímetros, ¿a qué horas iba a llegar a Santa Fidelia esa agua? y ¿a qué horas iba a ésta el paso inhabilitado por la carretera Litoral?», relata el líder comunal
Según esos parámetros, cuando el acumulado de agua lluvia alcanza de 90 mm a 120 mm en Morazán, se debe preparar a los habitantes con las evacuaciones, ya que el margen para que baje toda esa agua tarda un lapso de 6 horas, eso incluye el colapso de la carretera Litoral.
Con los años el MARN, instaló medidores y vigilancia del Río Grande para supervisar el cambio en los niveles, lo que ha mejorado la detección temprana y que se realicen preventivamente las evacuaciones. Para las evacuaciones es necesario también que la población sea capacitada, ya que mediante ello sabrían que sí o no hacer al momento de que se complique la situación, debido a que el clima y los fenómenos climáticos son impredecibles.
Por esa razón, septiembre que es el mes donde se intensifican las lluvias, es considerado como el inicio de la eterna odisea en el caserío Cazamota de San Miguel Centro. Los líderes de esas comunidades estiman que un 20% de la población de esa zona, sufre anualmente las afectaciones que dejan los desbordamientos del Río Grande.
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